Festivales de Música
La gincana pop del Primavera
Después una noche de estrés electrónico vía Aphex Twin y el éxito del escenario Primavera Bits, la tarde del viernes se convirtió en un juego de detectives en busca del nuevo concierto secreto
Después una noche de estrés electrónico vía Aphex Twin y el éxito del escenario Primavera Bits, la tarde del viernes se convirtió en un juego de detectives en busca del nuevo concierto secreto.
Los niños ricos, esos que tienen absolutamente todo, que no tienen caprichos sino patologías, son capaces de dejarlo todo por la incertidumbre de una sorpresa. Son como asmáticos jugadores que lo apuestan todo al rojo aunque saben que con ello les va la salud y la fortuna. El Primavera Sound de este año parece repleto de niños ricos. Tienen todos los conciertos del mundo a sus pies, pero ayer lo único que parecían querer era el concierto sorpresa. El impacto de la aparición no anunciada del jueves de Arcade Fire tuvo ese efecto. ¿Quién sería el siguiente? Las sorpresas pueden generar felicidad, pero también ansiedad y decepción. Los niños malcriados lo saben muy bien.
El viernes comenzó a base de gags, como el de Phurpa, tres encapuchados arrodillados frente a sus instrumentos que empezaron a hacer gargajos y ruidos de motos cuando aceleran, cambian la marcha, y sólo deseas que se caigan para que al menos pase algo o se callen. A veces, los experimentos salen rana, otras sale un oso y todos a correr. El Auditori se vació en cinco minutos. Y aquí apareció el tatuaje del día. En realidad hubo empate. Un He-Man de músculos de acero tenía en sus brazos los rostros de Marilyn Monroe, Brando y Charles Chaplin. Quizá hacía pesas para que le cupiesen más estrellas de Hollywood, quizá temía, como en «Memento», que se le olvidase lo que le gustaba, en cualquier caso le quedaba bien. El otro era una pelirroja bajita que tenía tatuado en la espalda, con una bella ortografía, “El huevo vino antes que la gallina” y de allí salían un montón de pajaritos. La paradoja de la frase es que salían pajaritos, no huevos, aunque si la frase era el huevo... Cuando un tatuaje te hace pensar, !bieeeen!
Entonces llegó Mitski, que empezó con un platillo de batería tan alto que hizo a la chica del tatuaje poner un huevo. Dos padres salieron disparados de cerca del escenario, con sus hijos en brazos cuyos cascos no les servían para nada. Luego les sacaron los cascos y se vio que los utilizaban para no oírles, es curioso. Miserables. La verdad es que fue uno de los conciertos de la tarde, con esa revisión arty del indie rock de los 90 muy bien encapsulada. Ni siquiera las deficiencias de sonido lastraron a una mujer que con su hitazo, «Your best american girl», se ganó el amor incondicional del publico.
Empezaba a anochecer y la multitud que acampaba para poder ver a Magnetic Fields hacía imposible poder entrar al Auditori. Da igual, hoy repiten. Además, se acercaba la hora del ¡concierto sorpresa! «Como sea Daft Punk me voy a reír de Darío el resto de su vida», dijo un entusiasta medio niño de 22 años a sus amigos. ¿En serio? Darío fue el que rió cuando apareció Mogwai. Aún así había cola para verlos. Del resto de la tarde rescatar el indie rock con trompeta incluida de Whitney y el poderoso groove de Sampha, que maravilló con su soul electrónico.
Por su parte, la noche del jueves empezó con dos latigazos de pura energía de la mano de Slayer y Death Grips. Los primeros, icónicas figuras del trash metal de los 80, volvieron a poner voz de batidora, ¡¡oghhhr!!, y organizar una auténtica orgía de aceleración y estruendo que conquistó a sus incondicionales y cautivó a los neófitos, que veían aquello como una genial performance. ¡Estos modernos! Al mismo tiempo, Death Grips ponían patas arriba el escenario Primavera con su hip hop industrial en la que destacaba el vocalista, prodigio de la naturaleza que, con el torso desnudo parecía un chamán invocando a la desmesura y descontrol. Los de Sacramento saben que el directo en grandes escenarios es para el contagio, no la ensimismación. Que se lo digan a Hamelín o a la famosa flauta de los pitufos. Las convulsiones espontáneas empezaron a sucederse.
Antes, en un planeta muy, muy lejano, fue el turno de la ensimismación. Bon Iver y su voz lacerante, tratada con efectos robóticos para poner algo de futuro a la depresión, está hecho precisamente para ensimismarse en las propias miserias. Erguido en el escenario, prácticamente inmóvil, daba la impresión de ser un cáctus, un cáctus solitario en el desierto, que cantase en falsete sobre el desamor. Cuando consigues que 30.000 personas quieran abrazarte y arrullarte como un bebé, algo tienes seguro de especial.
La noche transforma un poco al Primavera. Sólo había que ver las colas kilométricas de gente esperando para entrar a la zona electrónica del Primavera Bits. Parece que el festival empiece a organizarse por ghettos. Los que se quedaron en tierra firme disfrutaron de Survivor, los compositores de «Stranger things», una especie de Vangelis para publicistas nocturnos. Demasiado limitados en su repertorio electro pop, no engañaron a nadie, pero cumplieron. Si al menos hubiesen aparecido los niños de la serie, en bicicleta... Había bicicletas en el Primavera, pero no eran niños, eran barbudos con barrigón y camisetas desgastadas. Éste es el futuro, niños, no hay otro. La noche la cerró otro clásico de los 90, Aphex Twin. Su deconstrucción electrónica sigue siendo de la que deshiela los icebergs y toda la costa a tomar viento. Sólo queda un día, ¡al abordaje! La gincana continúa.
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