Artistas
Pantoja, vigilada hasta octubre de 2019
Crece la excitación y aumenta el morbo ante lo que su discográfica comunicará mañana, relegando a Agustín. Anticipan su futuro artístico: datos, día de reaparición –ella prefiere el Casino de Aranjuez, pero quizá sea Barcelona, donde el Radio-Taxi de Justo Molinero le asegura llenazo apoteósico–. Domina y maneja el medio, llega al respetable, sabe quiénes son sus fans y no corre peligro, aunque elijan un escenario de prestigio como el Liceo o los enormes Tívoli y Coliseum, porque el tiempo no aconseja jugársela al aire libre, aunque sea el Mediterráneo. Los más próximos creen que irán rodando y comprobando las reacciones de un público siempre adicto. Pero ahora se trata de perdonar lo que ella, cegada por amor o dinero, se buscó. Tuvo el castigo merecido. Estará controlada y bajo ojo hasta el 28 de octubre de 2019, cuando se cumplan tres años de lo que el viernes firmó en Jerez.
Deslumbra en la portada de su nuevo álbum, donde para rellenar hasta incluyen un tema que Juan Gabriel compuso para Rocío Dúrcal y que no llegó a grabar por dejarnos demasiado pronto. El mexicano propició un resurgir musical muy lejos de «Se me enamora el alma» o «El señorito», hits cercanos a la tonadilla. Bordó los bolerones y canciones recreando a la andaluza el estilo menos desgarrado de grandes como Guillot y Elvira Ríos, por sólo citar a dos baladistas que manejaron todos los estilos. Y es que el cantautor mexicano era, al igual que Raphael, un compendio del olvidado Antonio Amaya –tan gesticulador y perenne en el Paralelo barcelonés–, la calidez de Ríos y el arrebato casi doloroso de la gran reina del bolerazo que fue la negraza de Cuba. Conocí a Amaya años antes de morir abandonado en una residencia de Sitges.
Una cosa es sacar disco y otra pisar el escenario. Isabel lo pasea como nadie después de Concha Piquer. En eso empequeñecía a «la más grande», de enorme voz. Sea donde sea, el lleno está asegurado, aunque yo creo que preferirá la Ciudad Condal, tan repleta de andaluces. Fiesta grande hubo en Cantora para celebrar que acabó lo preventivo con toda su familia, Isa incluida con su ultimo novio, además de la siempre entregada Celeste, que crió a su hija. El clan se enternece con Jessica y Paqui,sucesoras de lo que en su tiempo fue Tere Pollo, a la que en Marbella un verano rebautizaron humorísticamente como Tere Bollo. Luego aparecería Julián, cual terrible ángel de la guarda, dulce compañía. Vivían en Villa Fantasía antes de que el ardor de Encarna Sánchez comprase a pie de playa la casa construida sin permiso municipal, que hoy es de Antonio Banderas y que Jesús Gil le había ofrecido «por un módico precio» a Antonio Herrero. Así era aquella Marbella, que quizá sea su nueva residencia, porque ya no tiene casa en Madrid.
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