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Javier Santos: «La única herencia que me interesa es la genética»

Javier Santos ha pedido que los ocho hijos de Julio Iglesias, de 75 años, acudan a la vista oral el 4 de marzo en el juzgado de Primera Instancia de Valencia, donde se decidirá sobre su demanda de paternidad al cantante, cuya fortuna asciende a 1.000 millones de euros

Javier Santos
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El 29 de enero se cumplen 48 años de la boda que paralizó España, la de Julio Iglesias, futbolista reconvertido en cantante de éxito, e Isabel Preysler, hija de una buena familia filipina, con 19 añitos en el deneí y varias semanas de embarazo.

El 29 de enero se cumplen 48 años de la boda que paralizó España, la de Julio Iglesias, futbolista reconvertido en cantante de éxito, e Isabel Preysler, hija de una buena familia filipina, con 19 añitos en el deneí y varias semanas de embarazo. Siete meses después, la pareja más admirada, por éxito, belleza y glamour, se estrenaba como padres con Chábeli (47), a la que siguieron dos varones, Julio José (45) y Enrique, nacido el 8 mayo de 1975. Dos meses después, papá Iglesias cogía la carretera para hacer su gira veraniega en la Costa Brava. El 18 de julio de 1975 conoció a María Edite Santos, una bailarina portuguesa de 20 primaveras que debutaba aquel día en la misma sala que el triunfador de Eurovisión. Nueve meses más tarde llegó al mundo Javier. La vida nunca volvió a ser igual...para ella. El 4 de marzo, quizá tampoco lo sea para el cantante con más memes vinculados a su capacidad reproductiva. En Valencia, en el juzgado de Primera Instancia número 13, tendrá lugar la vista oral de la demanda de paternidad que Javier Sánchez Santos presentó en septiembre de 2017 con una prueba de ADN bajo el brazo adquirida de una botella que Julio José tiró a la basura en Miami y coincidente al 99,9 por ciento con el intérprete de «Soy un truhán, soy un señor». «Mi madre dice que si el juez nos da la razón va a brindar con champán –asegura Javier. Ella está feliz con las novedades judiciales. Yo soy más realista y lo que para ella es motivo de alegría, para mí no. ¿Cómo me va a alegrar que mi padre me lleve rechazando 42 años? Si acaso puedo estar satisfecho porque estoy consiguiendo que se haga justicia, porque con ella han sido muy duros». Ni euforia, ni celebración. Para Javier, al que le gustan poco las entrevistas, cada paso en su lucha para que Julio Iglesias le reconozca como su noveno hijo es también un recuerdo de cuatro décadas de desprecios. «Me da pena que hayamos perdido la oportunidad de conocernos continúa; cuando era un chaval siempre lo soñaba. Por eso, al tener en mi poder la prueba de ADN, enseguida quise hablar con sus abogados. Pensé que eso le convencería, que lo podría conocer. Quería un acuerdo noble, nada de dinero, solo que me reconociera públicamente y lo dejáramos así. Nos dijeron que no». Pero, ¿y si tras el juicio todo cambiara? La voz de Javier tiembla: «Estoy dispuesto a perdonar. A encontrar el momento y el lugar para poder verle. El camino del rencor no lo voy a recorrer». Entonces, viene a su cabeza el recuerdo de Manuel Díaz, El Cordobés, cuya abogado comparten, y que le lleva unos cuantos meses de adelanto en lo que a paternidad reconocida se refiere: «Me da esperanza que él lo haya conseguido pero me entristece que sus hermanos sí tienen relación con él mientras a mí los míos me rechazan. Me ha dolido escuchar a Julio José decir que casi no me conoce. ¡Que diga la verdad! Te juro que no comprendo a mi familia». Y sigue desahogándose: «¿Por qué no me quiere? Tú sabes las veces que me he hecho esa pregunta? No tengo la culpa de que Julio Iglesias sea mi padre. Él sí». Javier tenía 16 años la primera vez que utilizó el apellido Iglesias. En aquel momento, el juez valenciano Jose Luis Rubido aceptó la demanda puesta por su madre un año antes y le adjudicó la paternidad al cantante después de que éste no se presentara en el Centro de Transfusiones de la Comunidad Valenciana. Era 1992 y él un anónimo estudiante de BUP en Cheste. Dos años después, la Audiencia de Valencia revocaba la sentencia por un fallo en la forma de notificación: «He visto sufrir mucho a mi madre. La han ridiculizado cuando solo defendía la verdad». ¿Y ahora qué? ¿Se cambiará el apellido? ¿Va a reclamar la herencia? «Mi padre pondrá todas las trabas, pero sí, me llamaré Javier Iglesias Santos. Lo de la herencia no lo quiero pensar. He tenido un año duro, un familiar está muy mal, lo único que me importa es no volverme loco con esto».

Le insisto. Javier, que regenta una tienda de nutrición deportiva en la capital del Turia y hace bolos como DJ, podría pasar de ser algo más de mileurista a disputarse, con sus ocho hermanos, una herencia de 1.000 millones. Su tono cambia: «Me parece fatal hablar de dinero. Con todo lo que me está pasando, a mí la única herencia que me interesa de mi padre es la genética de hecho, me estoy informando del genoma humano y me gustaría saber».

Prueba de ADN

Tirando de árbol genealógico, hablamos de aumentar la familia con su mujer, la italiana Chiara Allegrini: «Si mi abuelo Papuchi fue padre casi a los 90, todavía tengo margen». Es el único instante en el que se permite unas risas. Luego continúa: «Mira, antes, cuando veía fotos de mis hermanos de pequeños, con mi padre, sentía envidia. Ahora creo que la vida que he tenido he sabido llenarla de amor y de tiempo con personas amadas y aislarme de malos pensamientos. Ellos habrán tenido cosas materiales pero quizá no una vida tan bonita como la mía. Gente que me ha querido y me quiere por quien soy». Javier se despide emocionado. Cuatro días después, llamo a su abogado, Fernando Osuna, el «number one» en las demandas de paternidad en España. Me confirma que el juicio será a puerta cerrada a petición de los abogados de Julio Iglesias y le cuestiono si eso significa que el artista latino más importante de la historia acudirá a la vista: «Creo que no –contesta– y eso nos beneficia. Las preguntas que se le formulen, como si Julio es el padre de Javier, se darán como contestadas con un “sí”. Además, hemos pedido otra prueba de ADN, estarán el detective que consiguió la botella de agua de Julio José para demostrar su autenticidad y los científicos que llegaron a la conclusión de la coincidencia genética. También hemos requerido que vengan los otros ochos hijos de Julio». Cuelgo y entro en Instagram. Cristina y Victoria Iglesias (17), dos de los cinco hijos que Julio ha tenido con su segunda esposa, la modelo holandesa Miranda Rijnsburguer –con la que se casó en 2010–, están invernando en España y acaban de publicar una foto. Desde Marbella, posan con varios perros abandonados y piden su adopción: «Este nuevo año, cambia una vida», reclaman. Su padre aún no les ha dado un «like».

Una fortuna en paraísos fiscales

Cinco meses después de que Javier Santos interpusiera la demanda de paternidad, Julio Iglesias comenzó a reorganizar –y también ampliar– su fortuna, estimada en unos 1.000 millones de euros por la revista «Forbes», lo que le sitúa en el puesto número 28 de los españoles más ricos. Así lo han asegurado varios medios de comunicación, que dan por hecho la compra de una mansión en Panamá, el pasado febrero, por un valor de 15 millones de euros. Además, se asegura que el ex de Isabel Preysler, cuyas principales inversiones están unicadas en Estados Unidos y República Dominicana y van desde los negocios petrolíferos a los inmobiliarios, ha vendido la mayor parte de su participación en el Grupo Punta Cana, deshaciéndose de sus activos en hoteles y campos de golf para quedarse «solo» con el 5 por ciento que posee del aeropuerto de este paraíso del turismo. A estos ingresos también podría sumarse, a no tardar, los 120 millones que pide por el terreno adyacente a la casa familiar de Indian Creek, en Miami, valorada en 20 millones, lugar de residencia de su esposa, Miranda, y sus cinco hijos, Miguel (21 años), Rodrigo (19), Victoria y Cristina (17) y Guillermo (12). El artista, con más de 350 millones de discos vendidos a lo largo de su carrera musical, es dueño, además, de una isla en las Bahamas, fincas en La Pampa, un jet privado y el 2 por ciento del club de la NBA Miami Heat. En su última entrevista en televisión, que la realizaron en octubre de 2015, Julio le confesaba a Jordi Évole que lo que más le gustaba de la vida «es aquello que no puedo comprar». Ante la insistencia del presentador de «Salvados», Iglesias enumeró: «Me refiero al tiempo, los abrazos, la salud...». Un año después de esta declaración de intenciones, la revista «People with Money» publicaba que su patrimonio había aumentado en 82 millones.