El viaje de mi vida

Bishop: Laura Sánchez, un día patriótico

Descendieron un río de la forma más rudimentaria

Laura Sánchez sentada en el porche de la cabaña en la que pasó la celebración del día 4 de julio
Laura Sánchez sentada en el porche de la cabaña en la que pasó la celebración del día 4 de juliolarazon

Descendieron un río de la forma más rudimentaria.

Lleva media vida viajando por su trabajo como modelo y reside en Madrid desde hace años, pero conserva esa gracia onubense que le dio su tierra y que resulta, afortunadamente, imposible de borrar. Todo lo cuenta riendo. Incluso cuando se remonta a los inicios de su empresa, difíciles como todos. Hoy, su marca de biquinis y ropa interior está más que consolidada, Bloomers&Bikini, y todavía se divierte coqueteando con el mundo de la moda. Recién casada con el cantante y compositor canario David Ascanio, rememora para nosotros un viaje a la América profunda. «El recorrido fue México DF, Tulum, Los Ángeles y Bishop, que es el pueblo donde vivimos la experiencia que te voy a contar. Estando en Los Ángeles, nos coincidió en fecha con la celebración del Día de la Independencia de Estados Unidos, el 4 de julio, y surgió un plan maravilloso. Nuestros amigos de Los Ángeles tenían una cabaña en un pueblo que se llama Bishop, también en California. Para que te hagas una idea, es como Sierra Nevada en Granada en versión americana. Es el pueblo de esquí de la zona, aunque en verano hace un calor tremendo. Así que de repente se decidió que nos fuéramos todos allí a celebrarlo. David y yo alquilamos un coche en Los Ángeles y tardamos como seis horas en llegar... Aquello era una carretera interminable, de esas del antiguo Oeste en las que solo ves bolas rodar... Todo desierto y, de repente, cada 150 kilómetros más o menos, observabas árboles a lo lejos y deducías que había vida. De hecho, David terminó diciendo: «Árboles, agua; agua, gente; gente, pueblo; pueblo, bar». Claro, íbamos como locos por comprar agua. Los pueblos tenías que verlos: no había más que siete gasolineras, cuatro bares, dos hamburgueserías, muy pocas casas y ya, salías y otra vez la carretera interminable. Lo que aún no hemos conseguido averiguar es por qué tardamos seis horas en llegar y cuatro en volver. Sigue siendo un misterio para

nosotros».

Llegaron, que es lo importante, y entonces empezó el jolgorio. «Una vez allí el plan estaba muy claro: 20 americanos y nosotros, metidos en una cabaña (la que veis en la foto), organizando la jornada de celebración del 4 de julio, que consistía en navegar por el río en plan rudimentario. Nos fuimos a un desguace, compramos neumáticos de camión, los hinchamos y después paramos en un supermercado para comprar provisiones. Y a continuación, nos lanzamos al río. Tal cual. Cada uno subido en un neumático y unidos mínimamente por una cuerda por si alguno se desviaba. Uno de ellos lo dejamos únicamente para la comida y la bebida y cada vez que queríamos algo, tirábamos de la cuerdecita y nos lo acercábamos. Así el día entero, con el agua congelada y pasando tramos rápidos y otros en los que te tenías que impulsar un poquito con las manos. Divertidísimo, nos reímos mucho. Fue un 4 de julio muy americano». Dan ganas de probar.