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La escondida riqueza de las naciones

La Razón
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Tomo prestado de Gabriel Zuckman el ocurrente título de su libro que parafrasea «La Riqueza de las Naciones», título abreviado de la obra central de la Ciencia Económica que publicase Adam Smith. Entre la edición original del primer libro y el lejano 9 de marzo de 1776 en el que vio la luz la obra de Smith pasaron 239 años. Más de dos siglos y varios cambios revolucionarios en materia económica.

Uno de los últimos está directamente relacionado con la libertad de circulación de capitales, la aplicación de las nuevas tecnologías de la comunicación a las transacciones financieras internacionales y la ingeniería aplicada a las finanzas, una ingeniería capaz de crear productos financieros derivados tan complejos que sólo entienden quienes los diseñan. Gracias a la triada libertad de movimiento de capitales, tecnologías de la comunicación e ingeniería financiera, una muy notable parte de la riqueza de las naciones se oculta en paraísos fiscales. Esta riqueza escapa de la tributación y deja de contribuir al sostenimiento de las cargas públicas.

El tema es tan sensible como complejo y, por esa doble razón, proclive a las lecturas superficiales. Dos son las preguntas claves: ¿cuánta riqueza se oculta y cuántos impuestos se dejan de pagar? y ¿dónde están esos paraísos fiscales?

Para responder a esa pregunta primero hay que entender la justificación que se utilizó para facilitar el movimiento internacional de capitales y que no es otra que la usada para respaldar la libre circulación de cualquier otro factor productivo, comenzando por el factor humano. El argumento liberal es que la libertad de circulación facilita que el capital acabe invirtiéndose en los lugares y sectores económicos más productivos y rentables. Esto redundaría no sólo en beneficio de sus propietarios sino del conjunto de la sociedad. El argumento liberal entiende que los costes soportados por las naciones de dónde el capital huye serán inferiores a los beneficios obtenidos por las naciones receptoras y habrá una ganancia global neta positiva. Naturalmente este movimiento de capitales financieros puede conllevar movimientos migratorios que también serían beneficiosos –en la lectura liberal de las cosas– accediendo a mejores empleos.

Con la irrupción de los paraísos fiscales («tax haven» en inglés) o países de tributación reducida (que es parecido pero no lo mismo), el argumento liberal se torna de la siguiente manera. Los capitales financieros se moverán hacia los países que les exijan menor tributación y aquellas naciones que los vean salir se verán forzadas a bajar los impuestos sobre las rentas de capital. La sangría de capitales finalizará con una fiscalidad más reducida en todos los países del mundo que se hayan visto afectados. Hasta aquí todos son argumentos teóricos, veamos ahora lo que se conoce de las cifras publicadas.

¿Cuánta riqueza está oculta en los paraísos fiscales o territorios «offshore»? Gabriel Zuckman estima que el 10% de la riqueza mundial se encuentra en estos países en forma de depósitos bancarios, acciones, bonos y fondos de inversión. En la mayoría de los casos, detrás de sociedades, fundaciones o «trust» pantalla.

Una cuestión interesante es saber si la triada libertad de movimiento de capitales, tecnologías de la información e ingeniería financiera ha permitido socializar esta práctica de ocultación de riqueza o sigue siendo algo sólo al alcance de los grandes patrimonios.

Zuckman calcula que alrededor del 50% de la riqueza mantenida en paraísos fiscales pertenece a hogares con más de 50 millones de dólares de patrimonio neto, un grupo al que la banca privada apoda UHNWI (individuos con fortunas multimillonarias, del inglés «ultra-high-net-worth individual») y a los que corteja constantemente. Estos multimillonarios representan alrededor del 0,01% de la población de las economías avanzadas. Esto significa que el otro 50% puede estar en manos de familias con un patrimonio menos abundante pero con acceso al asesoramiento necesario. Aquí entraría la lista de deportistas de élite, actores, políticos, etc. No obstante, no es esta la visión que ofrece Gabriel Zuckman quien pone el énfasis en el papel de los UHNWI. En este sentido advierte de que en Reino Unido, España, Alemania y Francia, entre el 30 y el 40% de la riqueza del 0,01% más rico de la población se encuentra en el extranjero.

La segunda cuestión es conocer la lista de paraísos fiscales. Precisamente es lo que ha hecho la Unión Europea la semana pasada ofreciendo, por fin, una lista con diecisiete países que son los siguientes: Samoa Americana, Bahrein, Barbados, Granada, Guam, Corea del Sur, RAE de Macao, Islas Marshall, Mongolia, Namibia, Palau, Panamá, Santa Lucía, Samoa, Trinidad y Tobago, Túnez y los Emiratos Árabes Unidos. A esta lista negra se añade una más larga lista gris de países a los que se sigue requiriendo información y colaboración adicional para acabar decidiendo si entran o no en la lista negra. En ella faltan varios territorios británicos de ultramar que ayudan activamente a las compañías multinacionales y las agrandes fortunas a reducir sus impuestos. Entre ellos están las Bermudas, las Islas Vírgenes Británicas y las Islas Caimán.

Fue en las Islas Vírgenes Británicas donde Mossack Fonseca, la firma de abogados implicada en los Papeles de Panamá, registró la mitad de las empresas que estableció entre 1970 y 2015.

Gabriel Zuckman no es ningún panfletista. Es profesor asociado de la prestigiosa Universidad de California en Berkeley. Aunque su estatus lo puede catalogar como un profesor «poco académico», esto es, no es profesor titular o catedrático, basta consultar sus publicaciones para comprobar que han visto la luz en las principales revistas científicas en el área económica.

El argumento liberal justifica los países con tributación reducida sobre la base de que si los impuestos a pagar fuesen más bajos, no habría fuga de capitales. El argumento es tramposo, basta con preguntar ¿hasta cuánto habría que reducir los impuestos? También es tramposa la lectura de quienes señalan que con los impuestos que se recaudarían de estas riquezas ocultas de las naciones se podrían financiar mejor necesidades tan básicas como la sanidad o la educación. Es cierto, pero también corruptelas y redes clientelares en torno a los grandes partidos políticos. Precisamente el argumento de «con mi dinero no se financia TV3, los ERE falsos o los sobre sueldos del PP» es la justificación suficiente para que muchos muevan su patrimonio fuera de España.

Sin calidad de las instituciones el contribuyente siempre encuentra respaldo para incurrir en fraude fiscal ya sea en la forma «low cost» de facturar sin IVA o en la sofisticada vía del paraíso fiscal. Sin cooperación internacional tampoco hay forma de acabar con este ocultamiento mundial de riqueza. Es interesante leer sobre esto el artículo «Coordinación y lucha contra los paraísos fiscales» de Kai A. Konrad y Tim B. M. Stolper en la revista científica «Journal of International Economics». Por último, localizar la riqueza oculta no es una tarea sencilla. Pero no debe resultar mucho más complicado que rastrear las posiciones de Daesh hasta derrotarlas como acaba de anunciar el Gobierno iraquí. La ingeniería financiera se ha desarrollado mucho. La ingeniería en la lucha contra el crimen, también.