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El fan accidental de Raymond Carver

La Filmoteca dedica un ciclo al cineasta Robert Altman, el gran padrino del cine independiente

Tim Robbins era el ejecutivo en peligro en la capital «The player» que puso a Robert Altman de nuevo en el foco a principios de los 90, lugar que no abandonaría
Tim Robbins era el ejecutivo en peligro en la capital «The player» que puso a Robert Altman de nuevo en el foco a principios de los 90, lugar que no abandonaríalarazon

La Filmoteca dedica un ciclo al cineasta Robert Altman, el gran padrino del cine independiente

No había tiempo. La situación era desesperada. O empezaba una pelea, sin ninguna posibilidad de vencer, o tiraba el último año de su vida a la basura.Si hubiese tenido fauces, hubiera arrancado piernas enteras de abogados, productores, representantes, consejeros y otros imbéciles que convierten el cine en un circo. Miró a su esposa y lo tuvo claro. No valía la pena hacer ninguna tontería. Se marcharían a casa y abandonaría el proyecto. «Si fuese más joven, si nadie dependiese de mí, sabríais lo que es bueno», pensó Robert Altman y empezó a hacer las maletas.

Estaba en Roma, trabajando en un ambicioso proyecto, convertir la vida del compositor Rossini en película, pero sus desencuentros con el productor italiano Enrico Roseo convirtió un proyecto soñado en una pesadilla. No era hombre de tirar la toalla, pero a veces aceptar la derrota es la única forma de volver a vencer.

Antes de llegar al aeropuerto, llamó a su secretaria para que le trajese algo para leer durante el vuelo. Ante su sorpresa, la joven le trajo hasta cinco libros delgaditos de un mismo autor. Su nombre, Raymond Carver. Sabía quién era, pero nunca lo había leído, así que le pareció que tenía la mejor secretaria del mundo. Cuando aterrizó el avión en Nueva York lo tenía por completo certificado.

Durante las más de siete horas de vuelo, el cineasta, director de películas de culto como «Nashville» o «M.A.S.H.» leyó historia tras historia hasta que en el aeropuesto J.F.K se dijo a sí mismo, «¡Esto puede ser una película!». Nueve historias y un poema habían logrado que se olvidase por completo a Rossini. «Me encantaron esas historias. Hay que entender mi estado de ánimo. Venía de una gran derrota y un proyecto fallido, una película abortada. Creo que lo único que hice después fue una especie de sopa de Carver», señalaba Altman.

Lo primero que hizo fue visitar a la viuda de Carver, la escritora Tess Gallagher, que aceptó la propuesta del cineasta. Con los derechos de los cuentos, fue a Paramount, que le compraron la idea y le dieron dinero para que preparara un guión. Lo tituló «Short cuts». Cuando leyeron aquel collage de vidas anónimas en un Los Ángeles en estado constante de pánico, prácticamente se lo tiraron por la cabeza. No les gustó en absoluto. El fantasma de Rossini volvía a aparecer. Pero Altman no pensaba rendirse tan rápido y consiguió finalmente financiación a partir de productoras independiente. «Me encantaba Altman y creía que él sabría trasladar bien el mundo de Ray. Sólo puse una condición. Carver siempre huía de la ironía, sentía y se preocupaba de verdad por sus personajes. Altman, en cambio, había fundado su carrera a través de su ironía. Insití en que controlase esa tendencia», recuerda Gallagher.

El resultado, «Short cuts», asombró al mundo en 1993 y volvió a poner a Altman en el centro del cuadro. La cantidad de imitaciones a las ideas detrás de esta película marcaron el cine independiente de las siguientes dos décadas y confirmaron a Altman como un maestro, irónico, pero maestro.

La Filmoteca de Cataluña dedica ahora un ciclo con las grandes películas de su trayectoria. Cerca de 30 filmes sirven para demostrar el talento de este referente del cine americano que fallecía en 2006 con mucho cine todavía por hacer. «Todo mi obra habla de luchar, social o culturalmente, por seguir vivo», solía exclamar. Especialista en el cine coral, en el gran canvas, sus historias consiguen elevar la microhistoria a la razones de ser de la macrohistoria. En este sentido es el maestro del detalle sublimado a emblema cultural.

El ciclo arrancará con «The James Dean Story», un documental de 1957 que explica la importancia del actor a partir del testimonio de quines le conocieron. A partir de aquí podremos ver «M.A.S.H.», la comedia antibélica que se convirtió en todo un fenómeno. «The player», su pequeña venganza contra ese Hollywood controlado por ejecutivos que aparecen y desaparecen con la misma facilidad que dan luz verde a películas estúpidas. «Popeye», «Nashville», «Kansas City», «Gosford Park», «Vincent & Theo», «El largo adiós», «California Split» o «Buffalo Bill» completan un ciclo que concluirá el documental «Altman» de Ron Mann de 2014. Una oportunidad única de recuperar a un icono.

Dónde: Filmoteca de Catalunya. Pl. de Salvador Seguí. Barcelona.

Cuándo: Del 11 de diciembre a principios de marzo.