Teatro
400 risas en un solo espectáculo
Tricicle se despide de Barcelona con sus grandes éxitos y empieza a buscar un Tricicle femenino.
Tricicle se despide de Barcelona con sus grandes éxitos y empieza a buscar un Tricicle femenino,
Estábamos en marzo, pero a Julia le seguían deseando feliz año. No lo soportaba. No · Lo · Soportaba. La broma no le hacía ni pizca de gracia. Había esperado tres meses que fuera un año feliz, y nada, ese 1980 no sólo no era feliz, sino que era cruel, apestoso y ruín. ¿Los años pueden existir para torturar a ciertas personas? Julia sabía que no, que lo que le ocurría no era culpa del año, pero no tenía a nadie concreto a quien culpar. «¡Feliz año!», le dijo entonces Lino, el barman del café teatro Llantiol y Julia le miró con ese desdén que sirve para matar hormigas y deshacer bloques de hielos. Ojalá Lino fuese una hormiga de hielo, pensó Julia.
Aquella noche había quedado en el teatro con un amigo, Miguel Despierto, cuyo apellido era gracioso porque el chico era de esos que arrastran los pies al andar, tienen siempre los párpados bajados y suspira, ay, como si vivir le hiciera daño. Alguien le había dicho que allí actuaban tres cómicos jóvenes que te hacían reír hasta llorar y enseguida pensó en ella. Vente, te animará, dijo. Ella no quería llorar más, pero tampoco tenía nada mejor que hacer y aceptó la invitación. Le gustaba Miguel, parecía genuinamente preocupado por ella.
Cuando los cómicos salieron a escena, al principio no entendió qué demonios estaban haciendo. Empezaron a comer unos croassants en silencio, lo que le pareció algo estúpido, pero cuando vio que el público empezaba a abuchearlos, entró de lleno en la absurdidad que todo eso representaba y empezó a reír como no lo había hecho desde 1976, su último año feliz. Los siguientes gags todavía le hicieron más gracia y cuando se despedían del público, Julia, desencajada, lloraba como si el mundo estuviese a punto de acabarse y le echasen la culpa a ella. Y, sin embargo, sentía que alguien le había quitado un enorme peso de encima.
«Te encuentras bien», le preguntó entonces Miguel. «No, claro que no me encuentro bien, pero no me importa», contestó Julia y volvió a reír, a reír tan alto que hasta un médico que había por ahí creyó que estaba de parto. «Quienes eran esos», preguntó Julia. «El Tricicle», dijo Miguel, tres jóvenes estudiantes de pantomima en el Institut del Teatre, cuyas caras y gestos podían transformar a la persona más triste del mundo en una alegre y feliz, y que luego se sintiese culpable por ello. Al final, 1980 no fue un año tan horrible para Julia porque cada semana volvía al Llantiol a reír y sentirse culpable. Ah, y en enero de 1981 hasta se casó con Miguel, aunque ese fue otro año.
Una obra frenética
Parece mentira, pero Tricicle ha cumplido 40 años de vida. Desde hace dos años están inmersos en la gira de despedida por los escenarios de toda España. Hoy llegan al Teatre Victoria con «Hits», unos grandes éxitos con el que recuperan lo mejor de toda su trayectoria conformada por ocho grandes espectáculos y sus diversas colaboraciones con otros medios. «Quien quiera saber qué es Tricicle aquí lo tiene todo, es una especie de enciclopedia de la A a la Z de nuestra trayectoria», comenta Paco Mir, que junto a Carles Sans y Joan Gracia han hecho de Tricicle toda una institución.
El espectáculo no engaña a nadie, desde el minuto uno es una sucesión ininterrumpida de gags de sus ocho montajes principales, con descansos para cambios de decorados en el que se proyectan desde momentos de sus series de televisión a su paso por la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos del 92. «La única conexión entre gags es la risa, en un montaje ágil, frenético, que incluye sketches escogidos previamente por el público, con lo que cada semana el montaje es diferente», señala Sans, que asegura que la selección de momentos ha sido difícil, pero si no dejaban cosas fueras «el espectáculo se nos iba a las cuatro horas».
La única estructura de la obra es un in crescendo que acaba con una última media hora formada por micro gags que finaliza con el público por los suelos. «Nuestros espectáculos solían tener unas 250 risas. Aquí conseguimos al menos 400 y el final es apoteósico», añade Mir. «Acabamos de volver de Murcia y el público acaba de pie con uina gran ovación, señal de cariño y respeto por nuestra trayectoria. Suena a despedida, lo que te llena de orgullo, pero también tiene un punto melancólico», asegura Sans.
Estos tres cómicos ya tienen más de 60 años y quieren centrarse en otras cosas, apartar las giras de 170 funciones anuales y dedicarse a otros proyectos. «Nuestro género es muy exigente. Ya no somos jovencitos y el gesto requiere de un gran esfuerzo físico noche tras noche. Preferimos irnos con elegancia a que nos echen», señala Gracia.
Dentro de los proyectos que manejan y el que les haría más ilusión está formar una especie de Tricicle femenino en que probar cómo serían sus gags desde un punto de vista femenino. «Claro, tendríamos que hacer un casting y encontrar tres grandes actrices cómicas, jóvenes y con talento, y por la experiencia que hemos tenido con hombres, no es tan fácil. Pero sí, nos encantaría probarlo», asegura Sans. Mientras eso llega, siempre se puede ir al Victoria hasta finales de febrero y reir, con o sin remordimientos, tanto da.
Dónde: Teatre Victoria, Av. Paral·lel, 67.
Cuándo: del 11 de octubre hasta el 24 de febrero.
Cuánto: De 20 a 38 euros.
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