ERC

Guerra entre Torrent, Aragonès y Tardà por liderar ERC

La inhabilitación de Junqueras abre la batalla ante un adelanto electoral

Tardá, Torrent y Aragonés, ante un cartel de Junqueras en un acto en Madrid. (Foto: J. FDEZ. - LARGO)
Tardá, Torrent y Aragonés, ante un cartel de Junqueras en un acto en Madrid. (Foto: J. FDEZ. - LARGO)larazon

Con el líder republicano inhabilitado, Pere Aragonés, respaldado por el propio Junqueras, y Roger Torrent se perfilan como candidatos. Pero si hay riesgo de ruptura interna, el «tapado» es el veterano Joan Tardà.

Esquerra Republicana de Catalunya está desarrollando tras la sentencia una febril actividad, con bandazos incluidos y protagonismos diferenciados. Tras lo que se podría calificar como descoordinación existe una pugna, cada vez menos disimulada, para asumir la sucesión de Oriol Junqueras, quien tras la sentencia del Supremo está inhabilitado, ante la posibilidad cada vez más posible de un adelanto electoral en Cataluña.

Por un lado, Pere Aragonès, vicepresidente de la Generalitat y coordinador nacional de ERC, que tiene una gran influencia en el área metropolitana de Barcelona y que cuenta con el respaldo del propio Junqueras, que lo ungió candidato en una entrevista que realizó Nació Digital. Por otro, Roger Torrent, presidente del Parlament de Catalunya, que cuenta con el apoyo de la militancia de la Cataluña interior. Y en la banda, calentando como los suplentes de lujo, Joan Tardà, la carta que más de uno piensa en utilizar en el caso de que las costuras del partido corran el riesgo de romperse.

Los tres tienen la vista puesta tras el 10 de noviembre. Las tensiones no son nuevas. Durante la investidura fallida de Pedro Sánchez, ambos sectores se las tuvieran tiesas en la ejecutiva, como publicó LA RAZÓN, entre los partidarios de no bloquear a Sánchez –Aragonès, Tardà y Rufiàn– y los partidarios del no: Sergi Sabrià, Marta Vilalta, la secretaria general, y varios consejeros del Gobierno catalán.

Desde el día 14 todos han llevado su propia agenda. Aragonès dio un puñetazo encima de la mesa convocando al mismísimo Joaquim Torra, a la consejera de Presidencia, Meritxell Budó, y al conseller de Interior, Miquel Buch, para analizar los sucesos de la noche anterior. En la reunión, Torra pidió la dimisión del consejero de la Policía. No lo consiguió y se marchó de manifestación sin condenar la violencia. Aragonès no apoyó a Buch, pero sí a la Policía condenando sin paliativos la violencia en las calles. En TV3 lo dijo muy claro: «No me gusta lo que veo».

El jueves 17, ERC dejó plantado a Torra en el Parlament cuando propuso un nuevo referéndum de autodeterminación. Forzado por la situación Torra rechaza «con la boca pequeña» la violencia, jaleando al tiempo a los CDR, y convoca una reunión con los alcaldes de las principales ciudades el sábado 19 en el Palau de la Generalitat. Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, no acude al encuentro. Sin embargo, sí asiste a una reunión con Torrent junto a las entidades sociales y económicas de la ciudad, que en muchos casos no envían a sus primeros espadas. Torrent, que lleva tiempo marcando su propia agenda, aprovecha la situación para marcar protagonismo.

La tensión en las calles durante esta semana obliga al Gobierno a cerrar filas con Torra, aunque Aragonès mantiene un perfil propio. Institucionalmente está con el presidente catalán, pero ERC marca su propia hoja de ruta, que se plasma el sábado por la noche en las barreras humanas entre los violentos y la Policía, inspiradas por Gabriel Rufián, que le valen soportar una sonora bronca en la calle. «Parecía Vietnam», resume un dirigente republicano.

Aragonès concede el domingo 20 una entrevista en La Razón dónde marca su hoja de ruta: negociación, diálogo, acuerdos y votación. No renuncia al derecho a la autodeterminación, pero pone sobre la mesa la necesidad de rebajar tensión y gobernar la Generalitat. Al tiempo, desliza que el interlocutor con el Gobierno era él, aunque pedía más formalidad a los contactos. En esta línea, se supo al día siguiente que Rufián mantenía conversaciones fluidas con Adriana Lastra, la vicesecretaria general del PSOE.

El martes día 21, Joan Tardà, el dirigente más respetado y transversal de ERC, rompe la baraja al afirmar «este Gobierno no es el más fuerte para encarar los tiempos que vienen», dejando además este recado: «El procés no avanzará hasta que lo lidere ERC». Toda una declaración de intenciones a favor de un adelanto electoral en la línea que marca el vicepresidente Aragonès y el propio Junqueras.

La reacción no tardó. El grupo parlamentario de ERC firma junto a JxC y la CUP una moción en la que se reivindica el derecho del Parlament a hablar del rey y de la autodeterminación. Torrent compareció inmediatamente para asumir «las responsabilidades judiciales en defensa de la libertad de expresión», en una puesta en escena de candidato en potencia. La moción al final no llegó al pleno y su debate se ha pospuesto hasta después de las elecciones, si es que ese debate se llega a concretar.

Estos movimientos pusieron a ambos sectores en tensión. «ERC ganará sin ellos», decían desde el sector que apoya a Torrent en clara referencia a Tardà y Rufiàn, principales baluartes de Aragonès. «La moción es humo para contentar a los locos de fuera y de dentro», apuntaba un dirigente cercano a Aragonès que no dudaba en calificar la moción de «blanqueo de Torra para que Ginebra – donde vive Marta Rovira, la secretaria general autoexiliada en Suiza, alineada con Torrent– esté contenta» y «para blanquear la deslealtad de Torra».

La batalla de la sucesión está servida y puede ser el detonante para forzar elecciones porque «mantener mucho tiempo esta situación puede desangrar al partido». Torra tiene en sus manos convocarlas, pero si los resultados del 10-N no son buenos para JxC, como parece, se resistirá. ERC puede provocar un adelanto rompiendo el Gobierno y su propia tensión interna puede ser el detonante. El candidato será elegido en primarias. Aragonès y Torrent se perfilan como aspirantes, pero si hay riesgo de que las costuras internas se resientan, Tardà puede saltar a la arena. Y quizás, alguien más.