Relevo en el PSOE
Verónica Pérez: Una pequeña XXL a la que los pedristas llaman Napoleón
Hija de un cartero militante del PSOE, Verónica Pérez está separada y es madre de dos niños. Vive en Mairena con un joven de las Juventudes Socialistas bastante menor que ella.
Hija de un cartero militante del PSOE, Verónica Pérez está separada y es madre de dos niños. Vive en Mairena con un joven de las Juventudes Socialistas bastante menor que ella.
Enclavado entre las muy prósperas localidades de Mairena y Tomares, San Juan de Aznalfarache es el último reducto proletario del Aljarafe, la comarca que contempla Sevilla asomada a un balcón y que se ha convertido en el principal desahogo residencial de la capital hispalense. Así es desde poco después de que naciera allí Verónica Pérez Fernández (1978), hija de un cartero militante del PSOE que echó los dientes en la agrupación local, a cuyas reuniones iba de la mano de su padre para ayudar al secretario a levantar acta. Desde aquellas notas infantiles a su célebre pronunciamiento en la puerta de la sede de Ferraz, «la única autoridad soy yo», la ascensión ha sido meteórica.
Un miniyó de Susana Díaz
Un antiguo militante de su agrupación define a Pérez como «el típico producto del aparato, una especie de miniyó de Susana Díaz». Todavía la recuerda en los últimos años del pasado siglo «organizando los autobuses para acarrear público a los mítines de Chaves. Ya se le notaba la vena autoritaria» que mostró anteayer en Madrid. No se había doblado el milenio cuando fue elegida concejal en su pueblo, en 1999, cuando la joven Verónica ya había abandonado los estudios de Económicas. Su universidad sería el escaño, aunque su aspecto pueril le jugó una mala pasada cuando el fotógrafo que iba a retratar a la nueva corporación municipal pidió a gritos «que se aparte la niña». La niña era una electa a punto de convertirse nada menos que en delegada de Hacienda.
La futura presidenta del Comité Federal del PSOE se ennovió pronto con un paisano al que todos conocen en San Juan por su apellido, Rivero, que encontró acomodo laboral en el ayuntamiento administrado por su enamorada, luego esposa. Ahí sigue, pese a que la pareja se separó al poco de nacer su segundo hijo, «hará cosa de dos o tres años», según un vecino sanjuanero bien informado, quien añade que «en el pueblo se dice que Verónica vive ahora en Mairena con un chaval de las Juventudes Socialistas bastante menor que ella». Es legendaria la endogamia del régimen juntero, desde luego, oasis de bonanza laboral en la capital europea del paro donde cada cargo o carguillo coopta a varias docenas de parientes.
En 2004, Verónica Pérez saltó a la administración autonómica y poco después al parlamento regional, donde en 2009 recibió el premio de la Asociación de Periodistas Parlamentarios de Andalucía como «diputada revelación». Fue ella quien impulsó ese año la modificación del reglamento de la cámara para que las electas de baja por maternidad pudiesen votar en los plenos. El chavismo tocaba a su fin y una quinta de socialistas andaluces criados en democracia se preparaba para el relevo: Rafa Velasco, Mario Jiménez, la propia Pérez o su amiga del alma, Susana Díaz, que ya mandaba en el PSOE sevillano, la federación provincial más importante de España.
Cuando Díaz sucedió a Griñán impulsó a Verónica Pérez para que la relevase al frente del primer granero de votos del PSOE pero también de una organización compleja en la que las familias vivían enfrentadas desde que borbollistas y guerristas desataron las hostilidades a mediados de los ochenta. En noviembre de 2013, heredó un puesto complicado, ya que aún andaban a la greña Antonio Gutiérrez Limones, alcalde entonces de Alcalá de Guadaíra y candidato derrotado del sector crítico, pero sobre todo con Francisco Toscano, el todopoderoso regidor de Dos Hermanas que lideraba a los levantiscos. Impuso la paz. «Ha impuesto su autoridad con mano de hierro. Desde Napoleón ya sabemos cómo se las gastan los bajitos», admite un «pedrista» con mando en el Ayuntamiento de Sevilla.
No tiene ningún complejo Verónica Pérez, desde luego, que se atreve con modelos tan extravagantes como el que lucía el día de su epifanía madrileña. Rodeada de periodistas que le sacaban de media dos palmos, no se puede decir que haya crecido mucho la niña sanjuanera a la que el fotógrafo quería sacar del encuadre. Físicamente, se entiende, porque con sólo una frase ha adquirido una dimensión política XL. «La única autoridad soy yo», dijo la hija del cartero, y provocó un terremoto en el primer partido de la oposición. El paño de la Verónica no es hoy el evangélico alivio de Cristo camino del Calvario, sino el sudario que envolverá el cadáver (político) de Pedro Sánchez.
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