Religion
Blázquez anima a los sacerdotes a no replegarse en «un silencio vergonzante»
Miles de vallisoletanos expresan su gratitud y afecto a su arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal, en sus bodas de oro sacerdotales.
Miles de vallisoletanos expresan su gratitud y afecto a su arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal, en sus bodas de oro sacerdotales.
El presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Valladolid, el cardenal Ricardo Blázquez, aseguró que el carisma recibido en la ordenación sacerdotal debe ser «un estímulo» para «mantener la fidelidad apostólica, para no replegarnos en el silencio vergonzante, para vencer los miedos que tienden a recortar la libertad en el testimonio del Evangelio».
Así lo señaló Blázquez en la Eucaristía con la que se celebraron los 50 años desde su ordenación como sacerdote el 18 de febrero de 1967 en Ávila, que se desarrolló en la Catedral de Valladolid ante la asistencia de numerosos fieles que le expresaron su gratitud y afecto y a los que agradeció las «numerosas manifestaciones de cercanía y cariño».
Blázquez recordó que, por la imposición de manos y la plegaria de la ordenación, se recibe el don permanente que debe ser despertado «diariamente del sopor por la animación del Espíritu Santo». «¡Que los dones otorgados por el Señor sean reavivados en nosotros para cumplir las tareas correspondientes!», remarcó, para añadir que los carismas recibidos no son «un adorno personal», sino una capacidad concedida por Dios para colaborar «con la edificación de la Comunidad». «Pedid que no se descuide el ministerio que se ha encomendado y lo ponga, enteramente, sin reservas, a vuestro servicio».
El ministerio, incidió, lo llevan «en vasijas de barro, frágil, quebradizo, pero fortalecidos con la fuerza de Dios» y, por ello, la entrega diaria del ministro manifiesta el poder de Dios «en la debilidad» y se transforma en «ayuda necesaria a la comunidad cristiana». «La perspectiva de los compromisos definitivos fácilmente nos retrae y en el momento de asumirlos sentimos vívamente la debilidad personal y la dilatación del tiempo futuro», sostuvo, para añadir que «no sólo hoy, también hace 50 años, experimentamos la propia fragilidad y nos remitimos a Dios poderosos para guardar mi propósito hasta aquel día».
Ante la celebración del sacramento del matrimonio, continuó, ante la profesión religiosa perpetua, ante el ministerio sacerdotal, «sentimos como en ese momento supremo se funden profundamente la libertad personal y la confianza en Dios bueno y fiel».
Además, Ricardo Blázquez recordó que cuando se contempla el momento «decisivo», en su caso hace 50 años, hay que reconocer «gozosamente» que el Señor «no me ha defraudado, que es fiel, es rico en misericordia y cumple su alianza». «Por él, podemos arriesgar la vida. Así como pedimos todos los días el pan, debemos implorar también la fidelidad cotidiana», señaló, y destacó la necesidad de «reavivar el carisma día a dí».
Por último, insistió en que cuando mira hacia atrás, a los 50 años transcurridos de su ordenación, que es «un acontecimiento decisivo de mi vida», se le impone «la tónica dominante de la gratitud». «Con la purificación de la memoria otros sentimientos han sido silenciados y excluidos. El agradecimiento a Dios y a tantas personas de las que me reconozco deudor es como el arome que impregna la memoria de este largo tiempo. Memoria y gratitud», concluyó.
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