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Las historias secretas de Gabriel Cualladó

La Pedrera recupera la fotografía «honesta, íntima y poética» de uno de los miembros del grupo AFAL

Una mujer observa una de las 140 obras de Cualladó que copan la exposición de La Pedrera
Una mujer observa una de las 140 obras de Cualladó que copan la exposición de La Pedreralarazon

El blanco y negro a veces encierra las historias más intensas. El color suaviza las formas y les otorga una profundidad y una textura que diluyen la imagen, que la tamizan, que le quitan misterio y expresión, como convertir la vida en una viñeta.

El blanco y negro a veces encierra las historias más intensas. El color suaviza las formas y les otorga una profundidad y una textura que diluyen la imagen, que la tamizan, que le quitan misterio y expresión, como convertir la vida en una viñeta. Sin embargo, el blanco y negro clava las formas, convierte los contornos en precisos desgastes, y eso hace que todos los objetos pasen a ser una parte esencial de una historia por descubrir. Una fotografía en blanco y negro no muestra la realidad, sino que revela la historia que la realidad quisiese ocultar. Porque, a pesar de lo que pueda pensarse, la poesía sólo es en blanco y negro. Lo demás es pintura y maquillaje.

Esto queda clarísimo en la obra de uno de los mejores fotógrafos españoles del siglo XX, Gabriel Cualladó. El fotógrafo valenciano siempre ha sido sinónimo de sinceridad, honestidad, poesía. Sus fotografías son como esos monstruos atávicos que mostraban todos los miedos de la humanidad y de allí podía surgir la auténtica belleza, la que no tiene artificios, sólo necesidad de contar la verdad. Ya fuera en París, en Madrid o donde fuera, Cualladó tenía la cualidad de otorgar historias secretas a todos los personajes anónimos que retrataba dándoles algo que pocos pueden, una razón, un sentido, una pulsión real. Catalá Roca decía que «la fotografía se parece más a la literatura que a la pintura». Por eso Gabriel Cualladó es el mejor poeta de la segunda mitad del siglo XX.

La Fundación Catalunya La Pedrera acoge ahora una amplia retrospectiva de la obra de Cualladó, con 140 inastantáneas que ejemplifican su talento, algunas de ellas hasta ahora inéditas. Bajo el nombre «Cualladó Esencial», se muestra por primera vez en Barcelona esa forma de encerrar en sombras historias de la vida cotidiana que él es capaz de mostrar con signos de exclamación y aplausos. La muestra propone un viaje apasionante desde sus inicios, cuando se reconocía un fotógrafo aficionado, a sus últimos años, después de recibir el primer Premio Nacional de Fotografía en 1994, unas polaroids en las que por primera vez juega con el color.

Retratos de otros fotógrafos

Comisariada por el fotógrafo y profesor Antonio Tabernero, la muestra demuestra cómo a partir de parámetros como la sencillez y la honestidad, Cualladó acabó por conformar todo un gran cuadro de costumbres de la España de los años 50, 60 y 70. Desde viejas sentadas con la mirada perdida a parejas agarradas de la mano, pasando por esos niños con ramos de flores o contando piedras, los retratos de Cualladó nunca muestran personajes, sino personas reales a los que se adivina un secreto, algo que recordar. «Todos aquellos que han mirado las fotografías de Cualladó han tenido que sufrir un cambio en su lenguaje emocional. Son una especie de milagro que muestra y oculta a un mismo tiempo, porque el vacío y el silencio son parte esencial de su obra», comenta Tabernero.

La exposición podrá verse hasta el 30 de junio y sigue con las exposiciones de grandes fotógrafos como Catany o, Pomés o Miserachs en la Pedrera..