España

«El nacionalismo es una enfermedad muy grave»

Desmontando los bulos del Imperio español a golpe de best seller

«El nacionalismo es una enfermedad muy grave»
«El nacionalismo es una enfermedad muy grave»larazon

Desmontando los bulos del Imperio español a golpe de best seller

Con doce ediciones y más de 30.000 libros vendidos en ocho meses, «Imperiofobia y Leyenda negra» (Siruela) puede ser calificado ya como uno de los principales fenómenos literarios de nuestro país. No es una novela, ni un libro de gastronomía, tampoco uno de esos ejemplares de autoayuda o las frágiles memorias de un «youtuber» de éxito. Agárrese. María Elvira Roca Barea (El Borge, 1966) lo que ha escrito es una investigación de casi 500 páginas sobre el odio que a lo largo de los siglos han despertado los grandes imperios poniendo el énfasis en el caso español. En síntesis, un tratado clave para conocer la historia de nuestro país sin complejos ni taras ideológicas.

–¿Todo lo que nos han contado es mentira?

–(Risas) Hombre todo no, no hay que caer en una simplificación ontológica, pero gran parte sí. Hay una historia de Europa que es el resultado de una serie de factores que ha llevado que esa parte de la historia haya tenido que ser, digámoslo de una manera suave, redecorada. Reescriben la historia de Gran Bretaña a la mayor gloria de la época victoriana y de la expansión colonial, la de Alemania a la del Reich que acaba de unificarse y también la de Italia en un momento de exaltación nacionalista. Todo se solidifica a partir de un bulo negro que era la historia del Imperio español. Aquello pasa de ser leyenda a una realidad que no cuestiona nadie incluso en España. Sólo había que repetir que había cientos de miles de víctimas de la Inquisición cuando nadie investigó las causas hasta 1976...

–¿Y España por qué ha permanecido callada?

–Porque al igual que estas naciones están en un proceso de expansión y unificación, España está en plena descomposición y es entendible que no haya ni claridad intelectual ni sosiego racional para enfrentarse a esto. Por otro lado, esa explicación de por qué se está viniendo abajo el imperio es muy confortable, también te ayuda a aliviarte. Cuando los españoles del XIX se encuentran con que el mundo en el que vivieron se viene abajo, a nadie se le ocurre hacer una autocrítica sino que se le achaca todo a la Leyenda Negra. La culpa viene de lejísimos, en el siglo XVI: la intolerancia religiosa de la inquisición, la expulsión de los judíos, etc.

–Para completarlo acogemos el mito de la Ilustración francesa con los brazos abiertos.

–En la Ilustración francesa los mitos de la Leyenda Negra forman parte del cuerpo central de la misma. Si tú quieres triunfar en la corte o tener alguna esperanza de prosperar en la vida intelectual española tienes que repetir esos tópicos franceses. Eso lo llevamos haciendo durante varios siglos. Mire, en el conflicto napoleónico, el fenómeno de los afrancesados sólo se da en España. En Inglaterra, los ingleses luchan contra los franceses, pero no tienen afrancesados, la palabra ni existe. Ilustrados tenían, muchísimos, como en otros países. Es un fenómeno exclusivamente español y tremendamente destructivo en la medida que adquiere carta de naturaleza y prestigio un individuo que por definición es contrario a su país. Eso ha marcado una tendencia intelectual que permanece viva hasta la actualidad. Por ejemplo, Caballero Bonald, en el diario «Sur», asegura: «Soy un español sin ganas». Uno no puede ser francés sin ganas, ni puede ser inglés sin ganas porque si lo eres tu país te penaliza de muchas maneras, te hace el vacío.

–Eso es lo que se usted llama «inmunidad intelectual».

–En fin, probablemente sea una de las peores cosas que quedan vivas de la época imperial. Una es la tendencia a la autocrítica flagelante y otra es esa separación, de la que en muchas ocasiones habla Ortega, entre las elites intelectuales y políticas y el pueblo. La gente fue la que se levantó contra las tropas francesas, no como los ingleses que fueron primero los lores y los intelectuales. El pueblo español va sólo porque no tiene ni rey, ni gobierno ni nadie. Tenemos una anomalía, que nos parece muy folklórica y graciosa, pero en la que el alcalde de Móstoles le declara la guerra al francés. ¿Usted se imagina al alcalde de un pueblecito de Inglaterra haciendo lo mismo? Allí se la declara el Gobierno.

–Entonces habrían hecho películas, series de televisión...

–¡Claro!, eso es lo que salva a este país. Esa separación se ha mantenido y en España todo intelectual que tenga aspiraciones sabe que lo necesario es criticar a España de una manera brutal y entonces adquiere un lustre de persona progresista y bien informada, muy moderna, europea...

–«Y si habla mal de España es español».

–Efectivamente. Fíjese cómo eso se ha solidificado hasta llegar a nuestros días de una manera inmune, generación tras generación. Está impecable...

–Pero los españoles estamos encantados con eso...

–Yo tengo la sensación de que la gente normal no. Para que nos hagamos una idea, el personal normalito, el currante, es poco dado a esto. No lo puedo probar, pero los tópicos de la Leyenda Negra son conceptos que se asumen a medida que aumenta el nivel de estudios. A la gente normal su país le parece estupendo, si preguntas en el bar de la esquina te dirán que España es lo mejor.

–Aprovecho que tengo una historiadora a mano y perdón por el atraco. ¿En Cataluña quién tiene razón?

–A ver, plantear esto en términos de razón es erróneo. Le propongo otro planteamiento: siempre ha habido tribus con tendencias centrípetas y centrífugas. Ahora la pregunta del millón es: ¿aquellos que promueven la unidad son más beneficiosos para la mayoría que los que promueven la fragmentación? Si calificamos de razón a aquello que beneficia a más gente y más tiempo tendremos que considerar que aquellos que defienden la unidad y consideran que las tribus cuanto más grandes, mejor se defienden y mejor les va, pues es evidente la respuesta. Los que están dispuestos a saltar por encima de las diferencias locales para crear espacios de convivencia. La palabra España no es más que la aspiración a la convivencia de gente muy distinta. Hay también hay gente muy estrecha de miras, pero relacionarse con los demás y ver qué hay más allá de la frontera necesita de un ejercicio de inteligencia. Lo fácil es concentrarse en tu tribu. Creo que está claro quién tiene la razón. El nacionalismo es una enfermedad muy grave, porque prospera siempre creando enemigos.