Sevilla

Más pasado que futuro II

La Razón
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Les dejé ayer en la llamada que el presidente del Gobierno y líder de UCD hace al Rey, para que hable con Bárbara Rey y agradecerle la gran ayuda que ha realizado a la hora de obtener la victoria electoral. Esta situación, que un periodista ha dado como cierta en estos días, resulta imposible de creer al suponer que el jefe del Gobierno le pida al jefe del Estado, que tiene que ser imparcial en la lucha política de los partidos, que incumpla la Constitución en su favor. Sí puede pedirle su ayuda con algún mandatario extranjero reticente, con algún general bravío –en aquellos años eran muchos– o con cualquier personalidad a la que el prestigio del monarca pudiera ablandar a la hora de negociaciones. Lo otro es inverosímil. Les prometí contarles lo que conozco de aquellos momentos, según me informaron personas de todo crédito y que vivieron de cerca la situación. A un famoso director y productor –no doy su nombre por haber fallecido– de RTVE, entonces cadena única, se le encarga un programa musical, con todos los medios y la indudable calidad que tenía la casa. «Palmarés» es el título escogido para el espectáculo. Se pone al frente como estrella a una bella jovencita murciana, prácticamente desconocida, de nombre María Gracia García, bautizada artísticamente por el más impactante de Bárbara Rey. Como siempre en estas situaciones en el mundo artístico, surgió un vendaval de rumores; que si la ha enchufado el productor –que, por cierto, tenía buena planta y fama de ligón–; que era el director general de ente; más tarde el presidente del Gobierno, el que la había impuesto. Lo cierto es que el programa fue un éxito, cosa nada rara, porque era lo que había como plato único. La muchacha físicamente era un espectáculo. Cantaba con voz de cazallera y tirando al desafino, pero con sus miradas incendiarias, su vestuario escasísimo, buen ballet, una dirección musical de uno de los grandes de la música –también fallecido–, la cosa salía adelante. Por cierto, el importante músico estaba casado con una gran estrella del cine. En la casa de la pareja se producían reuniones de amigos que jugaban al póker hasta el amanecer. Parece que en esas largas partidas se fraguaron planes para el futuro de la ya muy popular Bárbara. Aclarar que el compositor, además de apuesto , era una de las braguetas más inquietas del reino, incluso de sus antiguas colonias. Tenía un lema por bandera: «Pájara que vuela, a la cazuela». Así que a contar los rumores renuncio. Tres hombres, una mujer y las gentes dando pelos y señales de pasiones no confesables. Esto se empieza a poner interesante , pero, de nuevo, tendrán que esperar a mañana para el nuevo capítulo.