Teatro

San Petersburgo

Baryshnikov baila las palabras de Nijinski

El TNC acoge «Letter to a man», obra dirigida por Robert Wilson que da forma al diario del icónico artista.

Mikhail Baryshnikov se pone en la piel de Nijinski con la cara pintada de blanco y un elegante frac.
Mikhail Baryshnikov se pone en la piel de Nijinski con la cara pintada de blanco y un elegante frac.larazon

El TNC acoge «Letter to a man», obra dirigida por Robert Wilson que da forma al diario del icónico artista.

En 1969, un jovencísimo Mikhail Baryshnikov, con apenas 21 años, aterrizaba por primera vez en Barcelona junto al Ballet Kirov de San Petersburgo. Su impacto todavía se recuerda. En el Liceo, donde actuaron en una larguísima obra en tres actos que se alargó hasta las dos de la madrugada, todavía se habla de los «ohhhh» que se oían entre el público cada vez que salía al escenario. Nadie dudó ni un segundo que delante suyo había una gran estrella. Y así fue. La danza tenía un nuevo icono. «La verdad es que lo único que recuerdo de aquel día es que acabamos tan tarde que terminamos en las Ramblas cenando a las tres de la mañana, y que todo me parecía hermoso», recordó ayer en la presentación de su nueva obra, y van....

El Teatro Nacional de Cataluña (TNC) acoge ahora «Letter to a man», la segunda colaboración del bailarín, coreógrafo y actor con el célebre director Robert Wilson y en el que da vida a otro icono revolucionario de la danza, Vaslav Nijinski, el artista que rompió moldes a principios del siglo XX e introdujo la figura del bailarín masculino como parte importante de un mundo hasta entonces reservado a las mujeres. «Fue un personaje extraordinario. Tenía un físico privilegiado y unas cualidades técnicas que sus colegas a penas podían soñar. Comenzó a colaborar con Diaghilev como bailarín y pronto agrandó los límites con sus coreografías y trabajando codo con codo con compositores como Stravinsky, Ravel, Strauss, Debussy, etc. Yo he bailado algunas de sus coreografías y eran auténticos “tour de force”. Era un artista muy intuitivo con cualidades casi místicas. Es una pena que no tengamos grabaciones de sus galas, pero era algo fenomenal», comentó Baryshnikov.

La obra no es una especie de «biopic» del legendario bailarín y coreógrafo, sino que intenta dar vida al diario que escribió Nijinski y en el que dejó inmortalizada su lucha por mantener la cordura y la negritud en la que caía cuando caía en la esquizofrenia. Son textos de una honestidad y crueldad brutal, que han aplaudido gente como Henry Miller, Igmar Bergman o Jerone Robbins, entre otros. «Sus diarios son tan desnudos y salvajes que parecen un manifiesto de lo que sería la creación de su propia iglesia. Abre para el lector su alma y corazón de par en par y es tan fascinante como emotivo. Queríamos trasladar esta misma fascinación y emotividad», señala Baryshnikov.

Por eso, que nadie espere ver a Nijinski en el escenario, sino que Barysnikov, con la cara pintada de blanco y vestido de frac como si de un extraño y trasnochado vampiro se tratara, intenta dar cuerpo y movimiento a estas palabras que resuenan constantemente. «No hacemos danza al uso, sino que buscamos un lenguaje corporal en el sentido del teatro clásico. El resultado es expresionista y simbólico. Me hace cuestionar mi propia sanidad mental», aseguró el artista, que confesó que ayer comió con su buen amigo Cesc Gelabert y que preparan un nuevo espectáculo juntos.

Esta es la segunda vez que colabora con Wilson, director que suele utilizar a sus actores como marionetas con los que conseguir el grado de emoción que busca. «La primera vez que trabajé con él lo hice con Willem Dafoe y éste ya me avisó de lo que podía esperar. Esta vez hemos trabajado más como socios, en las que él me pedía que buscase movimientos para cada acción y trabajábamos a partir de allí. Es un director extraordinario.

La música es otro de los elementos importantes del montaje, una heterogénea mezcla que va de dos temas semioscuros de Bob Dylan a una canción de Tom Waits, piezas de Arvo Pärt o el futurista ruso Alexander Mosolov o el espíritu juguetón de Henry Mancini. «Wilson ha vuelto a trabajar con el productor Hal Willner, que ha reunido a compositores que han sido auténticos reformistas», dice Baryshnikov.