Primavera

Nadie lo sabría explicar, pero se intuye. Se sabe porque en el aire se percibe algo distinto, diferente. Es indefinible, pero se vuelve a repetir cada año por idéntica fecha. En el ambiente se percibe que algo importante está a punto de suceder. Todo se prepara con sumo esmero. Y como en el cartel de las Fiestas de este año, se vuelven a abrir las puertas de este viejo ropero, del armario donde están colgados los trajes, las túnicas... Donde los días del calendario están tachados, como en la bar del bar del barrio, porque todos sabemos que «esto ya está aquí». Ya está aquí el azahar, con el chisporroteo de los naranjos en flor y los pétalos que perfuman las aceras y adoquines. Presto también está el ruán, el terciopelo morado y el macho del capirote. Se palpa en la calle porque ya se escuchan las primeras marchas y cualquiera que viva en el corazón de la ciudad se topa con algún ensayo, traslado o «mudá». Se presiente en los olores, en el incienso quemado que nos embriaga y transforma. Pero igual que en la ciudad, ocurre en nuestros pueblos. Desde el Aljarafe a la campiña, de la marisma a la sierra. También por pueblos costeros, donde el sol dibuja un cuadro en el blanco de las casas. Y no es sólo la Semana Santa. Es también la voz de un cante en una caseta de feria, el repicar de unos cascos por las calles del real. O el sonido del tamboril cuando van las carretas al Rocío. Nadie lo sabe explicar, pero es algo que cada año pasa la tierra de María Santísima. Y al doblar la esquina, la mente vuela... Vuelves a soñar, y sabes que ya está aquí la primavera.