Comunitat Valenciana
¿Es muy caro?, barato no es
Hay que reflexionar sobre el encuadre que se da a una cuenta y ser muy cuidadosos con lo que se dice a la hora de identificar un presunto «palo» para evitar injusticias como la sobreexposición de la factura por tierra, mar y Whatsapp
Hay que reflexionar sobre el encuadre que se da a una cuenta y ser muy cuidadosos con lo que se dice a la hora de identificar un presunto «palo» para evitar injusticias como la sobreexposición de la factura por tierra, mar y Whatsapp
Empezamos por el final, la cuenta obliga. En el epílogo de la sobremesa, tras abandonar el restaurante la pregunta es inmediata y de modo contundente se recrudece al subir al autobús «¿Es muy caro?... barato no es», la seca respuesta, deviene en un cliché que ya no nos sorprende.
No escondemos cierto malestar al escuchar estos comentarios tan frágilmente concluyentes como faltos de reflexión. Por lo oído, hemos sido víctimas de cierto complot hostelero y de la conspiración del sumiller. Nada más lejos de la realidad. La carta es una fuente de conocimiento y como tal debe asumirse para evitar sorpresas. El azar no lo domina todo y en gastronomía cuando esto ocurre es ignorancia. Manolete, Manolete si no sabes torear pa’ qué te metes.
No creo en la autocensura, pero hay que reflexionar sobre el encuadre que se da a la cuenta. Hay que ser muy cuidadosos con lo que se dice a la hora de identificar un presunto «palo» y evitar injusticias como la sobreexposición de la factura por tierra, mar y Whatsapp.
Mientras el malestar se refleja en algunas caras, la satisfacción de la mayoría sale del anonimato con espontaneidad. El análisis de la cuenta, para algunos clientes, se convierte en un subgénero gastronómico en sí mismo. Otros se ponen de perfil ante el retrato de la cuenta en deconstrucción, ¿quién ha pedido esto?
Influencia solo coyuntural
Algunos clientes mantienen largos silencios socráticos con la factura extendida, mientras otros reducen la conversación, por imperiosa necesidad, a un ejercicio de frikismo comensal «para lo que hemos comido». Los menos prefieren el hacinamiento de las quejas y el eco de la indiferencia, «esperaba algo más», tras la experiencia vivida. El grupo más tranquilo se dedica a conciliar los aparentes números inconciliables mientras los organizadores de la sobremesa se emancipan del resto, con urgente apremio, hacia los asientos de atrás.
No dejo de reconocer que en determinados establecimientos conviene blindarse. Pero es imperioso aprender de la jornada vivida para no dejarse dominar por ella. La influencia de la minuta debe ser solo coyuntural. Ha llegado el momento de poner fin a este flagelo. El rostro de la factura es claro y evidente con la nota locutada por el servicio e ilustrada en la propia carta.
Se debe cuestionar a quienes, siendo hijos del presente gastrónomo, desnaturalizan un encuentro «gourmet» al sorprenderse por el precio. No se trata de algo novedoso, pero comienza a ser cuestión de Estado en determinadas sobremesas. ¿Es solo coyuntural o un síntoma de algo? Párense a pensar y encontrarán la respuesta a esa pregunta.
Aunque en el universo gastronómico suelen ser los clientes justos los que pagan por los comensales pecadores, a veces, la ficción se hace realidad y puede suceder, por primera vez, lo contrario. La (des)confianza tiene fundamento.
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