Cultura
«Querida Gala: Te amo»
LA RAZÓN publica algunos documentos relacionados con la eterna musa de Salvador Dalí
En 1989, muy poco después de la muerte de Salvador Dalí, el periodista estadounidense Tim McGirk publicaba una muy controvertida biografía que, desde el título, planteaba el debate. «Gala ¿Musa o demonio?» sigue siendo una pregunta hoy tan vigente como cuando llegó ese ensayo a las librerías.
En 1989, muy poco después de la muerte de Salvador Dalí, el periodista estadounidense Tim McGirk publicaba una muy controvertida biografía que, desde el título, planteaba el debate. «Gala ¿Musa o demonio?» sigue siendo una pregunta hoy tan vigente como cuando llegó ese ensayo a las librerías. La próxima semana el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac) abre una de las exposiciones más esperadas de la temporada con Gala como protagonista y reivindicándola, según el planteamiento de Estrella de Diego, comisaria de la muestra, como artista, una artista sin obra.
Gala fue a lo largo de su larga vida musa de escritores y artistas. Dalí y Paul Éluard, el primer marido de esta rusa, son los casos más justamente conocidos, pero en esta lista pueden incluirse más nombres, algunos no tan célebres o que han quedado olvidados por el paso del tiempo. Porque la relación entre el pintor de Figueres y su musa por excelencia no fue siempre un remanso de paz. Este diario ha podido localizar algún documento que así lo viene a demostrar y que no se incluye en la muestra en el Mnac. Es parte de la correspondencia que Gala mantuvo con dos de sus parejas en los años 60 y 70.
Uno de ellos se llama William Rothlein, un actor estadounidense al que Gala quiso promover, pero que se acabó convirtiendo en la pesadilla de Salvador Dalí y su círculo más íntimo. Aquella relación sigue envuelta de polémica, algo que pudo comprobar personalmente John Richardson, el reconocido especialista de Picasso. En 1998 publicaba en «Vanity Fair» una reseña de la completa biografía que Ian Gibson había escrito sobre Salvador Dalí. En su artículo, Richardson hacía un somero análisis de algunos de los aspectos del trabajo de Gibson, entre ellos el relacionado con la relación que Gala mantuvo con Rothlein, de quien se decía en el artículo que había muerto por sobredosis. Sin embargo, aquella obsesión de Gala no había fallecido sino que estaba vivo, por lo que puso una demanda que no ganó en los juzgados de Nueva York.
A Gala le fascinaba Rothlein y le recordaba al joven Dalí. Gracias a la Fundació Gala-Salvador Dalí podemos reproducir una fotografía tomada al joven cuando participaba en una prueba para poder formar parte de una película de Federico Fellini. Era 1965 y Rothlein no fue cogido.
Detrás de ese intento por trabajar con el gran cineasta estaba la familia Albaretto, unos coleccionistas que décadas después se verían envueltos en polémicas sobre la autenticidad de algunas obras dalinianas en su colección. En 1965 eran una parte importante en los ingresos económicos de Dalí al encargarle ilustraciones para libros como «Las mil y una noches» o «La Biblia». Dalí confiaba en ellos y cuando la relación entre Gala y Rothlein empezó a llegar a su final, el pintor quiso asegurarse que el joven no fuera a sacar algún beneficio económico de todo esto. Así que los Albaretto compraron las cartas para evitar su posterior publicación. Muchos años después alguna de estas misivas pudo ser consultada por Gibson para su biografía, conservándose en el archivo del biógrafo copia de alguna. Los Albaretto realizaron una copia de esta correspondencia para el crítico de arte Rafael Santos Torroella. El archivo y la colección de este último fue comprado por el Ayuntamiento de Girona, por lo que puede que se puedan consultar por fin en breve, cuando Girona tenga por fin dispuesto el lugar en el que se depositará el fondo documental de Santos Torroella.
A Rothlein le obsesionaba perder a Gala, pero también a Dalí. Buena prueba de ello es una carta del pintor a su musa en el tiempo en el que ella estaba con el actor. La misiva autógrafa fue subastada, junto con otros documentos vinculados con Rothlein, en 2006 por Bonhams de Nueva York por 3.585 dólares. En ella, Dalí muestra su amor por Gala aunque en vez de «Love You» escribe «Lowe You» de manera obsesiva, como si fuera el borrador de un telegrama.
Tras William Rothlein vino algún otro joven en la vida privada de Gala. Uno de ellos, probablemente el más importante de todos, fue un actor y cantante llamado Jeff Fenholt, que triunfaría en los escenarios de Broadway estrenando el musical «Jesucristo Superstar». Gala se convirtió en una espectadora regular del montaje.
En 2004, cuando el mundo celebraba el centenario de Dalí, Fenholt decidió desprenderse de algunos de los generosos regalos que Gala le hizo en el tiempo en el que estuvieron juntos. En Vintage Roadshow aparecieron obras gráficas dalinianas, algunas tan valiosas como el San Jorge de 1947. Y es que Dalí, a instancias de Gala, fue generoso con Jeff y contribuyó a colmarlo de todo tipo de presentes. Probablemente el más espectacular de ellos fue el rancho en Long Island que muchos cifraban en un millón de dólares de la época.
Existen en colección privada algunas de las cartas que Jeff escribió a su amada. Igualmente se conserva una nota manuscrita de ella a Jeff en la que le demuestra su amor y que fue publicada por primera vez por este diario en 2015.
El que fuera secretario personal de Dalí, Enrique Sabater, le contó al autor de estas líneas cómo fue aquella obsesión y cómo la anciana esposa de Dalí iba llamando a Jeff para desesperación del genio surrealista. Sin embargo, cuando Gala falleció en 1982 en Port Lligat, ni Rothlein, ni Fenholt estuvieron a su lado. Fue Salvador Dalí quien permaneció con ella.
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