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«Este es mi último libro»

La ilustradora Roser Capdevila, la madre de «Les tres bessones», publica «La nena que volia dibuixar», sus fascinantes memorias de infancia

Una gran ilustradora. Roser Capdevila, ayer, en su domicilio barcelonés, ante un ejemplar en chino de «Les tres bessones»
Una gran ilustradora. Roser Capdevila, ayer, en su domicilio barcelonés, ante un ejemplar en chino de «Les tres bessones»larazon

La ilustradora Roser Capdevila, la madre de «Les tres bessones», publica «La nena que volia dibuixar», sus fascinantes memorias de infancia.

Roser Capdevila sonríe a la cámara y bromea mientras pasa divertida las páginas de «La nena que volia dibuixar» (Angle Editorial), el libro en el que recoge sus memorias de niña en la posguerra. Pero Capdevila lo ha pasado mal, tras superar un cáncer y un accidente de tráfico. Sin embargo, la madre de «Les tres bessones» irradia optimismo y felicidad.

Ese espíritu también es visible en esta autobiografía en la que estuvo trabajando entre 2002 y 2007, mientras hacía compañía a su madre enferma. «Me pasaba el día en su casa y me aburría mucho. No tenía nada que hacer., así que me llevé el trabajo conmigo. Fue en ese momento cuando un amigo, Jordi Llavina, me regaló un cuaderno y empecé a llenar con mis recuerdos», explicó ayer Capdevila en conversación con este diario.

Un tiempo difícil

Estas memorias ilustradas nos trasladan a un tiempo difícil y gris, una Barcelona que trata de sobrevivir a la posguerra tras la victoria de las tropas de Franco. Son los años del racionamiento, pero Capdevila reconoce que vivió una infancia feliz. «Pero es que en aquellos momentos pensábamos que el pan era negro. Claro, para nosotros todo aquello era de lo más normal», rememoró Roser Capdevila.

Estados Unidos y Suiza eran los dos paraísos soñados para escaparse. «Vivíamos en Horta y allí, en el cine, todas las películas que se proyectaban eran americanas. Los japoneses eran siempre los malos mientras que los buenos eran los americanos que, además, siempre me parecían muy guapos. En esos años venía la VI Flota y yo me las arreglaba para que el consulado de Estados Unidos me facilitara un pase para visitarlos», dijo la autora. Fue en ese momento cuando se atrevió a escribirle al mismísimo presidente Dwight D. Eisenhower para que le pagara el viaje a Estados Unidos. Al cabo de unos meses recibió respuesta de la Casa Blanca, un hecho que provocó un gran enfado por parte del padre de Roser Capdevila.

Gracias al libro también podemos conocer cómo nace la pasión por el arte, empezando a trabajar muy joven en el taller de Carles Collet, un escultor suizo establecido en el barrio de Horta. Capdevila se convirtió en su ayudante mientras trabajaban en la puerta del baptisterio de Montserrat. A ello se le sumó la creación, junto con unas amigas, de una revista llamada «DOENGGG... La verdad ni teme ni ofende», una publicación que tenía como objetivo recaudar fondos para poder comprarse unos tejanos, «aunque finalmente no los pude conseguir».

Junto con el libro se incluye un desplegable en el que Roser Capdevila ha dibujado la procesión del corpus en Horta durante los años 50. Con su inconfundible estilo, la artista nos invita a recorrer una larga calle en la que los vecinos salen al balcón para ver la llegada de los gigantes y cabezudos, así como los muchos devotos.

Pero Roser Capdevila reconoce con pesar que «este es mi último libro. No voy a hacer más». Y eso es algo que afirma cuando hace poco que ha podido recuperar los derechos de sus queridas «Las tres bessones» después de una serie de disputas judiciales. «He ganado los derechos y ahora veremos qué se puede hacer. Estoy contenta, pero no pienso en volver a hacer una serie de televisión. Ya existe una de 104 episodios y que fue la más larga de duración en Europa, con capítulos de media hora. No me gusta lo que hay ahora en animación: mucha serie japonesa aburrida con una animación muy pobre», apunta.

«La nena que volia dibuixar»

Roser Capdevila, Angle Editorial.

122 págs.,

19,50 eur.