Andalucía

Fin de enero en llamas

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoylarazon

Las llamas podrían dedicarse a las altas temperaturas que hemos disfrutado muchos días de enero, pero es que además tenemos un retablo de acontecimientos que suben la temperatura más que una ciudad con un atasco de coches varios días seguidos. Recientemente ha fallecido un actor que gozaba de gran simpatía entre el público que llena las butacas de los teatros, Pedro Osinaga. Representó por toda España una comedia que llevaba por título «Sé infiel y no mires con quién» y lo hizo durante más de una década. Mucho me temo que el siempre inefable y presunto delincuente Puigdemont quiere batir el récord de Osinaga con una especie de melodrama para muchos millones de personas. Un auténtico drama que podría titularse «Coge los votos y corre a Bruselas». Lo que pase el martes en el Parlamento catalán es algo tan abierto que se parece mucho a lo que televisivamente se conoce por cebar la audiencia, que consiste en publicitar varias alternativas al siguiente capítulo de un programa. Aquí pasa algo parecido: ¿aparecerá el candidato a la presidencia deslizándose desde el techo en dos lianas de tela hasta su escaño? ¿Lo hará saliendo del fondo del estrado del presidente del Parlamento, donde llevaría escondido varios días? ¿Aparecerá en la frontera en un coche de cuatro briosos caballos que representarían a las cuatro provincias catalanas? En medio de tanto despropósito, una de guasa sevillana. Ya saben que en la gracia que pueda tener la anécdota siempre hay una fuerte dosis de arsénico sin compasión. Se anuncia nuevo temporal de nieve por el norte para el fin de semana. Mal momento ha escogido la nevada porque al Director General de Tráfico le pilla en la Candelaria.

Al presidente Rajoy lo tienen en esta primera parte del año entre llamas por lo de Cataluña –que es una hoguera perenne–, las encuestas, los presupuestos... y para mascletá final, el juicio valenciano de la Gürtel. Los imputados han cantado «La traviata» y todo el repertorio italiano del «bel canto». No recuerdo un juicio donde los acusados hayan asumido tantos delitos al tiempo que acusaban a las altas instancias de haber propiciado tantos desmanes. Incluso cuando Rajoy declara que nunca legislaría en materia de salarios se le cae el mundo encima. Personalmente estoy de acuerdo en esta ocasión, como en otras, con el líder del Gobierno. En lo que alcanzo en este importante tema, en una democracia con un mercado libre son los sindicatos y los empresarios los que negocian el tema laboral. En muchos casos son directamente el trabajador y el empresario los que negocian un contrato. Leía en estos días que dos puestos importantes en la judicatura andaluza los habían ganado dos mujeres. Al ser un cargo que abona el Gobierno doy por hecho que ganarán igual que si lo hubiese obtenido un hombre. Me consta que en los ministerios, las distintas responsabilidades tienen asignadas una determinada cantidad, sin que el sexo de la persona que las desempeñe varíe la misma. En el ámbito privado, en muchísimos casos es cuestión de la negociación que se produzca. No dudo de que se siga en las empresas promocionando más a los hombres. Ése es el problema. El otro día veía a una joven y buena presentadora hablar del tema con gran vehemencia por lo dicho por Rajoy, con una postura de gran crítica a las afirmaciones presidenciales. En la mesa de debate había varias mujeres y hombres, todas y todos de prestigio. Tengo la seguridad que ella gana más de lo que perciben sus compañeros. Justamente en televisión, como en el mundo del espectáculo, es desde siempre donde la mujer, según su valía y sobre todo su rentabilidad, ha ganado tanto o más que los hombres. En los más de 50 años que llevo trabajando he tenido la fortuna de que siempre me han llamado para los distintos trabajos que he realizado. En algunos casos no he llegado a un acuerdo; en la mayoría, sí. Nunca he preguntado qué ganaban otros compañeros o compañera de parecida responsabilidad. No era nada que me importara. Yo libremente había aceptado unas condiciones y mientras éstas se cumplieran, todo normal. Si he tenido que renovar, según la posición de la empresa y el fruto de mi trabajo, he llegado a nuevos acuerdos.