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Bigote Arrocet aconseja a María Teresa Campos: «Pasa de todo»

Bigote Arrocet aconseja a María Teresa Campos: «Pasa de todo»
Bigote Arrocet aconseja a María Teresa Campos: «Pasa de todo»larazon

El humorista y María Teresa, en el cumpleaños de Carmen Borrego continúan su relación

Parece que se abre un punto y aparte en lo hasta ahora especulado frívolamente tras la fulminante caída «por exceso de material» de la que pensaba sentarse en «Sálvame Deluxe» en su primera aparición televisiva. Me aseguran que «acudía para desmentirlo todo», pero no tuvo oportunidad. Descolgada a las seis de la tarde, como me cuenta su representante. Ella ya lo tiene, pásmense. Es el valenciano Ismael, antiguo socio de Mariví, una representante y vieja amiga de Bigote. Creen que ambos ya no se dividen teles ni comisiones. Cada uno hace su guerra, pero los malintencionados creen que pueden mantener una vinculación secreta. Teresa ignoraba la anunciada aparición de la moza en un programa de máxima audiencia. «Pasa de todo», le aconseja Bigote sin ser oído. Teresa se enteró la tarde del viernes tras recibir en Murcia el Premio Paco Rabal. La chica no era imprescindible y la desbancó la muerte de la Veneno, que, según me contó su biógrafa Valeria, días antes me había encomendado al Altísimo creyendo que servidor había palmado: «Pero ¿de qué se ha muerto Jesús, con lo que yo le quería?». En seguida se lo aclararon maquillándose para Tele-5.

Hablaban de Luis Mariñas, pero ella oyó solo el apellido, de ahí su susto. De cara a una segunda edición, el libro de tanto escándalo venderá sus derechos a una editorial; la primera fue de quinientos ejemplares y la pagó su autora. «No sé nada de distribución y sé que lo están pidiendo mucho», me contó aún traumatizada. Sus íntimos esperan el resultado de la segunda autopsia y ella mantiene que Cristina no quería ser enterrada en el terruño almeriense de Adra. Manipulan su voluntad como desde interesadas alturas hicieron con el deseo de Dalí de ser enterrado en Púbol, junto a Gala. El mausoleo fue erigido con barrotes de tal forma que «pudiesen darse la mano». Lo enterraron en el escenario de su Teatro-Museo de Figueras para atraer aún más que con su obra. Acabo de leer «Gala-Dalí», irregular repaso a su vida, descubriendo la castidad del genio y cómo lo engañó su esposa durante años con Jeff, el lánguido protagonista del musical «Jesucristo Superstar». Al tiempo la dejó, harto de mantener sexo con una insaciable anciana de 80 años. Era insoportable con los amigos del pintor, y lo vi en una de mis muchas visitas a Port Lligat, donde me hacía acceder mi amigo Enrique Sabater. Fue su último secretario y guardaespaldas, que iba con pistola a punto por miedo a secuestros. Gala quiso patearme y echarme sobre los granadinos surtidores del patio ante el regocijo del maestro con final tan patético como detalla este libro. Cela volvería a pretenderlo en Marbella antes del puñetazo que tanto me honra. Supone una medalla al mérito. Sus últimas páginas son sobrecogedoras; reflejaban el terror de Dalí a quedarse solo, sin la estirada rusa a quien los cirujanos estéticos ya se negaban a operar otra vez. No había de dónde tensar.