Córdoba

César o nada

Cuando las legiones del general Gaius Iulius (Cayo Julio) gritaron al unísono “aut Caesar aut nihil” durante el cruce del río Rubicón, antes de derrotar a las huestes del Senado, mandadas por Cneo Pompeyo Magno, estaban cincelando el primer mandamiento, quizá el único, de la teoría política universal: aquél que no gobierne quedará reducido, literalmente, a la inexistencia. Las victorias al borde de la mayoría absoluta logradas por un pretor de cada sector del arco ideológico, –Espadas, Kichi y De la Torre– en las municipales demuestran, más que el tirón popular de tres alcaldes que es cada uno de su padre y de su madre, que los vecinos saben a la perfección quién manda en su ciudad. Y a él se encomiendan por no apartarse del confort de lo conocido. A eso podemos llamarlo “carisma”, lo que resultaría casi supersticioso, o también podemos concluir que, en España, organizar las elecciones desde el poder incrementa sobremanera las opciones de ganarlas. Pedro Sánchez y Mariano Rajoy han demostrado que el manejo del BOE en los meses previos a los comicios garantiza un bonus de entre 40 y 50 diputados. Así, los dos partidos que ahora mandan en la Junta, y el tercero que los apoya, tienen la opción de recuperar para el centro-derecha los ayuntamientos de Córdoba, Jaén y Granada, entre otras plazas igualmente importantes como El Puerto de Santa María. ¿Algún indeciso, tibio o acomplejado en la sala? Seguro que no, pues si algo traen aprendido de casa nuestros políticos autóctonos es la máxima de Guilio Andreotti, un maestro de lo suyo, que enseña que “el poder desgasta... sobre todo a quien no lo tiene”. Los laureles embellecen la foto del cartel de cualquier candidato. Después de una legislatura administrando los dineros públicos, hasta el patito más feo se convierte en una top model.