Sevilla
«Los titulares de la educación no son el Estado ni la Iglesia, sino los padres»
Se muestra prudente en relación a la cruzada que mantiene la Junta contra los colegios católicos y censura abiertamente la proliferación de procesiones fuera de la Semana Santa
Ayer, durante el acto de entrega de las medallas de Andalucía en el teatro de la Maestranza de Sevilla, se habló de educación, del azote del paro y de otros problemas que aquejan a la comunidad autónoma. Críticas que afloraban tímidamente en unos discursos cargados de autocomplacencia. A escasos metros, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, dedicó la mañana a atender a la prensa y no evitó ninguna de estas cuestiones. Hoy empieza la cuaresma y es tiempo de conversión. También de reflexión.
–Los colegios católicos llevan varios meses viviendo una situación de incertidumbre por la intención de la Junta de Andalucía de cerrar unidades con concierto. ¿Está amenazado este modelo educativo? ¿Se está respetando el derecho de los padres a la libre elección de centro?
–En relación a la educación mixta, no hay demasiados problemas. El tema de los conciertos se ha resuelto de una forma bastante razonable, a mi modo de ver. El problema está en la educación diferenciada. Parece ser que el propósito de la Administración es ir eliminando poco a poco este tipo de colegios, a pesar de que hay resoluciones judiciales favorables a estos centros. Me parece que es un mal paso, que además es inconstitucional. El artículo 27 de la Constitución, lo mismo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, dicen que los padres tienen derecho a elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos, de acuerdo con sus convicciones morales, religiosas o filosóficas. Si un padre quiere optar por la educación diferenciada, tiene derecho y el Estado tiene que garantizarle esa educación. En los países de Occidente esta educación se está acreditando cada vez más. En nuestro caso, los colegios de educación diferenciada atienden a clases populares, por ejemplo Altair. Es un colegio que está en un barrio periférico de Sevilla, con familias muy humildes, lo mismo que las niñas que atienden las hermanas de la Cruz. Son de familias desestructuradas. Son aspectos que la administración tendría que respetar y favorecer.
–¿Está a favor de la segregación en las aulas?
–Yo estoy a favor de lo que los padres decidan, que son los titulares de la educación. Los titulares de la educación de los niños no son ni el Estado ni la Iglesia, son los padres. Son los primeros llamados a educar a sus hijos, de acuerdo con sus convicciones. Después se echa mano del Estado, de la Iglesia o de los colegios. Los primeros titulares del derecho a la educación, sea mixta o diferenciada, son los padres.
–En Andalucía hay más de 400 colegios católicos con 225.000 alumnos y 16.000 docentes. ¿Se está reconociendo el peso de este modelo educativo en la comunidad autónoma?
–De todas formas, somos de las regiones con menos presencia de la educación católica. Madrid, por ejemplo, está al 50 por ciento. No obstante, es una presencia importante y cualificada. Las escuelas católicas se centran en la educación integral de las personas. No solamente tratan de equipar a los niños técnicamente e intelectualmente. De que adquieran conocimientos científicos o humanísticos, sino que adquieran hábitos. Es una educación integral, también en virtudes. La educación religiosa escolar es un aspecto que está consagrado en los acuerdos Iglesia-Estado, que tienen rango internacional.
–Ha dicho en varias ocasiones que Cáritas y Manos Unidas son la joya de la corona de la Iglesia. ¿Cuentan con recursos humanos y económicos suficientes para atender tanta demanda?
–En Andalucía la situación es mucho más delicada que en otras latitudes geográficas como Navarra o La Rioja, donde el paro apenas llega al 8 por ciento. Aquí se sobrepasa el 30 por ciento y el paro juvenil ronda el 50, porcentajes que escandalizaron al propio Papa Francisco. Lleva razón Cáritas cuando dice que la pobreza se está cronificando. Basta visitar los barrios periféricos, como Torreblanca o a las Tres Mil Viviendas. La situación es grave. Los políticos dicen que estamos saliendo del túnel, pero no es verdad. Esa salida del túnel puede ser aplicable a la macroeconomía, a las cuentas de resultados de los bancos o a las grandes empresas, pero no a la economía de las familias, donde sigue habiendo mucho dolor, sufrimiento y privaciones, incluso hambre. Cáritas hace lo que puede. Es la institución que más está trabajando en España por los pobres, como Manos Unidas lo hace por los pobres del hemisferio sur, del tercer mundo. Cáritas está manejando mucho dinero porque la gente es muy generosa y se fía de estas organizaciones no gubernamentales que se destacan por su honradez y honestidad en la aplicación de los recursos que recibe. Además tiene escasos gastos dedicados a su administración. Manos Unidas, por ejemplo, gasta el 7 por ciento en difusión, alquileres y sueldos. De cada 100 euros que damos, 93 llegan a sus destinatarios. Cáritas llega a muchas personas y está haciendo mucho bien. Dios quiera que en el futuro, en vez de gastar dinero en atender las necesidades primarias –comida, ropa, luz, agua o alquileres– se pueda gastar más en el servicio integral a la persona, al estilo de lo que hemos ensayado en el barrio de Palmete, donde tenemos un centro de empleo que no sólo da de comer, sino que damos la caña para pescar.
–En este ámbito de la caridad las hermandades están haciendo una gran labor. Según un reciente estudio, el año pasado dedicaron más de 5 millones de euros a los más necesitados. ¿Son conscientes de los tiempos en los que vivimos y que la inversión en estrenos y obras materiales ya no es tan necesaria?
–Estoy contento con esta deriva de las hermandades. Si servimos al Señor, representado en esa imagen bellísima, también lo servimos en las imágenes de esos otros Cristos, nuestros hermanos con los que él se identifica, que son víctimas de tantas heridas físicas y morales. Estoy convencido de que el flanco de la caridad es el que mejor está funcionando en la vida de nuestras hermandades. Y quiero que siga siendo así. No podemos decir que amamos a Dios, a quien no vemos, si no amamos a nuestro prójimo al que vemos.
–Hoy entra en vigor un protectorado canónico en el que las hermandades, parroquias y otras entidades religiosas deben depositar sus cuentas. ¿Es la respuesta a la exigencia de los ciudadanos, cada vez más intensa, de una mayor transparencia?
–La Conferencia Episcopal está trabajando muy en serio por la transparencia. Ha creado un portal que van a poner en marcha, por ahora, las diócesis de Sevilla, Orense, Astorga y Bilbao. Queremos que la gente sepa cuál es el destino de su dinero. Hay que dar cuenta a los fieles de la aplicación de ese dinero. O de la cantidad que me llega a mí a través del Cabildo Catedral, que es muy generoso. Gracias a eso podemos hacer obras, nuevas iglesias y restaurar iglesias artísticas. Hemos firmado un convenio con Transparencia Internacional y nos sometemos a una auditoría anual externa. Dentro del marco de esa transparencia hemos creado este protectorado, buscando la ayuda y no el control. Esta institución nace con vocación de servicio.
–Hay entidades que manejan presupuestos muy amplios y, por tanto, las anomalías pueden estar a la orden del día.
–Las hemos padecido en los últimos tiempos. Hacemos esto para ser precavidos y para que cumplan sus fines.
–¿Se han entendido bien las nuevas normas diocesanas? Las indicaciones sobre los actos externos de las hermandades han generado controversia.
–Irán entendiéndolas. Comprendo que unas normas que modifican praxis y tradiciones sean recibidas con una cierta reticencia. A todos nos cuesta adaptarnos a lo nuevo. Estas normas eran necesarias. La sociedad va cambiando, Sevilla también y tenemos que acomodarnos a los nuevos tiempos. Por ejemplo, todo lo que dice en relación a las salidas extraordinarias. De la misma forma que lucharía y me opondría a una normativa municipal que impidiera las manifestaciones públicas de la fe –las procesiones–, también me opongo a unas manifestaciones fuera de control y de cauce, completamente desmesuradas e imprudentes. La dinámica de la ciudad exige un respeto. No podemos tener al mismo tiempo ocho hermandades en la calle fuera de los días de Semana Santa, por ejemplo un sábado del mes de mayo. Tenemos que ser respetuosos, prudentes y mesurados. Yo no impido el derecho fundamental a manifestar públicamente mi fe, pero lo regulo por sentido común y teniendo en cuenta el servicio al ciudadano.
–Cada vez hay más críticas a estas procesiones fuera de los días de Semana Santa...
–Entiendo las críticas hasta cierto punto. Tampoco nos pueden encerrar en las sacristías. Pasa algo parecido con las campanas. Se puede llegar a un acuerdo y regular con buena voluntad. La maratón impidió que el arzobispo pudiera ir a decir misa a Fuente del Rey, en Bellavista, saliendo una hora y cuarto antes.
–La hermandad de La Resurrección procesionará este año por la mañana. ¿Le parece que por fin tendrá un horario digno?
–Me parece una decisión sabia. La Resurrección tiene el privilegio de anunciar a Sevilla que el Señor ha resucitado. No puede procesionar, en consecuencia, a las cinco de la mañana cuando está todo el mundo en la cama. Es acertado que salga cuando las calles de Sevilla están pobladas de gente para anunciar que Cristo no permanece en el sepulcro, sino que está vivo, glorioso y resucitado, que es la verdad fundamental de nuestra fe.
–El Arzobispado acaba de recibir el visto bueno de la Gerencia de Urbanismo para acometer la última fase de la restauración de Santa Catalina. ¿Cuándo se abrirá finalmente al culto?
–Me gustaría celebrar allí una eucaristía de acción de gracias al final de la primavera del año 2018. El plazo de ejecución de la obra es de un año y creo que podríamos empezar antes de Semana Santa a trabajar en el interior. Si todo va bien sería razonable el plazo que me he marcado. No me importaría esperar hasta el otoño de 2018 porque soy consciente de que hay que resituar todos los bienes muebles, que son riquísimos e interesantísimos. No pasaría nada si hay que esperar hasta octubre o noviembre.
–El templo lleva 13 años cerrado. ¿Con la ayuda de las administraciones ya estaría abierto?
–Probablemente sí. Yo cojo lo que me dan, y lo hago con gratitud. En estos momentos no sabemos si va a haber aportación de las administraciones. Hubo una promesa en su momento y comprendo las dificultades. La obra es imparable y, a no ser que suceda un cataclismo, no se va a parar, aunque nos falte la mitad del presupuesto.
«El acento andaluz tiene su lugar aquí. Lo otro es plagio»
El obispo de Salamanca criticó recientemente el acento andaluz que utilizan sus cofrades en las procesiones. Al arzobispo de Sevilla, castellano de Sigüenza, le causa «un poco de hilaridad que en la Castilla profunda, donde se habla el mejor castellano, los costaleros y capataces –no sé si se llaman así– utilicen términos copiados de las tradiciones cofrades de Andalucía y Sevilla». Por ello, subraya que «el acento andaluz tiene su lugar aquí. Lo otro es plagio». Asenjo lleva 14 años en Andalucía y no le suena mal el acento del sur, pero sostiene que «los castellanos tenemos nuestra idiosincrasia que tenemos que defender y custodiar».
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