Arte, Cultura y Espectáculos

Un siglo de escultura en Cataluña

Barcelona reúne 300 obras realizadas entre el modernismo y la actualidad

Infiesta ante «Beso de madre» de Arnau.
Infiesta ante «Beso de madre» de Arnau.larazon

El joven Museo Europeo de Arte Moderno quiere seguir creciendo en Barcelona, apostando por el arte figurativo, eje de sus colecciones. En su nueva exposición presenta una completa mirada al mundo de la escultura en Cataluña durante los últimos 100 años. Con una selección de 300 obras, muchas de ellas inéditas o nunca expuestas con anterioridad y que ocupan la totalidad de su sede, encontramos trabajos de los maestros que inspiran a estos autores, como Rodin, Meunier y Maillol. Se trata de autores que llenan un siglo que se inicia con el modernismo de finales del XIX hasta la nueva figuración promovida por los escultores actuales.

José Manuel Infiesta, director de la institución, aseguró que la exposición es un buen ejemplo de que «se pueden hacer cosas sin la necesidad de contar con ayudas oficiales». Para ello, ha sido esencial la colaboración de varios coleccionistas privados, así como la de algunos museos y fundaciones comarcales.

La muestra tiene un prólogo en el patio del museo donde se ha instalado un jardín formado por piezas de Clarà, Rebull o Dalí, todas ellas con la figura humana como protagonista absoluta. De allí se pasa a los maestros y a aquellos que se movieron entre el academicismo y el realismo, como lo ejemplifica un retrato de Goya firmado por el valenciano Benlliure, así como los bocetos para los monumentos barceloneses dedicados a Casanova y Colón, realizados por Rossend Nobas y Rafael Atché, respectivamente. El modernismo ejerce un cambio en este terreno, igual que en la pintura, como resalta un conjunto en el que destaca el buen hacer de Eusebi Arnau y Miquel Blay. El alma de esta escuela será Llimona, representado en el museo con numerosas obras, como una versión en mármol de su célebre «Desconsuelo».

Son varios los escultores a los que se brinda un espacio monográfico dentro del recorrido expositivo, como son los casos de Julio Antonio y Gargallo. Del primero, que dejó una importante producción pese a morir prematuramente en 1919, hay retratos asombrosos, como el de «María, la gitana, querida que fue del Pernales». La revolucionaria modernidad de Gargallo se visualiza su evolución estética pasando de las formas modernistas de un espejo a un impactante homenaje dedicado a Chagall.

El idealismo del Noucentismo también tiene cabida con una serie de figuras femeninas o un impactante busto de Beethoven, todos ellos por el maestro Casanovas. De este mismo periodo en la sensualidad hecha bronce o piedra gracias a la habilidad de Clarà, algo que ejemplifica en «La sonrisa» y «La Diosa».

Inclasificable resulta la escultura de Manolo Hugué y que en el museo tambié puede verse gracias a las pequeñas piezas de variada temática, como un retrato del grabador E. C. Ricart o un relieve protagonizado por un torero herido. Mención aparte la merece un ejemplo del bestiario creado por Granyer, además de una cabeza con ecos cubistas de Julio González o las figuras femeninas de Joan Rebull.