Barcelona
Arantxa Sánchez Vicario no tiene perdón
Tras la muerte del padre, la guerra entre el clan familiar se recrudece. Ayer estalló en el tanatorio: la familia echó a la ex tenista
Tras la muerte del padre, la guerra entre el clan familiar se recrudece. Ayer estalló en el tanatorio: la familia echó a la ex tenista
Han transcurrido pocas horas desde la muerte de Emilio Sánchez Vicario, las almas están encogidas y el dolor hacer aflorar esa rabia inherente a la injusticia. Es el sentimiento predominante en el entorno de la familia Sánchez Vicario respecto a la situación en la que ahora queda Marisa, la matriarca del clan, amén de haber perdido a su marido. «Está muy cansada porque lleva tres meses en el hospital a su lado, sin moverse ni de día ni de noche; está rota, destrozada». Es mucha la carga de reproches que los hermanos y los amigos de la familia tienen contra la menor de los Sánchez Vicario. Es más, algunos «rezaban» para que no viniera de Miami al funeral y entierro de su padre porque no querían «ni verla». Pero lo hizo ayer, lo que ya sabía la familia, pero no que acudiría acompañada de su marido, Pep Santacana, lo que alteró a Javier y ambos se enzarzaron en una discusión para que abandonara el tanatorio. La tensión provocó el desmayo de la madre y la pareja optó por marcharse.
«Mis hermanos me han vetado la entrada. Si no voy a la misa es porque no quiero armar un espectáculo», aseguró Arantxa a su salida, que se paró ante los medios de comunicación para ofrecer explicaciones. A su vera Santacana, con un semblante sonriente que no dejaba traslucir el nuevo mal trago ocurrido minutos antes y que, desde luego, recrudece la guerra familiar.
«Arantxa ha ido un solo día a ver a su padre en los tres meses que ha estado ingresado. Y lo hizo porque alguien debió decirle que o se despedía de él o quizá ya no lo haría nunca. De hecho, estuvo en Navidades en Barcelona y no fue a verle», expresa a LA RAZÓN una fuente muy cercana a la familia, que ha vivido el alzhéimer de Emilio y el estado semivegetativo que padeció los últimos tiempos hasta derivar en un fallo multiorgánico la mañana del jueves.
Como se recordará, Aranxta de-mandó a sus padres, a los que acusaba de haberla arruinado. El pasado verano se selló la paz judicial, pero la familiar no ha llegado aún y, por lo que considera el entorno, es difícil que la haya porque «Arantxa no tiene perdón». Además, «ella no lo va a pedir, con lo cual, lógicamente, los demás no la van a perdonar». Con una salvedad, dicen, su madre.
«El daño está hecho, pero su madre es su madre y la perdonará siempre. Lo que pasa es que a Marisa ahora no le espera una buena época. Hay que tener en cuenta que, a resultas del pacto judicial, tiene que dejar el piso tres años después de que muriese Emilio o pagar un alquiler de mercado. Pero no pasa nada, gracias a Dios tiene tres hijos maravillosos y ellos se lo pagarán. No van a permitir que salga de su casa», comenta, con la misma rotundidad que cuando se le pregunta si cree que la tenista dará su brazo a torcer en pos de la reconciliación familiar. «No, no lo creo. Será inflexible, estoy convencida».
- Sólo saluda a Emilio
Arantxa no tiene relación con nadie de la familia. «Con el único que se ve, porque coinciden en algún evento, es con Emilio (él vive en Florida y ella, en Miami); se saludan, pero no hay más. Con Marisa, nada y Javier le tiene puesto un pleito por infamias y denuncias falsas». No le perdonan el sufrimiento por el que les ha hecho pasar a sus padres y a Javier, ni el que le queda por padecer a Marisa, una vez que no hay visos de «arrepentimiento» en su hija, ni siquiera en pos de la paz familiar. «El marido la tiene abducida y a él no le interesa que ella se reconcilie», opina el entorno. Y apuntan: «Él es el administrador único de todos sus bienes, tenía dieciocho propiedades cuando se casaron y ahora sólo tiene la de Miami y la de Barcelona».
Los problemas comenzaron cuando en 2009 un juez condenó a Arantxa a pagar 3,5 millones de euros por defraudar a Hacienda. El Supremo consideró que entre 1989 y 1993 residía en España, no en Andorra. Los amigos de la familia tienen claro que la culpa no fue de los padres: «Aquí hay un tema que está muy claro. Emilio (hijo), por ejemplo, tenía su domicilio fiscal en Mónaco y allí se casó, nació su primer hijo e iba todos los años; y Arantxa no iba a Andorra, donde tenía fijada su residencia, porque como ya iba su padre... y a la larga, esas cosas salen. Arantxa hacía lo que le daba la gana».
Pero el gran detonante de la guerra familiar fue el día que Arantxa presentó en 2012 su libro de memorias «¡Vamos!». En él contaba que sus padres la explotaron y arruinaron. «Todo eso es mentira. A su hermana Marisa, que todo el mundo coincide que era la mejor deportista de los cuatro, le dio una beca la Universidad de UCLA y se fue a Los Ángeles a estudiar, pero ella decidió dejarlo y sus padres no la hicieron sacrificarse», opina la misma fuente.
De cualquier forma, Arantxa arguye que es la que más títulos ganó y la que menos dinero tenía: «Bueno, eso de que no tenía dinero... Cuando se casó tenía 18 casas. Al padre le tendría que haber nombrado ministro de Hacienda en lugar de denunciarle. Los problemas con Hacienda llegan, pero no eran tan graves. Con que hubiera vendido una de la propiedades, saldaba la deuda...». Creen que ha malgastado su dinero. «Si uno no ingresa un duro y vive a todo tren, viajando en business, con guardaespaldas familiar y pagando un dineral, al final el dinero se va», cuenta una amiga de la familia, quien no tiene muy buena opinión de Santacana, que se dedica a los negocios inmobiliarios. «Dudo de que él trabaje en algo más que en llevarle el bolso a su mujer y en figurar», concluye.
Marisa sufrió un desmayo
Nada más llegar a la sala número 6 del Tanatorio de Las Corts, en donde reposaban los restos mortales de su padre Emilio, Arancha Sánchez Vicario y su madre se fundieron en un emotivo abrazo, aparcando los años de disputas por las demandas judiciales de la tenista hacia sus padres. Un encuentro interrumpido por Javier, el mediano de los Sánchez Vicario, que empezó a increpar a su cuñado Josep Santacana, echándole a empujones, por lo que el matrimonio decidió abandonar apresuradamente el velatorio. Una tensa situación que provocó el desvanecimiento de Marisa, madre del clan, que tuvo que ser atendida allí mismo por una ambulancia del 112.
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