
Cine
Los artistas y sus propios parricidios
El TNC inicia su ciclo dedicado al dramaturgo uruguayo Sergio Blanco con «Tebas Land», un auténtico juego de espejos

El TNC inicia su ciclo dedicado al dramaturgo uruguayo Sergio Blanco con «Tebas Land», un auténtico juego de espejos.
Edu nunca se perdía «Retropia», su programa de televisión favorito. Al salir del colegio, corría como un loco para llegar cuanto antes a casa. No quería perderse ni un segundo. Era su momento favorito del día, pues no había nadie en casa y podía estirarse en el sofá y perderse lejos, muy lejos, en un mundo fantástico, un planeta exótico en que su madre le quería y su padre no aprovechaba cualquier excusa para darle una paliza.
Llegó a casa a las cinco y cuarto y se tiró directo al sofá, agarrando el mando encima de la mesita de café como si fuese un tigre lanzándose sobre su presa. Encendió la televisión y puso el canal doce, donde cada tarde hacían dos nuevos episodios de «Retropia». El primero estaba protagonizado por Natt, una niña de once años del planeta Humo, que huía escondida en la nave del capitán Beck, el protagonista de la serie, tras un fatídico accidente en el que había matado a su padre. Pronto se descubría que no había sido un accidente, había sido premeditado, con fuertes motivos detrás, y Beck tenía que decidir si entregar a la niña y condenarla a la vida trágica o dejar que se escapase de allí y olvidar la pesadilla.
Si yo fuese Beck, pensó Edu, lo tendría más que claro. Odiaba que dudase ni siquiera. Ah, pero si fuese la niña, no sólo lo tendría claro, aplaudiría, me sentiría orgulloso, no sentiría ningún remordimiento. En ese momento, se puso a llorar, porque sabía que no era cierto, que todos nuestros actos encierran en sí mismos su propio remordimiento y a veces es tan abrumador que nos paraliza por completo.En ese mismo momento Natt, aquella niña, también se ponía llorar, y pedía clemencia a Beck.
No hubo catarsis después, Edu no se sintió mejor, se sintió oscuro y terrible y culpable, culpable. Aquella misma noche, cuando su madre llegó por fin a casa, le contó que la pequeña Natt había matado a su padre, pero que el capitán Beck la había indultado, no la había entregado, había dejado que viviese con él. Entonces le contó a su madre que ella era el capitán Beck y tenía que perdonarle. Su madre no entendía ni una palabra de lo que le decía aquel chico, alterado y tembloroso. ¿Dónde está tu padre?, preguntó. El niño se puso a llorar soñando en que el capitán Beck lo llevaba muy lejos de allí y empezaba una nueva vida.
Un gran dramaturgo
El TNC inicia su ciclo dedicado al gran dramaturgo uruguayo Sergio Blanco con «Tebas Land», drama estremecedor alrededor de la figura del parricida y la capacidad de su representación en el arte y la literatura. Dirigido por Natalia Menéndez, la obra nos presenta el diálogo entre un joven parricida, encerrado por su crimen, y un dramaturgo que se acerca a entrevistarle para intentar averiguar cómo podría crear un personaje parricida. A través de este diálogo veremos cómo cada acto encierra su propia crueldad. «La obra habla del maltrato, de cómo no puede surgir nada bueno, sólo abusos, violencia, ira y degeneración. Sin embargo, del buen trato surge la amabilidad, la ternura y hasta el humor», comenta Menéndez.
Pablo Espinosa interpreta aquí dos personajes, el parricida y el actor que tendrá que interpretarlo en la obra de teatro creada a partir de su experiencia. Por su parte, Pablo Gómez-Pando es el dramaturgo, una especie de alter ego de Sergio Blanco, que viene a la cárcel a entrevistarlo. «La obra plantea temas muy interesantes como la creación como espejo de uno mismo. El montaje es un gran ejercicio de honestidad donde Sergio se pone en riesgo a la hora de escribir, así que nosotros tenemos que ponernos en riesgo a la hora de interpretarlo», afirma Gómez-Pando.
Del «Edipo, rey», de Sófocles a «Los hermanos Karamazov», de Dostoievski, pasando por «Un parricida», de Guy de Maupassant o «Dostoievski y el parricidio», de Sigmund Freud, la obra de Blanco hace referencia a estos textos clásicos alrededor de la figura del asesino del padre. No es un homenaje metaliterario, sino un intento de reflejar hasta qué punto el drama es capaz de recibir su representación estética o esa misma estilización del drama lo desestructura y niega su verdad. «La obra es como una caja de muñecas rusa en la que cada palabra cumple una función determinada que fuerza el cambio de nuestro punto de vista sobre la acción y hace al público sentirse desde voyeur a vigilado», concreta Menéndez.
La puesta en escena es sencilla, con una jaula que encierra en negro a los dos personajes, que irán representando una especie de combate dialéctico. Declarada Obra de Interés Cultural por el Ministerio del Interior de Uruguay, la obra se estrenó en 2014 y desde entonces se ha convertido en obra de referencia. «Para mí es la tragedia más inquietante que he leído del siglo XXI», señala Menéndez.
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