Educación

«La revolución en las aulas pasa por formar el lado humano del futuro maestro»

Miquel Martínez Martín, catedrático de Teoría de la Educación, impulsa estudios para transformar el sector

«La revolución en las aulas pasa por formar el lado humano del futuro maestro»
«La revolución en las aulas pasa por formar el lado humano del futuro maestro»larazon

Miquel Martínez Martín, catedrático de Teoría de la Educación, impulsa estudios para transformar el sector

–Ante el alud de proyectos innovadores en las escuelas ¿cómo se forman los futuros maestros?

–En las facultades catalanas, llevamos 4 años trabajando en un programa de mejora e innovación (MIF) para formar maestros. Ahora hay un boom mediático, pero la innovación en las escuelas hace décadas que funciona. Sin embargo, en los últimos años, hay una conciencia compartida para consolidar buenas prácticas en la formación de docentes y repensar qué tipo de maestros necesitamos, coincidiendo con la revolución educativa que están liderando muchas escuelas.

–Y ¿qué tipo de maestros necesitamos?

–La escuela actual tiene necesidades como saber gestionar la diversidad. El modelo de aprendizaje que hay que priorizar debería centrarse en la creación de conocimiento, en la capacidad de aprendizaje autónomo, así como facilitar que los alumnos trabajen en red y adquieran competencias transversales. La educación no puede ser igual que hace 20 años. Los docentes, a través de programas de formación continua, se están poniendo al día. Pero la formación inicial requiere un análisis más en profundidad para que estas prácticas, que hoy en día son frecuentes en las escuelas, también estén presentes en las facultades donde se forman los futuros maestros.

–¿Quiere decir que los métodos revolucionarios de las escuelas más innovadoras no se ven en las facultades?

–Están, pero no podemos garantizarlos en todos lados, porque la manera de diseñar las actividades de la docencia es responsabilidad del departamento o del profesor que imparte la asignatura. Con el MIF, lo que queremos es extender la innovación en la formación. Por ejemplo, se ha de introducir el trabajo por competencias y colaborativo, cambiar las aulas y trabajar el lado humano del futuro maestro. Muchos recordamos más a nuestros profesores por cómo eran que por lo qué enseñaban. En las aulas de hoy, cobra mucha importancia cómo se gestionan los conflictos y no todo el mundo está capacitado. Esto que empieza a abordarse en las facultades, debe intensificarse.

–Pero las pruebas a los futuros maestros para acceder a la universidad (PAP), que este año introducen cambios, evalúan los conocimientos que tiene una persona y no sus valores ni su formación como persona

–En las pruebas de aptitud del año pasado, lo que buscamos es que quien empiece a estudiar magisterio sea competente en comunicación, sepa razonar y tenga capacidades lógico-matemáticas. Queremos garantizar un mínimo de requisitos. Aunque lo que hará un buen maestro será lo que aprendan en las facultades y los dos o tres primeros años de trabajo. De entrada, es bueno que el perfil de los estudiantes sea el adecuado. No es tan importante una nota de corte, como entender que un maestro es un referente clave en lengua y razonamiento. No pueden haber déficits en capacidad comunicativa, por ejemplo.

–¿Habíais captado estos déficits?

–Sí. Una persona puede sacar un trece en selectividad y no saber comunciarse. Las notas de selectividad son importantes, pero para nosotros es más importante que tengan estas capacidades. Hacer una prueba, además, ayudará a que la profesión de maestro tenga mejor valoración social.

–Y enterrará el desdeñoso tópico de que una persona que no sabe qué hacer estudia para maestro.

–Hasta ahora, pasaba que cuando una persona tiene un expediente muy bueno y dice que quiere ser maestro de infantil, le dicen: «Pero hombre, no desaproveches el expediente que tienes!». Hemos de acabar con esta visión. Queremos incorporar en el campo de la docencia a las personas más brillantes a nivel humano. Y si pueden tener perfiles variados, científico, tecnológico, lingüístico, mejor.

–¿Los mejores no pedirán mejores sueldos?

–El trabajo de docente es atractivo. Primero, los salarios están por encima de la media y permiten conciliar.

–¿Los maestros que ya ejercen también se forman para afrontar nuevos retos educativos?

–El MIF sólo es formación inicial. La formación continua la hacen las facultades, el departamento de Universidades y asociaciones. De todos modos, estamos trabajando en una propuesta para mejorar la formación continua y haciendo reflexiones sobre el acceso a la docencia que presentaremos en septiembre.

–Siempre que se habla de educación, aparece Finlandia, ¿las escuelas extranjeras son una inspiración?

–Desde hace tres años, ofrecemos una convocatoria de quince plazas para que profesores de las facultades que enseñan a futuros maestros marchen fuera. Ellos proponen los centros de referencia, organizan un programa para su estancia, están un mes en el colegio escogido y regresan con un ideas para el sistema. Está dando resultados interesantes.

–¿Hay centros o países más demandados?

–Suiza, Bélgica o Canadá, por la gestión del bilingüismo, por ejemplo. Por supuesto, Finlandia siempre está en la lista o Inglaterra, que es muy buena en prácticas.

–¿A la inversa funciona? ¿Hay países que se interesen por el sistema educativo catalán?

–Sí, consideran que trabajamos muy bien la dimensión de los valores y la inteligencia emocional.

–En la metodología del aprendizaje en las facultades, ¿también hay cambios como sustituir la clase magistral por otros formatos?

–Aquí tenemos un problema, las condiciones docentes de las facultades habrían de mejorar y facilitar más prácticas. Por muy buena voluntad que haya de diseñar un trabajo en red, colaborativo o por competencias, si quieres que lo viva el estudiante cuando hace la carrera, has de hacer que las clases de la facultad sean así y no siempre es posible. No es lo mismo una clase de 60 que de 30.

–¿La idea de permitir una formación más práctica pasa por un MIR para maestros?

–Queremos intensificar la formación práctica y pensamos en crear un periodo de aterrizaje extenso (un año mínimo, dos, deseable) y acompañado que pueda acreditar que el alumno que hace prácticas tiene experiencia. Algo parecido a un MIR para profesores con especialidades en inglés, tecnología, arte y habilidades digitales.