Pintura
Carmen Thyssen: un sueldo de nueve millones al año para su hijo Borja
La baronesa negocia con el Gobierno la cesión de su colección privada a cambio de un canon anual de 9 millones. Quiere que las pinturas se queden en España y asegurar el futuro de sus hijos
La baronesa negocia con el Gobierno la cesión de su colección privada a cambio de un canon anual de 9 millones. Quiere que las pinturas se queden en España y asegurar el futuro de sus hijos.
«El feeling no puede ser mejor». Con este optimismo respondía la baronesa Thyssen el pasado junio, tras compartir 60 minutos con la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y el estrenado ministro de Cultura, José Guirao. Cinco meses después del «flechazo», Carmen Cervera (75 años) prepara el contrato para la cesión definitiva de su colección privada, donada gratuitamente al Estado desde 2002 y que se exhibe en el Palacio de Villahermosa, anexo al madrileño Museo Thyssen. La cláusula más polémica de dicho documento tiene que ver con la única preocupación de Carmen durante toda su vida: el futuro de su hijo Borja, de 38. La viuda del barón Thyssen, la séptima mujer más rica de España, quiere exigir al Estado un «fee» (un abono anual) de 9 millones de euros para sus herederos con opción de compra de las obras, con el que aseguraría el bienestar de su primogénito –sin ocupación conocida pese a rozar los 40– y de sus mellizas, Carmen y Sabina, que el próximo abril cumplen 13. Esta astronómica cifra no es aleatoria. En una entrevista el pasado enero en «Espejo público», la aristócrata argumentaba desde Andorra: «Le hice ganar entre 9 y 10 millones anuales a Madrid, acreditados en el BOE. Me siento feliz de haber cooperado todos estos años con mi país porque el arte es muy importante». Con este sueldo galáctico, la que fuera Miss España en 1961 pretende, entre otras cosas, evitar que su consentido retoño tenga la tentación de hacer calderilla el patrimonio, como ocurrió hace un par de años, cuando el joven amagó con desprenderse de un Goya heredado («Una mujer y dos niños junto a una fuente») para sufragar su disoluta vida. Si las negociaciones desembocan en la orilla de la catalana, su único hijo varón tendrá que ponerse a trabajar, algo que ya intentó su madre sin éxito en 2009, colocándole de patrono en el Museo de Malága. La intención de Carmen es que Borja se sitúe en unos años al frente de la Fundación Colección Thyssen-Bornemizsa, de la que ahora ella es vicepresidenta, y que con la abultada nómina que reciba del Estado mantenga a sus hermanas, los cuadros y a los más de 70 empleados que están bajo su palio y que le cuestan más de 400.000 euros al mes. Entre las piezas con las que negocia el futuro de su ojito derecho, 429 para ser exactos, hay obras de Canaleto, Renoir, Degas, Rodin, Sisley, Monet o Matisse. Y entre todas, la favorita de Carmen, el célebre «Mata Mua», de Paul Gauguin. Los entendidos las tasan en 700 millones, el Ministerio las ha asegurado en 416 y su dueña mantiene que valen 1.000.
Sociedades en paraísos fiscales
¿Y cómo afronta este pulso con la aristócrata el Ejecutivo de Pedro Sánchez? Con poco más de un mes de margen para negociar, sus dudas ante este matrimonio pictórico (e histórico) se centran en el tema fiscal. Con pasaporte suizo desde que se desposó con el barón, las obras que Carmen tiene cedidas hasta final de año no están a su nombre (María del Carmen Rosario Cervera y Fernández de la Guerra, para más señas), sino al de sociedades establecidas en paraísos fiscales, como la opaca «Nautilus Trustees Limited», con sede en las Islas Cook. Sería muy incómodo que un presidente que decapitó hace nada a su ministro Màxim Huerta por problemas con Hacienda cerrara un acuerdo sin que la coleccionista regularizara su situación, algo a lo que no parece muy dispuesta. Asesorada por su despacho MA Abogados, que dirigen dos ex ministros de Aznar, José María Michavila y Ángel Acebes, la baronesa, hija de un mecánico de motos y una ama de casa que se divorciaron cuando tenía 5 años, quiere que se valore su deseo de que sus pinturas se queden en Madrid de forman permanente pese a que, según su entorno, maneja una oferta de Rusia por 25 millones anuales. Sentimentalismos aparte, expertos en la materia también apuntan que solo el traslado de las obras a otra localización fuera de nuestras fronteras, a Carmen le haría un roto de 6 millones. Este anhelado trato para la baronesa llega 25 años después de otro histórico pacto en el que fue una pieza fundamental: la compra del Estado español, presidido por Felipe González, de las 775 obras maestras del barón Thyssen por 338 millones de dólares (302 millones de euros). Doce años antes, su Heini, del que la separaban 22 años, había convertido a Borja en su sexto hijo, adopción mediante, y cuatro años después, a ella en su quinta esposa. Para Carmen, a la tercera iba a ser la vencida tras enviudar del tarzán Lex Barker en 1973 y huir del bígamo venezolano Espartaco Santoni en 1977. En realidad, hubo otro más, quizá el más importante sin anillo de por medio, el publicista Manolo Segura, que la embarazó en 1979 y al que sacó del armario de la paternidad en 2009 para confirmarle como progenitor de Borja después de años echando balones fuera y al que ha tenido bajo su cobijo (económico también) por el bien de su sucesor. Volviendo a los cuadros, que es regresar a Borja, desde aquel histórico verano de 1993 en el que las obras pasaron de Villa Favorita (Lugano, Suiza) a la tierra de Cervantes, por la agenda de la baronesa –que habla inglés, francés, alemán e italiano además de español y catalán–, han rulado los teléfonos de ocho ministros de Cultura: Mariano Rajoy (con el que firmó la cesión), Pilar del Castillo, Carmen Calvo, César Antonio Molina, Ángeles González Sinde, José Ignacio Wert, Íñigo Méndez de Vigo y José Guirao, el actual. Ninguno le aseguró la estabilidad económica para un hijo que lleva una vida de lujo sin haber dado palo al agua. En 2002, a la muerte de su multimillonario padre y gracias a otro pacto con los otros hijos del barón, el de Basilea, en el que su madre echó el resto, Borja heredó 15 millones que ha ido recibiendo en cómodos plazos de 5 millones desde que sopló las 25 velas. Además de estas inyecciones de efectivo, la baronesa, cuya fortuna está estimada en 900 millones, le ha insuflado un oxígeno de 300.000 euros cada doce meses que solo cortó cuando su chaval se desposó, a pesar de ella, con la enfermera Blanca Cuesta en octubre de 2007. Ni fue a la boda. Para entonces, ya estaban en camino las mellizas, María del Carmen y Guadalupe Sabina, concebidas por vientre de alquiler y a las que Carmen adoptó vía EE UU para que su único descendiente no se quedara solo si a ella le pasaba algo. Por aquel entonces, el enfado entre madre e hijo inundó la Prensa rosa. Unos días, Carmen le reclamaba a su nuera una prueba de paternidad de uno de sus nietos, y otros, era su hijo el que exígia su fortuna a golpe de querella. De estos barros llegaron los lodos de una inspección de Hacienda, con la que Borja lleva enfrentado desde 2007. Se le acusa de fraude y le piden tres años de cárcel. Fueron esos problemas con el fisco los que obligaron a Carmen, en 2015, a deshacerse de su mansión de Villa Favorita por 65 millones y comprar dos residencias en Andorra, previo pago de 2,5 millones al fisco para suavizar la presión al benjamín. Ahora tienen que pasar en el país vecino 183 días para tributar en España como no residentes, mientras sacan adelante la pinacoteca andorrana, a cuyo frente está Guillermo Solana, sobrino de Carmen, y otro gran estímulo para que Borja sea un hombre de provecho. En resumen, la baronesa dijo una vez que «ser rica es muy difícil» y le llovieron las críticas. Le faltó añadir que ser madre lo es más.
Su hijo ya no tiene que vivir en Andorra
Al menos, no tendrá que hacerlo en lo que resta del año. Así lo proclamó el hijo exiliado de Carmen durante una fiesta en el Museo Thyssen con su esposa, Blanca Cuesta, a su vera y patrocinados por una firma de joyas. El heredero de la baronesa ya habría, según él, pernoctado en Andorra los 184 días a los que la ley le obliga si luego quiere tributar como no residente. Con dos expedientes de Hacienda y una petición de tres años de prisión por Fiscalía, la huida a los Pirineos fue la solución más factible que se le ocurrió al niño bonito de Tita, que sigue a la espera de que el Juzgado número 1 de Pozuelo de Alarcón (Madrid) se pronuncie sobre lo suyo, que siempre ha sido lo de su madre. El fisco dice que no declaró 630.000 euros en 2007 y que luego despistó otros 300.000 en 2013. Por eso ha pasado de ser reincidente a ser residente fiscal en Andorra desde 2015, donde se paga un 10 por ciento frente al casi 50 que abonaría en la tierra que tanto defiende su progenitora. El próximo 25 de julio cumplirá 39, los mismos que parece llevar sin cotizar a la Seguridad Social. No le preocupa. Su pensión se apellida Thyssen.
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