Vivir sin aire

Los neumólogos alertan en el Día Internacional del Asma de que el 70% de los pacientes no saben controlar la enfermedad.

Seis de mayo de 2009. El Barça se jugaba en Stamford Brigde estar en la final de la Champions League. Andrés Iniesta recordaba el viernes, tras anunciar que deja el Barça, que chutó con toda su alma contra la portería del Chelsie. Y la pelota entró. Es uno de los goles más celebrados por los seguidores del Barça. Aquella noche, a las 23.00 horas, las calles de Barcelona se llenaron de culés borrachos de alegría y mientras media ciudad le aullaba a la luna, un equipo de médicos de la planta cuarta del Vall d’Hebron corría por los pasillos del hospital para salvar la vida de Montserrat, que se estaba ahogando en una de las habitaciones de pneumología.

Tenía una cuadro de asma grave, inflamación y obstrucción de los bronquios que impedía que el aire llegara a los pulmones. Esta vez, la causa fue un antiinflamatorio para los ojos que le administró una doctora tras una intervención por cataratas. Los médicos la intubaron y la ingresaron en la UCI. Tenía 55 años. Sufría asma grave desde hacía poco, «el primer episodio fue después de la menopausia», cuenta su hija, Elisabet.

Aunque lo más habitual es que el asma aparezca en la infancia o adolescencia, puede mostrar sus primeros síntomas en cualquier momento de la vida. «Las causas son complejas, lo más normal –en ocho de cada diez pacientes– es que esté provocado por un condicionante alérgico como ácaros de polvo, polen o pelo de los animales. Pero en dos de cada diez pacientes, no hay ningún mecanismo alérgico que desencadene una crisis. Puede ser producido por el tabaco, la contaminación, sustancias químicas del ámbito laboral, un perfume, la práctica del deporte o un cambio hormonal», cuenta el pneumólogo del Hospital Vall d'Hebron, Xavier Muñoz. Este último desencadenante explicaría por qué el asma infantil afecta a tres niños por cada niña y por qué más allá de los 40 años, la cifra se invierte.

El asma afecta entre el 5 y 10% de la población adulta y a un 12 % de los niños, unas 750.000 personas en Cataluña. El doctor Muñoz admite que la medicina no sabe todavía por qué el 40% de la población que tiene alergia a los ácaros genera anticuerpos contra ellos y por qué un 6 % desarrolla la enfermedad.

Lo que sí ha descubierto son tratamientos para controlar una enfermedad que crónica. Aunque un 50% de los enfermos está infradiagnosticado. El doctor Muñoz cuenta que el tratamiento tiene dos pilares: los broncodilatadores parar abrir los bronquios en un episodio de crisis y los corticoides, que actúan como antiinflamatorio y deberían administrarse asiduamente. Deberían, porque el 70 % de los pacientes no tiene la enfermedad bien controlada. En un enfermo de asma no grave, el 90 %, las dosis de cortisona son bajas e inhaladas, «se quedan en el pulmón, no pasan a la sangre y no hay efectos secundarios», dice Muñoz. Para pacientes sensibles a un sólo alergógeno, hay una vacuna. Y para casos de asma grave, existen tratamientos biológicos subcutáneos que actúan en las moléculas que inflaman los bronquios. Hoy, Día Internacional del Asma, para concienciar a la población, el doctor Muñoz alerta de que ha aumentado el asma en las ciudades y recuerda un estudio del Reino Unido que dice que en casos de muertes evitables, la mortalidad en accidentes de tráfico ha bajado un 50% en diez años, el epilesia otro 50 % y en asma sólo un 10%.