Historia
Y la minifalda asciende
El año continuó y los hitos se sucedieron: Elvis y Priscila se casaron, Gabo publicó su obra maestra, el Nobel de la Paz quedó desierto por la Guerra Fría... Y El Vaticano se «unió» a Chanel para perseguir la falda por encima de la rodilla
El año continuó y los hitos se sucedieron: Elvis y Priscila se casaron, Gabo publicó su obra maestra, el Nobel de la Paz quedó desierto por la Guerra Fría... Y El Vaticano se «unió» a Chanel para perseguir la falda por encima de la rodilla.
El martes de la semana pasada les había prometido sesenta y siete seguidos, pero no me dio tiempo, o lo que es lo mismo, me faltó espacio. Así que intentaré hoy terminar de cumplir la promesa. El 1 de mayo se celebró el enlace entre Elvis Presley y Priscilla Presley. A principio de julio el dibujante italiano de comic Huggo Pratt inicia las aventuras de Corto Maltés con la publicación de «La balada del mar salado», una historia iniciática de Caín y su prima Pandora Groovesmore que transcurre entre 1913 y 1915 en la Nueva Guinea alemana. El 26 de octubre se celebró la fastuosa coronación de la nueva esposa del Sha, Farah Diba, vestida de largo como era preceptivo para tan alta ocasión, que recibió el antiquísimo título persa de Shahbaneu (la favorita del Sha), por supuesto de Persia, hoy República Islámica de Irán. Creo recordar que fue la última vez que la prestigiosa casa Van Cleef & Arpel hizo una corona para un mortal. Desde entonces, incluso las «muy coronadas» casas de lujo francesas, han tenido que conformarse con hacer relojes para los pashas del mundo unidos. Perdonen ustedes el mal chiste, pero me venía como guante al dedo, para sugerir que también al lujo parecen haberle llegado los tiempos de la democratización. El 10 de diciembre de 1967, en la primera actuación del grupo de teatro Living Theater, estrenan su versión de la «Antígona» de Sófocles, con ella se inauguraba el llamado «teatro de la crueldad». Desde entonces los directores de escena, como ustedes habrán intuido, se han hecho los nuevos reyes del teatro, de la danza y, sobre todo, de la ópera. Para desesperación quisiera añadir, la mayoría de las veces, de los directores, los cantantes y los públicos de todos los tiempos, que preferirían no ver a la espléndida Violeta de «La dama de las camelias» pavonearse en un burdel de la Gestapo. Como es una moda, otra moda más, suponemos que también pasará.
El 15 de julio Gabriel García Márquez publica «Cien años de soledad». Ese año el Premio Nobel de Literatura le es otorgado al guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el primero de una larga serie de reconocimientos al fenomenal «boom iberoamericano». El Premio Nobel de la Paz queda desierto. Todo un síntoma de la Guerra Fría que estábamos viviendo. El 14 de septiembre se prohíbe la minifalda en el Estado Vaticano. No estaba sola la Iglesia en estas cosas aparentemente tan frívolas del estilismo, también Gabrielle Chanel se había opuesto siempre a subir la falda por encima de la rodilla. Una parte de la anatomía femenina que a ella le parecía insoportablemente fea. Una opinión muy discutible de la ya «vieja dama» que nos habría impedido, de haberse salido con la suya, verle las rodillas a la exquisita Romy Schneider. Menos mal que su papel de protagonista en «La piscina» nos permitirá disfrutar de sus piernas, aunque fuese en brazos de Alain Delon, hasta mucho más arriba.
Hablando de películas, en la 39 edición de los Oscar «Un hombre para la eternidad» fue elegida la mejor del año 67 y como director Fred Zinnemann por esta obra maestra sobre la vida y la muerte de sir Tomas Moro. Paul Scofield, su intérprete, fue elegido mejor actor. El premio a la actriz fue para Elisabeth Taylor, por su extraordinario papel en «¿Quién teme a Virginia Woolf?». La mejor película de habla no inglesa recayó en «Un hombre y una mujer», con Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant. Una historia de amor entre una script y un piloto de carreras, que se encuentran entre una inolvidable música de Francis Lai, «Un hombre y una mujer», que ya había conseguido la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1966, recibió también premio al mejor guión en esos Oscar.
No se me va de la cabeza la obsesiva manía de Mademoiselle con la minifalda. Menos mal que Karl Lagerfeld lo primero que hizo, cuando heredó la batuta de su inmenso imperio en 1983, fue decretar que Chanel era: un traje «cuatro bolsillos», en tela denín, con la falda por encima de la rodilla. «¡Me naturallement!».
✕
Accede a tu cuenta para comentar