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Un brindis con billetes de euro en casa de Cuqui Fierro

Su palacete en el barrio de Salamanca madrileño ha sido escenario de las mejores convocatorias sociales. Y también para que Isabel Preysler y Tita Thyssen se codeasen con la sociedad a la que ellas querían pertenecer

De izquierda a derecha: Guillermo Echevarría, Cuqui, Encarnita Polo y Jaime Martínez-Bordiú en la cena de Nochevieja
De izquierda a derecha: Guillermo Echevarría, Cuqui, Encarnita Polo y Jaime Martínez-Bordiú en la cena de Nocheviejalarazon

Ni aunque hayas ido veinte veces a cenar a la casa de Cuqui Fierro dejas de sorprenderte por lo fabulosamente que recibe. Ni los dolores en las piernas y en el corazón, que le restan movilidad, le impiden dar la bienvenida en el recibidor de su casa, cuajada de esmeraldas y vestida con una chaqueta dorada con mucho brilli-brilli. «Me gusta todo lo que brilla y tiene animal print..., discreta no soy». El recibidor tiene acceso a una pequeña capilla, donde todos los domingos se oficia misa a la una y que algunos amigos, también presentes en la cena de Nochevieja, como María Teresa Viscasillas y su hijo Dani San Martín, la tienen como iglesia de cabecera.

Cuqui Fierro es una galaxia en el centro de Madrid. Su palacete en el barrio de Salamanca ha sido escenario de las mejores convocatorias sociales de la ciudad. No sólo por ser el lugar de referencia para que Isabel Preysler o Tita Thyssen se codeasen con la sociedad a la que ellas querían pertenecer, es que el «quién es quién» –algunos ahora andan desmemoriados– se ha dado cita allí en esos recios muros. Un quién es quién que incluye desde el Rey Don Juan Carlos a Luis Miguel Rodríguez, el empresario de la chatarra amigo de Carmen Martínez-Bordiú, del que incomprensiblemente está enamoradísima, y cuya madre, Carmen Franco, estaba invitada a cenar pero excusó su asistencia por estar en el Mar Menor pasando las fiestas con unos amigos.

Cita a las nueve

Las Nocheviejas en casa de Cuqui Fierro serán recordadas para siempre por cómo recibe. Valga un dato, las doncellas y mayordomos que atienden conocen a todos los invitados por sus nombres y después de servir la cena, el servicio –esa noche eran doce personas porque algunos libraban– se junta en el salón para saludar y desear Feliz Año a todos los presentes. Decir que la cocinera abulense, que lleva veinte años en casa de Cuqui, y su ayudante argentina, recibieron una ovación por las exquisiteces que habían cocinado.

A las nueve de la noche comenzaban a llegar los invitados. Carlos Ochoa, nieto del premio Nobel Severo Ochoa, fue de los primeros en acudir, pero sólo para saludar, no se quedó a cenar. La que sí se quedó y disfrutó fue Leonor Madrid, amiga de Cuqui desde los doce años. Su hijo Javier López Madrid, excelente amigo del Rey Felipe, es ahijado de Fierro. Esa noche Leonor brindó feliz porque su hijo ha sido exculpado de una denuncia con pruebas falsas que les tuvo en vilo hasta hace unos días. Al momento, llegaba Encarnita Polo, que está muy recuperada y deseando poder participar en pequeñas audiciones, como las que hace Paloma Gómez Borrego, que apareció a tomar las uvas y estaba encantada porque le va divinamente con sus actuaciones por España recitando a los clásicos acompañada de un músico.

La boda de Cynthia Rossi

También estuvieron Jaime Martínez-Bordiú y su novia Marta Fernández, al que los invitados a medianoche le cantaron el cumpleaños feliz de una edad indeterminada. Antes vende su pequeño coche rojo descapotado que confesar la edad. Jaime, durante la cena, relató lo bien que lo habían pasado en París en la boda de su sobrina Cynthia Rossi. «Forman una pareja estupenda, él había sido su primer novio y es un “cerebrito”. Lo dejaron porque Benjamín sólo tenía tiempo de estudiar. Así que cuando se reencontraron casualmente retomaron la relación y él ahora es un médico al que los hospitales se rifan. Mi sobrina ya está instalada en Burdeos y allí pinta sus cuadros, que tienen hasta lista de espera».

Lo comentaba Jaime, apoyando los brazos sobre un mantel blanco bordado con hilo rojo en las Islas Azores, que hacía juego con los platos. Sobre una vajilla de corales de Limoges tomamos un caldo; luego, langostinos en salsa con arroz blanco. Para la pularda rellena de frutos secos acompañaba con puré de manzana, cebolla y castañas, se usaron los platos con motivos de caza. La cristalería, italiana, y los centros, con mariposas brillantes y flores frescas... La mesa era una auténtica alianza de las civilizaciones. Quién frecuenta esta casa, como David Meca, me advertía: «Deja sitio para el postre porque son irresistibles y todos caseros». Eso hice ante la visión de las tartas de limón, de chocolate y de yema. Por cierto, las doce uvas, peladas y sin pepitas, fueron seguidas por TVE. No se vio más ni se escuchó más música que las del tintineo de las copas al brindar con un anillo de oro dentro, mientras que con la mano derecha se sujetaban algunos billetitos de euros. Supersticiones que no cuesta seguir y por si acaso, que las meigas, haberlas haylas.