Literatura

Andalucía

Quico Chirino: «Me interesan las novelas que pegan bocados»

Acaba de publicar «A la izquierda del Padre», una novela sobre la otra Sevilla del 92

Quico Chirino: «Me interesan las novelas que pegan bocados»
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«A la izquierda del padre» (Salamandra) se mete en las entrañas menos agradables de la carrera que hizo Sevilla durante los años 80 para montarse en el tren de la EXPO’92. Quico Chirino, periodista del diario «Ideal», defiende la pervivencia del oficio de contar la verdad por encima de cualquier traba y la capacidad que tiene la literatura para cambiar el mundo.

–No sabía que existía una Sevilla «noir».

–No sólo existe si no que hay una serie de autores que están tratando de desarrollar esa Sevilla negra. Se ha hecho en el cine, como «Grupo 7» o «La isla mínima», que son películas que se pueden encuadrar en esa Sevilla «noir», pero hay otra obra urbana y actual de autores que a lo mejor escapan a la gran crítica pero que trabajan esa realidad que no tiene por qué identificarse en ese sentido con barrios marginales o desfavorecidos. Se me viene a la cabeza una muy actual y urbana de Jorge Molina, «La chaqueta tirada en el césped», que podría enmarcarse en este género pero que no va ni de Las Tres Mil Viviendas ni de El Vacie.

–Pero ¿qué pasó en los años previos a la Expo’92, por qué hubo mucha gente que se enriqueció y otros que fueron perjudicados?

–Esa etapa la recuerdo desde la niñez y he vuelto a ella para documentarme porque me pilló con diez o doce años. Esa Sevilla sufre una gran transformación. La pone en un gran escaparate donde se va a exhibir a nivel internacional pero donde hay cosas que incomodan e incluso tapones para el desarrollo. Hablamos de la urbanización de terrenos y yo escojo El Vacie porque no dista mucho del centro de Sevilla ni de la Isla de la Cartuja donde no llega esa transformación que lo rodea. Hoy en día es una zona de expansión y desarrollo pero ahí sigue. Creo que la EXPO’92 sirvió para renovar algunas zonas que en su día se relacionaban con entornos más «underground» o menos favorecidos. Me acuerdo de la Alameda de Hércules, que era un lugar al que te llevaban de niño pero que tenía unas connotaciones claras. Eso ha pasado y ahora es un espacio totalmente integrado en la ciudad. Esos entornos van cambiando desde los años 40 ó 50 y llegan hasta los años de la Expo’92 que es donde ambiento la novela.

–Burgos escribió «Andalucía, ¿Tercer Mundo?». El Vacie, ¿Tercer Mundo?

–Es un libro que conozco muy bien y marcó una época con la que yo me identifico mucho. Mi percepción de la novela negra es muy amplia y no me interesa la de casquería, la de policías, detectives, me interesa la que está pegada a la realidad e incluso la crónica social. Me interesan las novelas que pegan bocados incluso en las tripas. Ahí, «Andalucía, ¿Tercer Mundo?», se puede hablar de «Andalucía: campo de trabajo y represión», de Antonio Ramos Espejo, con la que quizás me identifique más. Son crónicas de jornaleros que no llegaban a fin de mes y de los emigrantes que se iban a Cataluña, al País Vasco o a Alemania desde los años 60 y 70. Están muy pegadas al periodismo y retratan la forma de vivir de la gente, pero para mí también son novela negra. Si nos remontamos atrás, ambas tienen mucha vinculación con las crónicas de Azorín y esa novela negra es la que yo llevo a los años 80 en El Vacie, donde la heroína hizo estragos y acabó con una generación.

–¿Se quitará Andalucía esta losa del subdesarrollo?

–Bueno, uno viene un poco escarmentado desde el periodismo para pretender cambiar el mundo desde la novela cuando no lo ha hecho desde el periodismo. Creo que la novela tiene que provocar una reflexión y tener un efecto transformador. Para eso se deben de escribir, para llamar la atención de los gobernantes y de los dirigentes. Cuando yo escribo esta novela para hablar sobre El Vacie, que está a pocos minutos del Parlamento de Andalucía, lo que hago es llamar la atención para que sepan que todavía existe un poblado donde malviven 500 personas. Andalucía ha avanzado mucho en alfabetización, en desarrollo, pero es verdad que tenemos esa mácula ubicada en algunas barriadas y sectores sociales que se gestionaron mal hace décadas y que hoy se han convertido en guetos. Tiene que luchar unida y utilizar los fondos que van destinados para acabar con este tipo de realidades. Se ha intentado desmontar con fondos europeos, Franco le metió fuego, quizás sea más útil la integración mediante la educación.

–Vamos, que la revolución viene ahora subvencionada desde Bruselas.

–Bruselas puede liderar la revolución y también puede en cualquier momento ser tapón y freno para la revolución. En cualquier momento lo que está claro es que Andalucía, como una de las comunidades que ha sido Objetivo 1 para la Unión Europea, para progresar y crecer necesita de ésta y de la buena gestión de esos fondos.

–Habla de periodistas, policías, yonkis, ¿qué queda de esa canalla?

–Yo pienso que queda mucho, aunque es verdad que los periodistas somos excesivamente críticos con nuestro oficio, mucho más que lo que son en cualquier otra profesión. No hay ningún banquero hablando del fin de las sucursales bancarias aunque todo el mundo haga sus operaciones por internet. Sin embargo, el periodista siempre es pesimista y lo veo todo muy negro. A mí me gusta ser optimista y pensar que esa canalla se mantiene. Hace mucho tiempo que no salgo por las noches, pero eso significa que los periodistas jóvenes no me llaman, nada más, el periodismo debe tener un punto crítico y siempre digo que el día o la noche que yo pueda dormir tranquilo llevando un titular potente a la mañana siguiente me retiraré. Cuando se lleva un titular a cinco columnas de los que pueden arreglar el mundo esa noche duermes pensando en cómo se relacionará el periódico a la mañana siguiente en la calle. El periodista debe tener ese punto canalla y provocador, no me interesa ser políticamente correcto ni como escritor ni como periodista.