Cataluña
Más de 2.000 mascotas son abandonadas cada año en Barcelona
El Centro de Acogida de Animales de Compañía de Barcelona recogió en 2015 un total de 2.175 animales abandonados. Y las previsiones indican que este año la cifra será muy parecida:durante el primer semestre, este centro municipal ya ha rescatado de las calles a 906 mascotas.
No obtante, esta es sólo una pequeña porción, pues hay que tener en cuenta la cantidad de perros y gatos recogidos por las protectoras privadas. En la Liga para la Protección de Animales y Plantas de Barcelona, una protectora ubicada cerca del Tibidabo, ofrecen refugio a 70 canes y a más de 170 gatos. «No podemos acoger más y tenemos lista de espera», asegura Enric Soler, el encargado de los temas administrativos. Asegura que cada día reciben entre 15 y 20 llamadas de teléfono de personas que se han encontrado animales perdidos, pero también de dueños que quieren deshacerse de sus mascotas. Las perreras públicas en Cataluña tienen la obligación por ley de acoger y dar cobijo a cualquier animal encontrado en la calle, pero según PACMA esto no siempre ocurre, «están saturadas», aseguran. Ahí es donde entran en juego los refugios privados, única tabla de salvación para esas mascotas.
Pero sus recursos son límitados y las plazas de los albergues, reducidas. Sólo cuentan con las aportaciones de los voluntarios, así que «hacemos malabarismos con los números para comprar comida, medicamentos, chips, pagar la atención veterinaria y un largo etcétera», explica Soler. Pero además de ofrecer cobijo a los animales, de socorrerlos y de procurarles una recuperación física y emocional, el fin último de estas asociaciones es encontrarles un hogar de adopción. Porque la adopción es la mejor solución al abandono.
En esta protectora de Barcelona se encargan de buscar la familia ideal a cada perro. «Es importante la conexión entre ambos», subraya Enric. Una vez analizado su estilo de vida, sus costumbres y gustos, se busca al animal que mejor encaja. Es entonces cuando se inicia el proceso de adopción, que incluye una visita previa al hogar del adoptante, una entrevista personal, paseos con el animal y un seguimiento posterior para confirmar que se adapta bien a su nueva familia.
Aunque las adopciones en la capital catalana han aumentado un 10% con respecto a 2015, todavía «hay quien se piensa que un animal es un libro que puedes devolver cuando te cansas». Enric reconoce que durante los peores años de la crisis se produjo un repunte de los abandonos por motivos económicos. Gente desahuciada, que se veía obligada a trasladarse a un piso más pequeño o volver a casa de sus padres. Y en muchos de esos casos, o los perros no tenían cabida o no eran bien recibidos. Ahora que ha pasado lo peor del temporal, los motivos «vuelven a ser los clásicos»: además del factor económico, pesan los cambios de domicilio, la pérdida de interés por el animal y el comportamiento problemático de la mascota. En el caso de los gatos, las alergias y los embarazos suelen ser las causas principales. Y a pesar de lo que se cree, las vacaciones sólo originan el 2,6% de los abandonos, según los datos de la fundación Affinity.
Las campañas de castración para reducir camadas y la obligación de colocar el chip identificativo han constribuido a reducir las tasas. «Pero faltan campañas de sensibilización y sobre todo que se haga efectiva la Ley del Maltrato Animal», percibe el trabajador de la protectora. Aprobada por el Parlament en 2008, esta norma multa el maltrato y el abandono, a la vez que prohibe el sacrificio. Pero los pro animalistas se quejan de que falta un reglamento para poder desplegarla, por lo que se hace efectiva en pocas ocasiones.
En opinión de Pacma habría que empezar por controlar la cría y venta de animales por parte de particulares, pero también en tiendas y criaderos. «Es importante saber a quién se entregan, si estarán bien cuidados», señalan. Si eso no se vigila, dicen, y si no se fomenta la adopción y la cultura de esterilización «se invita a la compra compulsiva y caprichosa de mascota y en último término al abandono». Por eso, critican, la ley del maltrato queda en la práctica en papel mojado.
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