El desafío independentista
Los tres dragones: el 17-A, el 155 y unas nuevas elecciones
El Sant Jordi más feminista reivindica la Rambla llena, un Govern y libertad para los presos
El Sant Jordi más feminista reivindica la Rambla llena, un Govern y libertad para los presos.
Cada Sant Jordi tiene su historia. El de ayer fue un Sant Jordi tremendamente femenino y reivindicativo. Tras el despertar del 8-M, autoras como la ilustradora Paula Bonet, la poeta María Leach o la cineasta Leticia Dolera recordaron entre firmas y declaraciones en televisión que «las mujeres nos hemos puesto en pie y queremos cambios reales». Había muchas mujeres firmando libros y muchas mujeres con rosas y con libros. Sería de gran utilidad que el 23 de abril, tuvieran los poderes de Peter Parker y se pudieran transformar en mujeres araña para tener ocho manos con las que coger las rosas que les regalan y hojear libros.
En clave política, fue un Sant Jordi peculiar, el del 155, sin fiesta, ni misa, ni bendición de rosas en el Palau de la Generalitat, aunque el Pati dels Tarongers, donde Jordi Pujol daba de desayunar chocolate deshecho para celebrar su santo, se llenó de rosas... amarillas, color que los independentistas han elegido para reivindicar la «libertad» y que el ministro del Interior prohibió en la Final de la Copa del Rey. Por eso, el portavoz de Junst per Catalunya, Eduard Pujol, pidió su dimisión. Había jornada de puertas abiertas y muchos ciudadanos, dejaron rosas amarillas sobre la estatua de Sant Jordi, una manera simbólica con la que recordar a los políticos presos.
El 23 de abril es una fiesta pensada para que la gente disfrute, no rememora derrotas, es en primavera, celebra el amor y anima a leer. Es tan transversal que caben tantas pretensiones como personas lo celebran. «El único límite es el respeto a la libertad de los demás», reflexionó el líder del PSC, Miquel Iceta. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, reivindicó una Rambla llena de gente, donde nadie quiere ir, pero todo el mundo acaba ojeando libros y comprando rosas, ocho meses después del atentado. «De la sangre del dragón, nació una rosa», tuiteó, «cuando perdemos el miedo, nace la esperanza, ver la Rambla hirviendo de actividad es el símbolo del #NoTincPor que Barcelona clamó el 17-A». En el almuerzo que el Ayuntamiento celebró en el Palau de la Virreina para los escritores, la alcaldesa volvió a tomar parte del conflicto, empezó diciendo que «no es un Sant Jordi cualquiera porque la Generalitat está intervenida por el 155, así es, y tras añadir que hay personas en prisión por motivos políticos, discrepó de Zoido y dijo que «en Barcelona no habrá nunca colores prohibidos».
Y desde Berlín,Carles Puigdemont, se reivindicó como presidente del «gobierno de la república en el exilio» en un contexto excepcional con 155 y sin Govern, en el que él también ve «presos políticos» y «una ola represiva del Estado». Leyó una declaración y grabó un mensaje en vídeo donde defendió la cultura como herramienta contra la represión y para construir la república catalana. Tirando de metáfora fácil, los políticos se han acostumbrado a comparar al dragón con sus enemigos. Para Colau es el terrorismo, para Puigdemont el 155, la «censura» y el «exilio», y para otros, como Xavier Garcia Albiol o Miquel Iceta, unas nuevas elecciones si en los próximos 30 días, los independentistas no se ponen de acuerdo para formar gobierno. Puigdemont tiene la idea de volver a intentar una investidura a distancia, aunque obliga al Parlament a hacer filigranas para burlar al Tribunal Constitucional. Y todo para que tarde o temprano el TC lo anule. ERC recela, también el PDECAT. Formemos gobierno ya, dicen en bajito. Pero los suyos, lo sostienen. «Tenemos prisa por investir al presidente Puigdemont», insistía la portavoz de JxCAt, Elsa Artadi. «En ningún país serio hay un personaje que se dedique a bloquear sistemáticamente el funcionamiento normal de las instituciones», se quejó García Albiol, que primero aguantó sermones de señoras con lazos amarillos y por la tarde fue vapuleado por independentistas. Tres cuartos de lo mismo, vivió Inés Arrimadas. Cataluña sigue dividida. Y mientras, Iceta apela al diálogo para evitar nuevas autonómicas, los partidos calentaban ya ayer para las municipales de 2019.
Sant Jordi llega a la prisión
Vía «twitter», Jordi Turull contó que Romeva, Junqueras, Rull y Forn le regalaron el libro de Antoni Bassas: «Bon dia, són les vuit!», de sus años de radio. Jordi Cuixart llamó a dejar flores amarillas en Òmnium para dibujar un gran lazo al acabar la jornada. Jordi Sànchez prometió a su mujer una rosa roja al salir. Sant Jordi descubrió el lado más humano de los políticos, que desde la cárcel, llamaron a los catalanes a disfrutar.
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