Constitución

28F: Una oportunidad para el diálogo, la lealtad y la cooperación

Acuerdos, reformas y soluciones es lo que nos piden los ciudadanos. El Ejecutivo de Rajoy siempre tendrá su mano tendida

La Razón
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Hoy se cumplen 37 años desde que los andaluces votamos en referéndum, en plena Transición, nuestra voluntad de recorrer el camino de la democracia con amplias cotas de autonomía política y administrativa. Aquel referéndum, que las nuevas generaciones conocen a través de los libros de texto, fue una gran lección de los andaluces frente a quienes no supieron anticiparse a la voluntad de descentralización en la gestión de nuestros intereses, en el marco de la Constitución e igualdad de condiciones con el resto de españoles.

El «café para todos» en el reparto de las competencias se ha revelado como una verdadera necesidad con el paso de los años. Porque hoy, en mi opinión, la amplia autonomía de la que gozamos los andaluces, junto a catalanes, vascos y gallegos... es hoy el mejor antídoto contra la desigualdad de los españoles y las tentaciones de insolidaridad.

En estos días precisamente se han cumplido también diez años de la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía de Andalucía. Un Estatuto que, siendo plenamente constitucional, dota a la comunidad autónoma de la máxima capacidad competencial dentro del Estado, un modelo estatutario para el conjunto del Estado, lo que contribuye a que desde Andalucía podamos ayudar a hacer más España.

El mundo, Europa y España han cambiado mucho en el transcurso de casi cuatro décadas. Cuando votamos aquel 28F, en plena efervescencia de una democracia recién estrenada, no existían internet, ni los teléfonos móviles, ni el euro, ni los vuelos de bajo coste de punta a punta del planeta, ni siquiera se vislumbraba el fenómeno de la actual globalización.

Ahora encaramos un nuevo siglo, un cambio de era, y son otros los retos, oportunidades y amenazas. Es el momento de reflexionar sobre el papel de la actual Andalucía en España y en este mundo que tanto ha evolucionado, desde Gutenberg a Internet, superando el consabido –y manido– recurso al agravio frente a terceros.

¿Qué papel nos toca desempeñar en el mundo globalizado del siglo XXI? ¿Cómo podemos contribuir desde Andalucía a trazar el camino de progreso en una España amenazada por los nacionalismos radicales? ¿Hacia dónde queremos ir? ¿En qué podemos mejorar?

Y en este punto no caben las medias tintas, ni la defensa de lo políticamente correcto. Hay que marcar un rumbo frente a las nuevas oportunidades y peligros a los que se enfrenta Andalucía, definir los objetivos y trabajar para alcanzarlos.

Vivimos en un lugar privilegiado por su clima, su geografía, su patrimonio histórico y su calidad de vida, entre las más altas de Europa si atendemos a las encuestas de satisfacción que se realizan entre los propios ciudadanos. Pero, al mismo tiempo, seguimos soportando tasas de desempleo intolerables, nuestros jóvenes talentos huyen buscando oportunidades fuera de la península, el índice de pobreza es el mayor de España y soportamos, por nuestra condición de región periférica del sur de Europa, una gran presión migratoria desde el norte de África.

Hemos recibido muchas ayudas para converger con el resto de Europa, y hemos mejorado, sí, pero menos de lo que cabría esperar de nuestro amplísimo margen de autogobierno y de las ingentes cantidades de fondos para el desarrollo que ha recibido la comunidad autónoma de la Unión Europea.

De todo ello se puede deducir que algo tendremos que haber hecho mal, que algo habrá que cambiar para mejorar. Y me dirijo en este punto a quienes llevan gobernando Andalucía, sin interrupción, desde la constitución de la primera Junta Preautonómica. Me dirijo a ellos para llamarles al diálogo, llamarles a la colaboración, llamarles a la lealtad institucional, cooperar en el convencimiento de que unidos somos más fuertes y de que es mucho lo que nos jugamos los andaluces y los españoles en este momento histórico. La estrategia del victimismo con la que la Junta aborda, un año más, la celebración del 28F me resulta, además de desalentadora, preocupante. En la declaración institucional aprobada, el Gobierno andaluz se lamenta del «severo agravio por la incorrecta financiación autonómica», obviando el hecho de que el actual sistema de financiación fue impulsado por un gobierno del PSOE y apoyado por Griñán, con Susana Díaz como vicepresidenta, y que ahora se está trabajando, según lo decidido en la Conferencia de Presidentes, para reformarlo. O, de modo increíble, protestan por lo que denominan «dumping fiscal» de otras comunidades, una curiosa forma de sortear la verdad del lastre del impuesto de sucesiones y de los impuestos más altos de España, que ha llevado al borde de la ruina a tantas familias en Andalucía. Este no es el camino, ni la forma de que esta tierra progrese.

El Gobierno al que tengo el honor de representar en Andalucía siempre es y será leal con las restantes administraciones públicas, y en concreto con la Junta de Andalucía, en la coyuntura difícil por la que nos ha tocado transitar desde que Mariano Rajoy formó su primer Ejecutivo, en las navidades de 2012.

Siempre con la mano tendida, siempre abiertos al diálogo, hemos sido los mejores aliados de las instituciones de nuestra comunidad cuando, en pleno «crack» financiero, no encontraban financiación para saldar deudas y garantizar los servicios públicos esenciales, inyectándoles 31.000 millones de liquidez «extra», a intereses muy por debajo de los precios de mercado.

Ése es el espíritu que nos alienta. El de la colaboración y el consenso, especialmente en un día como hoy, el 28 de febrero, que es el día de todos los andaluces, al margen su condición, su signo político y su ideología.

Todos debemos hacer un esfuerzo para superar las diferencias frente a los grandes objetivos y principios que nos unen, bajo el paraguas del Estatuto de Autonomía y de la Constitución española.

Una Constitución que ha traído a nuestro país el periodo más largo y fructífero de convivencia, democracia y bienestar y que ha constituido un marco de estabilidad y una palanca indispensable para una modernización social, económica e institucional sin posible comparación con los países de nuestro entorno.

Por eso apelo hoy, en el Día de Andalucía, aniversario de nuestra autonomía, al espíritu de concordia que presidió el proceso de transición política, junto con otros principios como la unidad, la pluralidad, el consenso, la libertad, la igualdad o la solidaridad y el pluralismo político, que siguen teniendo hoy plena validez como instrumentos imprescindibles para nuestra convivencia.

Diálogo, consenso, cooperación y lealtad son la medicina que necesitan Andalucía y España para afrontar los retos del presente y dar respuesta a los nuevos desafíos. Acuerdos, reformas y soluciones es lo que nos piden los ciudadanos. No les defraudemos y tomemos la iniciativa juntos.

Antonio Sanz es el Delegado del Gobierno en Andalucía