Sevilla

Viva el orden y la ley

El Rey Felipe VI llegando al Archivo de Indias, ayer en Sevilla / KE-IMAGEN
El Rey Felipe VI llegando al Archivo de Indias, ayer en Sevilla / KE-IMAGENlarazon

Vamos para viejos de forma irremisible. Ayer por la mañana, ni muy temprano ni muy tarde, vagabundeaba alrededor de la Catedral de Sevilla, por mi barrio natal y de residencia, en busca de un bar en el que desayunar. El habitual ejército de turistas, benditos sean sus euros, hacía cola ante los andamios de la Giralda y en la puerta del Alcázar vigilado por un pelotón de hombres armados: el dispositivo de seguridad que debía garantizar la integridad de los Reyes en su visita al Archivo de Indias, donde inauguraron una gran muestra en el V centenario de la circunnavegación de Magallanes y Elcano. La exposición es espléndida, a decir de quienes la han visto en el preestreno, pero habrá tiempo para referirse a ella (cierra el 23 de febrero) porque ahora se trata de explicar la afirmación que abre este artículo: vamos para viejos de forma irremisible y la prueba es lo reconfortante que resultaba la visión de tantos agentes del orden desplegados para velar por la tranquilidad de mi paseo. Qué alivio contemplar las lecheras dispuestas para la dispersión de antisociales y cuánta belleza en las armas de combate de los «rambos» del Grupo de Operaciones Especiales, pertrechados para librar una batalla hasta la última gota de sangre contra la menor amenaza terrorista que se atisbe. Porque si bien es verdad que jamás fuimos carne de aquellas manifestaciones libertarias en las que se exigía rítmicamente la «di-so-lu-ción de los cuerpos represivos», también es cierto que la juventud gamberra no estuvo exenta del natural desprecio por esa autoridad que hoy se percibe como amiga. Y cuanto más fieros parezcan, más tranquilizan esos amigos uniformados. Otra cosa son los municipales, que multan por escupir en la acera o por conducir hablando por el móvil. He ahí el fascismo cavernario de hogaño.