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Cuentos de gallos

La Razón
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Las peleas o riñas de gallos son una tradición milenaria, que aún se mantiene en una veintena de países, que consideran esta modalidad como un auténtico deporte. En España, fueron prohibidas excepto en Andalucía y las Islas Canarias. En nuestra región, únicamente se admiten aquellas peleas conducidas a la «selección de cría para la mejora de la raza y su exportación, realizadas en criaderos locales debidamente autorizados con la sola asistencia de sus socios». Por tanto, no tiene carácter público ni puede ser considerada actividad lucrativa. El juego de gallos se conoce desde hace siglos en la Península Ibérica. Concretamente, en Cádiz, hacia el año 1.100 A C, con la llegada de los fenicios. Así lo afirma el criador Antonio Calvo Romero, en su libro «Mitos, leyendas y cuentos de gallos». Sostiene, además, que con motivo del descubrimiento de América, los españoles llevamos los gallos al Nuevo Mundo. Tal era la afición en todo el país que a mediados del s.XIX (hacia 1861) se censaron más de mil circos gallísticos. Según la tradición, en la Casa de Pilatos de Sevilla se encuentran las cenizas del gallo de la Pasión del Señor, aquel que cantó cuando San Pedro renegó de Jesús. También se cree que Hernán Cortés recibió a los enviados de Moctezuma en su finca mexicana de «La Casona» con una pelea de gallos. Entre los cuatro puntos cardinales de las aficiones del andaluz estaban los galgos, los caballos, los gallos y los toros. Grandes apasionados por los gallos fueron prestigiosos artistas del mundo del flamenco y de la tauromaquia, como Manuel Torre o Rafael Gómez Ortega (apodado, precisamente, «El Gallo»). La Federación Andaluza de Defensores del Gallo Combatiente Español sigue luchando por preservar esta especie, tan codiciada en Filipinas y en tantos países de Hispanoamérica.