Historia

Barcelona

La megafauna ibérica de hace 9 millones de años resucita en el Cosmocaixa

Un «milagro» geológico en un cerro madrileño preserva tigres dientes de sable, mastodontes, tortugas gigantes y otras piezas prehistóricas

El rey de la sabana del Mioceno era el tigre dientes de sable
El rey de la sabana del Mioceno era el tigre dientes de sablelarazon

Un «milagro» geológico en un cerro madrileño preserva tigres dientes de sable, mastodontes, tortugas gigantes y otras piezas prehistóricas

Érase una vez, entre 10 y 9 millones de años, en interior de la Peninsula Ibérica, vivían los tatarabuelos de los elefantes, leones, rinocerontes y un largo etcétera. Eran enormes. Tan grandes, que a esta generación de animales que relevó a los dinosaurio, se la conoce como la megafauna. El hombre todavía no existía, aunque más adelante, en una pérfida alianza con el clima, sus antepasados tendrían ocasión de acabar con los últimos supervivientes de esta estirpe, que se extinguió hace unos 12.000 años. Para hacerse una idea, los primeros homínidos aparecieron hace 3 millones de años y el primer homo sàpiens, hace medio millón.

Pero no perdamos el hilo, hace 9 millones de años, por donde hoy circula la M-30, había un paraíso natural que no tiene nada que envidiar a la reserva africana del Serengueti. Y esta sabana española tenía unas condiciones climatológicas excepcionales para que la megafauna del Mioceno procreara.

El rey de aquellos animales era el tigre dientes de sable, el ancestro de los grandes felinos que hoy conocemos. Podía abrir la boca hasta 180 grados y asustaba porque tenía unos colmillos planos y afilados que actuaban como un arma de gran precisión. Eran, literalmente, como un sable porque daban una muerte rápida a sus presas. Sólo tenían un inconveniente, estos dientes también eran su talón de Aquiles, si se frac estaban condenados a morir. A diferencia de los leones, el tigre dientes de sable no cazaba en manada, atrapaba a su presa con las patas y luego la degollaba.

Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico Regional, cuenta que esta dentadura los acabaría condenando a la extinción. Pero una explotación minera de Torrejón de Velasco, en la Comunidad de Madrid, dejó al descubierto hace relativamente poco, en 1991, una gran cantidad de fósiles de estos enormes animales. Ahora, gracias a la exposición «Sables y Mastodontes», que puede verse en el Cosmocaixa desde esta semana, nos podemos medir con el esqueleto de un auténtico tigre diente de sable y otros muchos animales mastodónticos de la época.

Esta muestra, organizada por «La Caixa» y el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, no hubiera sido posible sin un proceso geológico «milagroso» que ha conservado centenares de fósiles de la megafauna que pobló el centro de la península ibérica hace miles de millones de años. La historia de esta muestra empezó en 1991, cuando el periodista Vicente Olaya llegó al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid con unos huesos fósiles que le había dado un amigo. Los había sacado de una cantera de sepiolita, la piedra con la que se hace la tierra para gatos. Así fue como se descubrió el Cerro de los Batallones, un yacimiento único en el mundo, de donde ha salido el registro más completo para conocer a los carnívoros del Mioceno. Decenas de especies quedaron atrapadas en esta especie de trampa natural causada por la erosión de los sedimentos que forman el cerro. Baquedano explica que esta erosión habría formado cavidades a las que los animales iban a beber y a comer y de las que jamás pudieron salir. Al morir, su carne atraía a más fauna y durante un periodo muy largo de tiempo, entre 500.000 y 100.000 años, se fueron acumulando restos de animales en varios yacimientos a unos 6 y 7 metros de profundidad.

Sobre todo, se han encontrado depredadores. Además del tigre dientes de sable, en la muestra se pueden ver úrsidos, el abuelo de oso pardo y el panda gigante. Cuentan de él que era una bestia sexual, sus cópulas eran largas y había un alto grado de competencia entre machos. También pueden verse los vestigios de un aulúrido, el antepasado del panda rojo; un cráneo y una mandíbula de un mastodonte; el caparazón completo de una tortuga gigante; los restos de una nueva especie de jirafa; rinocerontes sin cuernos, ; microfauna; reptiles, aves de la época y así hasta 160 piezas. «Incluso, el feto de un caballo que no llegó a nacer», explica con entusiasmo Baquedano a Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación Bancaria «La Caixa». Lo increíble de haber hallado un animal nonato es que pocos tienen opción de convertirse en fósil porque se los suelen comer los carroñeros.

Cataluña era tropical

El ilustrador científico Mauricio Antón con dibujos e imágenes en 3D de la flora y la fauna de este periodo geológico abre una ventana a este periodo geológico. Antón reconstruye también los bosques tropicales del Baix Llobregat donde hay un yacimiento con primates que complementa el mundo hallado en el Cerro de los Batallones –en la sabana no vivían primates–.