Historia

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Caballo en las Américoas

La Razón
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Según describe nuestra Historia, fue por el año 1493 cuando el caballo de la Península Ibérica fue llevado hasta tierras americanas, concretamente, durante el segundo de los viajes que realizó Cristóbal Colón. En aquella expedición, partieron un buen número de ejemplares, «andaluces y cartujanos», que desde tierras cercanas a las Marismas del Guadalquivir navegaron hasta las Indias, formando así parte fundamental en la Ruta del Descubrimiento. Tan sólo medio siglo después, la cría y reproducción de nuestro caballo se extendió de forma espectacular, expandiéndose por todos los confines del Nuevo Mundo.

Símbolo del Imperio y de la cultura hispánica, la aportación genética del caballo llevado por Colón y por los sucesivos conquistadores fue base esencial para el nacimiento de nuevas razas equinas. Desde entonces, desde hace ya más de cinco siglos, generación tras generación, el caballo de pura raza española se ha ido seleccionando con extraordinario conocimiento y rigor, con el amor y esa pasión característica de los países iberoamericanos, lo que ha dado lugar a que existan en la actualidad un excelente número de ejemplares.

Contemplar el mundo desde un caballo nos hace tener una visión más filosófica de la vida. Más poética y trascendental. Sobre todo, cuando uno pasea sobre un caballo español: aquel que Virgilio elogió, Hernán Cortés engrandeció con su leyenda y el Rey Felipe II unificó en las Caballerizas Reales. El que pasó por pueblos y civilizaciones, venció victorioso a las guerras y atravesó mares y océanos.

Esta semana, cuando comience Sicab, podremos contemplar estos descendientes del Equus Ibericus, el caballo español que bajo el sol de Andalucía navegó y viajó hasta las cumbres de las Américas para que su silla se convirtiera en un trono donde poder acariciar la gloria y estar así más cerca del firmamento y de la plenitud del cielo.