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¿Se desmorona el sueño europeo?
Todos estamos impactados con el asesinato de la diputada laborista británica en plena tensión por la consulta del Brexit. Se desmorona el sueño europeo que tantos años costó configurar, el sueño de ese visionario Jean Monnet, que en 1943 planteó desde Argel sus ideales europeístas. «No habrá paz en Europa si los estados se construyen sobre la base de la soberanía nacional», decía. Los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad y los avances sociales indispensables. Esto supone que los estados de Europa se agrupen en una federación o entidad europea convirtiéndose, en una unidad económica común. Nos ha costado a todos asumir la identidad europea por encima de las nacionalidades y es muy triste que este sueño se desmorone porque siempre acabemos tendiendo a mirar más por los intereses individuales que por la unión de muchos. Al final va a resultar que los europeos, siendo la cuna de la civilización occidental, no tenemos la madurez suficiente para desarrollar un proyecto común que supondría la hegemonía europea. Lo mismo ha ocurrido en nuestras pasadas elecciones. Los políticos no supieron anteponer el bien de España a sus egoísmos individualistas. Nuestro peor lastre es el de estos dirigentes que sólo gobiernan desde sus intereses y no para hacer más felices y prósperos a los ciudadanos.
En España no tendremos armonía ni paz si las comunidades se cimentan sobre la idea de la supremacía de los nacionalismos. Quizá tengamos que asumir mirando a Europa que los franceses, ingleses, griegos o españoles no somos tan hermanos como creíamos cuando contemplábamos el espejismo de una Europa unida. Quizá somos pueblos demasiado «viejos» y con demasiada identidad y lenguas diferentes para hermanarnos. Es el contrapunto a una Norteamérica joven y unida bajo una misma lengua.
El hombre es un perro rabioso contra el hombre. Lo hemos podido comprobar con la terrible agresividad de los hinchas rusos dando palizas a todo el mundo. Me hace reflexionar cómo una pasión por el fútbol se acaba convirtiendo en un infierno. Muchas veces las pasiones mutan en violencia desmedida. Esto ocurre en el amor, lo podemos comprobar continuamente. Cómo si no fuera posible que dos personas que se amaban con pasión terminen odiándose y matándose hasta por el mando del televisor. Cuanta más pasión, más agresividad. Quizá el éxito de una relación sea que no haya pasión desmedida... Sólo cariño y respeto, pero pienso que eso mutaría en un infernal aburrimiento. Elijan ustedes...
Esta crónica la escribo desde Valencia, una ciudad bellísima para mí, el compendio de lo que entendemos por el Mediterráneo lleno de luz y de pasión con una enorme energía y alegría de vivir. Los valencianos son artistas, músicos, generosos, capaces de quemar obras de arte para al día siguiente empezar a crear otras nuevas. Ese sentido de lo lúdico, de que nada es definitivo, es lo que me enamora de ellos.
El evento más emotivo y bello de mi semana fue la cena benéfica organizada por Fiona Ferrer en el hotel Santo Mauro con el fin de recaudar fondos para la fundación Juegaterapia y hacer realidad el cuarto «Jardín de mi hospital» que alegre la vida y la haga más bonita a tantos niños con cáncer que sufren cuando deberían estar jugando y siendo felices sin esa lacra injusta en sus cuerpecitos. Su presidenta y fundadora Mónica Esteban está haciendo una labor encomiable desde la más absoluta discreción. Gracias en nombre de todos, Mónica.
Este fin de semana me toca un poco de relax y zona confort después de tanto estrés y ya fuera de mi casa inundada, que me produce enorme tristeza.
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