Literatura
Herralde: «El combate político abrió un socavón en la venta de libros»
El maestro de Anagrama, Jorge Herralde, será hoy premiado por los editores catalanes. A él le gusta decir que piensa seguir al pie del cañón «hasta que el coco aguante»
El maestro de Anagrama, Jorge Herralde, será hoy premiado por los editores catalanes. A él le gusta decir que piensa seguir al pie del cañón «hasta que el coco aguante»
–Hoy recibe el Premio Atlántida que concede el Gremio de Editores de Cataluña. ¿Qué representa este galardón para usted?
–El Premio Atlántida me parece significativo y lo agradezco mucho. Si se repasa la lista de ganadores, a lo largo de tantas décadas, es algo variopinto. En un principio se da a personas que se presumen que son lectores, y se le dio a Jordi Pujol, Juan Antonio Samaranch o Cristina de Borbón. Era otra época. «Other Voices, Other Rooms». Pero desde hace unos años lo da un jurado formado por los editores de la junta del gremio y, a la par, con periodistas culturales. Bromas aparte, se le ha dado a gente que aprecio mucho, como Carlo Feltrinelli y Antoine Gaillard.
–El premio reconoce su labor en el fomento de la lectura. ¿Cómo ha hecho esa labor Anagrama?
–Mi trabajo consiste en destilar y que estén presentes en el catálogo los que creemos que son los autores más valiosos y pertinentes, e intentar conseguir la complicidad con los lectores.
–Y los lectores, en el caso de Anagrama, son fieles tanto al sello como a sus autores.
–En Anagrama hemos estado muy atentos a lo que se escribe en el mundo, autores internacionales, españoles y latinoamericanos, intentando publicar los que mejor encajan con el espíritu del tiempo y también en nuestro catálogo. En muchos casos, hemos hecho política de autor que, naturalmente, no siempre triunfa económicamente. Hemos tenido muchos casos en los que hemos seguido a lo largo de los años, a autores excelentes que a veces no han sido premiados por demasiados lectores, aunque con el paso de los años se han erigido como indispensables. Es el caso de Rafael Chirbes que a lo largo de su espléndida carrera tuvo su apoteosis final con «Crematorio» y «En la orilla». Igual sucede con Kapuscinski que hasta su quinto libro «Imperio» no se convirtió en indispensable. Y muchos más.
–¿Hasta Kazuo Ishiguro?
–En Anagrama hemos tenido injustamente tres Premios Nobel y los tres inesperados. El primero Kenzaburo Oé, cuya única novela en castellano la publicamos nosotros. Luego vino Patrick Modiano, un caso muy curioso porque lo habían publicado en todo el mundo editoriales excelentes, empezando en España por la Alfaguara de la época de Jaime Salinas, pero lo habían ido abandonando porque era un autor francamente minoritario. Hace unos años leí «Un pedigrí», una especie de caja negra de todo su universo y eso había que publicarlo porque era una maravilla. Fue como un redescubrimiento y lo seguimos publicando hasta que, de forma inesperada, le dieron el Nobel. Y digo inesperadamente porque poco antes lo había ganado Le Clézio, de la misma edad que Modiano y raramente pasa esto en el Nobel. Pero pasó y seguimos publicando a Modiano, como pasará en junio cuando aparezca en Anagrama su última novela. A Ishiguro lo empezamos a publicar desde su primera novela, «Los restos del día», que fue un gran éxito y obtuvo el Booker Prize. De este grupito inglés que bauticé como «British Dream Team», él parecía el menos mediático comparado con Ian McEwan y Julian Barnes. Pero ha sido premiado y con gran entusiasmo.
–El Premio Atlántida también reconoce el valor cultural. Estaba pensando que en esa defensa del valor cultural puede entrar el libro de Jordi Amat que acaban de publicar en Anagrama.
–Cuando empezamos la editorial eran tiempos de Franco y nosotros éramos una editorial muy izquierdosa. En los Cuadernos Anagrama buena parte de los temas eran políticos, con una amplia representación de la izquierda heterodoxa. Eso duró hasta el famoso desecanto cuando tantos lectores se desencantaron de la lectura de libros políticos. Ahora se ha resucitado de otra manera, pero también buscando textos breves, significativos y pertinentes, como pasa con el texto de Jordi Amat «La conjura de los irresponsables». Y sobre los irresponsables yo ya dije en junio que estamos asistiendo a un combate de disparates entre don Tancredo –es decir, Rajoy– y el «hooligan» por excelencia que es Puigdemont. Ambos son tozudamente irresponsables.
–¿Cómo cree que ha evolucionado el combate?
–Es un combate tan imprevisible que es muy difícil hacer futurología. Lo que es cierto es que en todos estos años de inactividad por una parte y febril por la otra hay dos millones de catalanes que son independentistas y de una forma muy emocional. Las emociones son muy respetables, pero luego existe lo que Freud llamaba el principio de realidad. Eso ha abierto un socavón en la venta del libro porque con tanta actividad frenética, con tantos días presuntamente decisivos, ¿quién se recogerá para leer una novela? De todas formas, el máximo optimismo es pensar que esta tan visible fractura de la sociedad catalana no tarde demasiados años en soldarse, pero tardará.
–Este es un premio por fomentar la lectura. ¿Cómo se puede impulsar el libro?
–Aparte de las muchas medidas desde ámbitos gubernamentales, la universidad y la escuela. Los editores debemos hacer lo mejor posible nuestro oficio, seleccionando con rigor y publicando de la manera más cuidada y bella.
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