Teatro
Una Celestina diferente
El actor y director José Luis Gómez se pone en la piel del personaje creado por Fernando de Rojas en el TNC.
El actor y director José Luis Gómez se pone en la piel del personaje creado por Fernando de Rojas en el TNC.
El director José Luis Gómez llega al TNC el próximo jueves día 20 con un montaje de «La Celestina» en el que es el principal intérprete, dando vida a una mujer barbuda, con bolso y zapatos ortopédicos, protagonista de una pieza que considera de una «contemporaneidad estremecedora».
Gómez ofreció ayer, más que una rueda de Prensa, una clase de historia, para aseverar, empleando palabras de Juan Goytisolo, que «La Celestina» es la primera obra escrita «sin la cúpula protectora de la divinidad», donde el mercado tiene una gran preponderancia y con un mensaje del que se desprende que «todo se puede comprar, el dinero todo lo puede».
Producción del Teatro de la Abadía y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que ya ha podido verse en Madrid, el actor sostuvo que se trata de una historia fundacional del teatro hispánico moderno, publicada por el bachiller Fernando de Rojas, un cristiano nuevo, en 1503, «bajo un reinado de terror, algo que no se puede olvidar». Pronto, según recordó, tuvo un gran éxito en Europa (es el primer título traducido del español al inglés), pero De Rojas optó por no escribir nunca más y prefirió «el disfraz de hombre normal, burgués, pequeño, en su Talavera», en un mundo en el que los conversos «no podían confiar en ninguna relación humana».
Gómez contó que España acababa de expulsar a los judíos, lo que comportó «perder el carro de la ilustración y la convivencia» y que «Carlos V se amarrara del carro de la Contrarreforma, en el comienzo de nuestra decadencia. Y aquí estamos, intentando levantar cabeza de nuevo», apostilló. Todas estas circunstancias, defendido, quedan reflejadas en la obra, y no dejó pasar que De Rojas consigue una descripción de los caracteres «fantástica». «Nunca los pobres hablaron así de los ricos», destacó.
A la vez, ve cómo en los entresijos de la obra palpita la crítica a la iglesia, siendo el autor «extremadamente hábil» para conseguirlo, y afirmó que otra de las características que definen esta obra es que por primera vez aparece la ciudad en el teatro como lugar de «intercambio, negociación, delación, un mundo en el que uno está permanentemente espiado».
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