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Richy Castellanos, 25 años a la vera de los famosos

Las estrellas adoran al más célebre relaciones públicas de España, con más de 2.500 eventos organizados a sus espaldas, porque da y no pide

Richy Castellanos, en el Casino Gran Vía de Madrid / Foto: Cipriano Pastrano
Richy Castellanos, en el Casino Gran Vía de Madrid / Foto: Cipriano Pastranolarazon

Las estrellas adoran al más célebre relaciones públicas de España, con más de 2.500 eventos organizados a sus espaldas, porque da y no pide.

El mundo del toro y del flamenco le corre por las venas, aunque a él lo que de verdad le hubiera gustado ser es futbolista. Una lesión le apartó de su sueño, algo que tiene en común con Antonio Banderas y Julio Iglesias, además de la amistad que les une. La de ellos y la de cientos de famosos porque a Richy Castellanos, el más célebre relaciones públicas de España, con más de 2.500 eventos organizados a sus espaldas, las estrellas le adoran porque da y no pide. Por eso, ahora que celebra sus 25 años como profesional no hay quien se haya resistido a mandarle su felicitación. Es, sin duda, un coleccionista de amigos.

-A los artistas hay que darles de lo bueno, lo mejor. Ese es su leitmotiv.

-Es una frase mía, sí. Me gusta anticiparme, indagar cuáles son sus gustos sin que ellos me lo pidan. Hay que cuidarles, darles y no pedirles. Al artista no puedes invitarle a un solo evento y luego olvidarte de él, hay que llamarle, estar pendiente de él y, sobre todo, intuir lo que a cada uno le gusta o crees que le puedes darle desinteresadamente. Eso es lo que quiere el artista porque a veces se siente solo y necesita acompañamiento, cariño.

-¿Además de la generosidad, oír y callar imagino que es otra faceta de su gran éxito?

-Es verdad, mi mente siempre la tengo abierta 24 horas. Una vez, por ejemplo, en casa de Santiago Segura le escuché decirle a otra persona que una de sus ídolos era Nastassja Kinski, se me quedó grabado y qué casualidad que un día me llamó Jordi Mollà desde Los Ángeles y me dijo que esta mujer quería conocer Madrid, el Bernabéu, los tiempos del flamenco... Cuando vino le dije que conocía en España a alguien que era muy mediático: actor, guionista, director y escritor, que quería conocerla. Ella se pensó que era una broma. Quedamos en un sitio y les cité a ambos. A él le engañé, le dije que habíamos quedado con Robert de Niro. Fue maravilloso su encuentro con Nastassja. Así que, sí, ese sueño se lo hice realidad.

-¿Qué deseo inalcanzable o sueño imposible le ha escuchado a un famoso y usted ha conseguido hacerlo realidad?

-Este también fue muy simpático. Yo organizaba el photocall del concierto de Alejandro Sanz en la plaza de Las Ventas, me llamaron del Vaticano y me dijeron si podía conseguir unas entradas, pues desde Roma no había y querían conocer y ver de cerca a Alejandro en directo. Entonces, cuando el hermano de Alejandro, Jesús, y yo estábamos en el photocall, le dije que iban a ir unos curas desde Roma, que no había entradas, pero que sí o sí había que ubicarles porque teníamos que quedar bien con el Vaticano. Y efectivamente, aposté por cumplir lo que me habían pedido, que era asistir dos personas y aparecieron veinte sacerdotes. Fue como un doble sueño: ellos conocer a Alejandro Sanz y, por lo bien que me porté, darme audiencia con el Papa, con el santo más grande después de Dios, que fue Juan Pablo II.

-¿En qué terreno de la fama se mueve mejor?

-Por toda la farándula del espectáculo, en el cine, los toros, la literatura, la televisión... Pero es verdad que tengo pellizco por el flamenco. Me gusta cantar. Me críe con Diego el Cigala; mi padre y mi abuelo iban siempre con su tío, Rafael Farina. También en el deporte, por mi vocación. Tengo la suerte de que cuento con el respeto de la gente. Prefiero a un amigo antes que a un enemigo.

-Tanto años dedicados a ellos, ¿qué hacen ellos por usted?

-Creo que el trueque lo dice todo, nadie sería nadie sin tener a otro a su lado. Las personas nos debemos comprender, comunicar, entender, respetar y apoyar. Nadie puede hacer algo sin tener la paciencia del chino. Despacio y bien, con claridad, ellos me necesitan y yo les necesito, nos damos mutuamente un tándem de energía, de profesión, de amistad y, sobre todo, de sinceridad.

-¿Cuánto le han llegado a ofrecer por contar secretos de los famosos?

-Eso fue hace muchos años, cuando yo empezaba, que estaba verde. Querían que vendiera mi piel, pero el ser humano no tiene precio y mi persona, por tanto, menos. Respeto, cuido y guardo las intimidades, sino sería el sultán de Brunei... El que vende, pierde. Nunca sería cazado por un lobo, prefiero la libertad.

-Pues ahí reside su exito...

-El éxito sube y baja, lo más importante en esta vida, como dice la canción de Julio Iglesias, es no tropezar dos veces en la misma piedra. Si haces algo negativo o algo que no es del agrado del de al lado, rectificas y vuelves a empezar de cero tu andadura. El éxito viene y va, pero las amistades las tienes para toda la vida.

-¿A quién le queda por conocer?

-Me hubiera encantado conocer a Clasius Clay, el más guapo, le llamaban así porque nunca le habían roto la cara, el mejor boxeador de todos los tiempos junto a Mike Tyson, que también me alteró el corazón en cada combate que le vi. También a Bruce Lee, que tenía el cuerpo perfecto para ser un magnífico deportista de artes marciales; a la bella Marilyn Monroe; a Marlon Brando, que era el compendio de actor: guapo, feo, malo, bueno, gigoló, tonto, pobre, rico...

-¿De qué eventos con su sello se siente más orgulloso?

-Creo que de todos me he sentido orgulloso: el musical de Queen con Robert de Niro, el estreno del Señor de los Anillos, la premier de la película de Camaron, el homenaje a Plácido Domingo, los conciertos de Alejandro Sanz y Rolling Stones, el libro de Joaquín Sabina, el partido de toreros y futbolistas.... He hecho más de 2.500 eventos y en todos me he sentido privilegiado de estar junto a las estrellas.

-Por último, dígame la cara que puso Beckham cuando Maradona le plantó un beso...

-Cara de angelito, de museo de cera... Se sonrojó y molestó cuando Maradona le espetó que era demasiado guapo para jugar al fútbol, después se fue atónito y alardeando de que le había dado un beso en la boca el mejor jugador de todos los tiempos.