San José
Para ti, Fefa, mi último homenaje
No es fácil hoy para mi escribir esta crónica pues mi ánimo y mi cabeza están bastante ausentes debido a todos los acontecimientos que han ocurrido en estas últimas semanas, desde que llegué de mi aventura en «Supervivientes». Mi instinto me decía que tenía que estar aquí la primera semana de junio no puedo explicarles el por qué, pero tenía un presentimiento y miedo de que a mi madre le ocurriese algo y efectivamente así ha sido. Fefa nos ha dejado. Se ha ido en paz y cumpliendo un deseo que en los últimos tiempos repetía sin cesar: reunirse con sus padres. Por mucho que sepamos que es ley de vida cuesta aceptar sentirse huérfana, perder la referencia más importante de tu vida, esa sensación de no poder llamarla para contarle todas tus cosas... Con ella siempre tuve una confianza infinita más cercana a una amiga que a una madre, incluso en mi adolescencia compartía con ella mis secretos de los primeros amores y nos reíamos juntas. Siempre recordaré la primera vez que vino a verme a Londres cuando estaba allí trabajando en el Banco de Santander. Yo tenía un apartamento en Chelsea y ella venía a mi casa, era mi invitada y estuve preparando todo para que se sintiese feliz y encontrase todo precioso y lleno de flores. La alegría y emoción del reencuentro en una ciudad ajena que ella no conocía fue enorme. La recogí en el aeropuerto y dejamos las maletas en casa para lanzarnos a la calle como dos adolescentes que no tuviesen tiempo para ver y hacer todo lo que querían. Charloteábamos, nos reíamos, queríamos ir de compras y terminábamos sentadas en Hyde Park enfrente del lago en una preciosa tarde de Primavera. Ella me dijo: «¡Carmen que felicidad!, hemos hecho tantas cosas que ya podría irme y tendría la sensación de conocer Londres». Fueron unos días maravillosos de complicidad y de cariño; también de risas porque mi madre y yo teníamos el don de reírnos muchísimo por cualquier tontería. Fefa era preciosa en esa época, a cualquier sitio que íbamos llamaba la atención por su elegancia y belleza, a su lado siempre me sentía insignificante.
Al empezar a escribir tenía mi mente en blanco y este recuerdo ha fluido de forma espontánea, hubo muchos en nuestra vida quizá más importantes, pero esos días que por primera vez en mi vida yo podía recibir a mi madre en «mi terreno», sintiéndonos tan libres y pudiéndole mostrar la belleza de esa ciudad que adoro no los olvidaré nunca porque fueron la felicidad y la complicidad absoluta entre madre e hija.
Esta Fefa es la que siempre estará en mi corazón y también la de estos últimos meses en los que como escribí en mi crónica «Un viaje de vuelta a la inocencia» se convirtió en la madre más dulce y cariñosa. Vivía en su mundo de recuerdos de infancia y ensoñaciones. Recuerdo en uno de sus muchos momentos de lucidez cuando me dijo: a veces me da miedo olvidarme que tuve hijos... Y se me partió el corazón. Pero yo desde aquí quiero hacer un homenaje a la mujer brillante, gran anfitriona, que era una fashionista de su época pues adoraba la moda y tenía un gusto extraordinario, a esa mujer a la que todo el mundo miraba cuando entraba con su porte de reina en cualquier sitio y a la vez era sencilla y divertida. Esa Fefa es la que quiero recordar siempre y de la que tan orgullosa me he sentido y siempre estará en mi corazón. Mi madre.
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