Andalucía
Sin convergencia
Un centro de análisis vinculado a uno de los dos grandes bancos del país acaba de certificar la inutilidad del autonomismo para Andalucía, al menos en lo que a las cifras macroeconómicas se refiere. Del autonomismo y de lo que vino justo antes, que no fueron los dinosaurios pero casi, porque el estudio se remonta a mediados del siglo pasado. En 1955, la renta per cápita de esta desdichada región navegaba un 30% por debajo de la media nacional; en los 15 años siguientes, hasta 1970, convergió 5 puntos, hasta el 25%... y ahí sigue. Media centuria quieta. Cuando España ingresó en la ONU, los habitantes de Extremadura, Galicia, la actual Castilla-La Mancha y Canarias eran (aún) más pobres que los andaluces: todos menos los extremeños son hoy más ricos y es especialmente significativo el salto de los gallegos, que hoy se sitúan casi en la media sin que sea elegante recordar qué color predominante han tenido allí los gobiernos autonómicos y quién ha mandado casi siempre en Mérida y Sevilla para atornillar a sus respectivos territorios en la cola. Es evidente, y no hay más que hablar con foráneos que nos visiten con cierta frecuencia, el progreso de una Andalucía que ha pasado del borrico al BMW en menos de tres generaciones. Pero como le dijo a Albert Einstein el padre de Lorenzo Lamas, que fue galán de Hollywood antes que su hijo, todo es relativo; y en la comparación, que además de odiosa es significativa, seguimos siendo el pariente pobre de la rama pobre de la familia europea. Ni California atlántica ni Baviera del sur, o sea, sino chiringuito para que veraneen los alemanes y gracias. Pocas cosas hay más desagradables que un camarero tirando una cerveza con expresión de padecer hemorroides o de cobrar 500 euros en negro por jornadas de 14 horas.
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