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El Polo Norte desde abajo
Era el más grande de los submarinos y el que tenía unos motores únicos, pero nada de eso le hubiera servido al «USS Nautilus» para pasar a la Historia si no hubiera sido el primero en atravesar el Polo
El «USS Nautilus» era un submarino especial. Construido para la Armada estadounidense bajo la dirección del capitán ingeniero Hyman G. Rickover, entró a formar parte de la flota de submarinos atómicos del país en 1954, cuando la esposa del presidente Eisenhower estampó sobre su casco la consabida botella de champán. Un año después completaba con éxito su primera singladura alimentado sólo con motores nucleares, sin ayuda de la propulsión diésel. Es decir, que había sido diseñado, fletado y puesto de largo como cualquier otro submarino nuclear de la Armada. ¿Por qué entonces decimos que era especial? ¿Por ser más grande que sus coetáneos, con sus 97,2 metros de eslora y sus 3.180 toneladas desplazadas? ¿Porque sus motores nucleares no necesitaban oxígeno para la combustión y apenas una pequeña cantidad de combustible atómico era lo que le permitía mantenerse sumergido durante periodos increíblemente largos de tiempo? ¿Porque los mismos motores de uranio podían propulsar a la nave a más de 20 nudos? Por nada de eso: lo que hace del «USS Nautilus» un barco excepcional es la hazaña finalizada tal día como ayer de 1958 cuando tocó tierra en un puerto de Islandia. Había sido la primera nave capaz de atravesar el Polo Norte, por debajo de los hielos.
El barco partió de Pearl Harbor el 23 de julio con el fin de completar la «misión Northwest Passage», consistente en cruzar subacuáticamente el punto exacto del Polo Norte Geográfico por primera vez en la Historia. A bordo viajaban 116 hombres, cuatro de ellos civiles científicos que iban a dar fe del hito histórico. Viajó hacia el norte por el estrecho de Bering, donde se sumergió para no volver a ver la superficie hasta el mar de Beaufort, en Alaska. El 1 de agosto, el barco se sumergió bajo el casquete de hielo del Ártico. Alcanzó una profundidad de unos 500 metros. El 3 de agosto a las 11:15 hora del este de Estados Unidos, el comandante Anderson anunció: «Señores, para el mundo, nuestro país y la Armada, ahí arriba tienen el Polo Norte». Dos días después atracaban en Islandia sanos y salvos con el mensaje para todas las naciones de misión cumplida. El navío continuó sirviendo hasta 1980 y fue designado Monumento Histórico Nacional. Tuvo tiempo de ser testigo de los tratados de Derecho Internacional que declaran que el Polo Norte no puede ser poseído por ningún país. Y también de las todavía hoy interminables disputas sobre los derechos de explotación de los ingentes recursos de hidrocarburos que se supone esconde bajo sus hielos.
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