Historia
Grandes misterios de España: El gran enigma del duque de Alba
Este soltero cuarentón amigo de Alfonso XIII fue acusado de apropiación indebida y estafa, aunque el sumario en su contra quedó archivado tras el estallido de la Guerra Civil
Este soltero cuarentón amigo de Alfonso XIII fue acusado de apropiación indebida y estafa, aunque el sumario en su contra quedó archivado tras el estallido de la Guerra Civil.
El XVII duque de Alba, Jacobo Stuart y Falcó, se convirtió en una rara avis de su época, en un soltero cuarentón al que se le unía sentimentalmente con la norteamericana Linda Lee Thomas, que años después contraería matrimonio con el compositor Cole Porter, célebre por sus producciones musicales de la Metro Goldwyn Mayer y autor de canciones tan emblemáticas como «Beguin the Beguine» y «I love Paris». Nacido el 17 de octubre de 1878, el duque Jacobo llegó a ser casi un misterio para sí mismo. ¿Cómo, si no, podía comprenderse la existencia de un personaje tan excéntrico entonces? ¿Y, sobre todo, la de un noble implicado en un caso judicial todavía hoy no esclarecido...? Era casi ocho años mayor que su amigo y socio el rey Alfonso XIII, con quien, por si fuera poco, guardaba cierto parecido físico a juzgar por su esbeltez, sus facciones angulosas y su bigote recortado. Jacobo se desposaría finalmente con Rosario, Totó, de Silva y Gurtubay, marquesa de San Vicente del Barco y veintidós años más joven que él. La boda se celebró en la embajada de España en Londres el 7 de octubre de 1920, diez días antes de que el duque cumpliese 42 años. Los padrinos fueron, cómo no, los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, representados por el padre de la novia y la hermana del novio. Nada hacía presagiar entonces al recién casado que su joven esposa, siguiendo el triste destino de los consortes de la Casa de Alba, fallecería al cabo de catorce años, el 11 de enero de 1934, de una tuberculosis en el palacio de Liria. Desde su boda, Jacobo Alba se dedicó con mayor ímpetu al mundo de los negocios, invirtiendo en las obras del Metro madrileño y en las del Stadium Metropolitano; asumió también las presidencias del Real Automóvil Club de España, de Telefónica y de Standard Eléctrica, promoviendo al mismo tiempo la construcción del campo de golf de Pedreña, en Santander.
Fiascos empresariales
En 1928, y con un decidido apoyo de Alfonso XIII, se convirtió en presidente de la Compañía del Golfo de Guinea, cuya finalidad era desarrollar la explotación en aquella zona; abandonó el cargo para incorporarse como ministro al Gobierno Berenguer. Entre sus fiascos empresariales se contaba su aventura, emprendida junto con un grupo de hombres de negocios donostiarras, para crear Aceros Lasarte, compañía que acabó siendo un desastre económico. Pero no por ello su fortuna se resintió, pues era uno de los cinco primeros terratenientes de España, con propiedades que sumaban más de 35.000 hectáreas. Y es que la herencia, sobre todo en la Casa de Alba, siempre fue el medio más rápido de convertirse en hombre o mujer inmensamente ricos. El duque Jacobo fue un personaje relevante en el mundo de la cultura, que en febrero de 1918 fue elegido numerario de la Real Academia de la Historia, institución que luego dirigió. Dos años después se le nombró académico de número de la de Bellas Artes de San Fernando, y en otro momento presidió el Patronato del Museo del Prado.
Su currículo internacional era impresionante: doctor honoris causa por el Trinity College de Oxford, miembro de la Academia Imperial de Berlín, de la British Academy de Londres, de la Massachussets Historical Society de Boston y de la de Ciencias de Lisboa. Su anglofilia fructificó en la colaboración con la Residencia de Estudiantes para formar el Comité Hispano-Inglés en 1923, a iniciativa suya y del embajador sir Esme Howard. El propio Alba donó fondos al comité, encargado de promover las relaciones intelectuales, artísticas y científicas entre Inglaterra y España. Presentado sobradamente nuestro protagonista, concluiremos con su mayor enigma: ¿Fue realmente culpable de delitos tan graves como los de apropiación indebida, falsedad documental o estafa? Consignemos que el 6 de diciembre de 1933, el magistrado Mariano Luján, titular del Juzgado de Instrucción número 10 de Madrid, elevó su informe definitivo al Tribunal Supremo, que previamente había delegado en él la instrucción del caso sobre las apuestas ilegales en las carreras de galgos en pista cubierta. Así, como suena. Se trataba de la instalación de un canódromo con apuestas cruzadas, prohibidas durante la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. Tras practicar innumerables diligencias, el magistrado Luján consideró probadas la mayor parte de las acusaciones formuladas por Enrique Zimmermann en su querella, al mismo tiempo que implicó también en los hechos al Rey Alfonso XIII y al duque de Alba. Pero el sumario quedó archivado tras el estallido de la Guerra Civil. Misterio...
La denuncia que se convirtió en querella
Todo empezó con una denuncia publicada en el Heraldo de Madrid del 8 de abril de 1932, el cual titulaba así su editorial: «Una gravísima denuncia ante la Comisión de Responsabilidades». A continuación, el rotativo informaba: «La camarilla regia ha explotado en España fraudulentamente, con el apoyo de don Alfonso de Borbón, el fabuloso negocio de las carreras de galgos en pista con apuestas mutuas». La denuncia revelaba, en síntesis, que la camarilla regia de Alfonso XIII había obtenido de éste el permiso para organizar de manera ilegal un próspero negocio. Para tal fin se creó en 1929 una sociedad denominada Club Deportivo Galguero Español, que presentó sus estatutos y reglamentos en el Gobierno Civil de Madrid. La denuncia se convirtió en querella, se amplió al duque de Alba y a otros nobles, y fue investigada por un juez con el resultado de culpabilidad.
La Fecha: 6/12/1933
El magistrado Mariano Luján elevó su informe al Supremo, que había delegado en él la instrucción del caso sobre las apuestas ilegales en las carreras de galgos.
El Lugar: Madrid
El juez consideró probadas la mayor parte de las acusaciones de Enrique Zimmermann en su querella, implicando también al rey Alfonso XIII y al duque de Alba.
La anécdota:
Jacobo era casi ocho años mayor que su amigo Alfonso XIII, con quien guardaba cierto parecido físico por su esbeltez, sus facciones angulosas y su bigote recortado.
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