Equitación española

Por equitación podemos entender el arte y la práctica de montar a caballo. Los caballos son protagonistas fundamentales en la historia de España. Desde Santiago Apóstol hasta el mismo Don Pelayo. Desde Carlos III hasta los garrochistas de las batalla de Bailén. Ya afirmaron Plinio el Viejo y Séneca que, en la Península Ibérica, había un tipo de corcel bello y dócil, arrogante y valiente, «ideal para la guerra y para los juegos que se desarrollaban en los circos de la época». Según escritos y documentación que se conserva, en el valle del Guadalquivir se criaba un tipo de caballo muy barroco, con largas crines y elevados movimientos. Hoy día, seguimos conservando las mismas características de aquellos equinos, constituyendo el caballo andaluz o, más recientemente, también llamado Pura Raza Español, como uno de los caballos con más historia e influencia en las razas de todo el mundo, junto al inglés o el caballo árabe. Su utilidad es muy diversa para faenas de campo en ganaderías bravas (como la doma vaquera o el acoso y derribo), para enganches, para la Alta Escuela o para el arte del rejoneo. Una de las disciplinas donde ha destacado el caballo español en los últimos tiempos es la doma clásica. Especialmente, a partir de los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, consiguiendo un importante segundo puesto y Medalla de Plata por equipos en Atenas 2004. La exhaustiva selección en las yeguadas nos ha llevado a criar un caballo español que, además de la belleza, reúna una mayor funcionalidad. Una de las disciplinas hípicas con mayor auge es la Equitación de Trabajo. Dentro de unos días, SICAB acogerá la primera Copa Ancce de esta modalidad, con la participación de destacados caballistas, como José Antonio Olea, mejor jinete español clasificado en el reciente Campeonato de Mundo.