Historia
“Madrid bombardeado: 1936-1939”, un repaso a la destrucción en la capital
Luis de Sobrón y Enrique Bordes son los creadores de “Madrid bombardeado: 1936 - 1939”, un plano de la capital que ilustra todos los enclaves que fueron atacados y afectados por la cruenta Guerra Civil
Luis de Sobrón y Enrique Bordes son los creadores de “Madrid bombardeado: 1936 - 1939”, un plano de la capital que ilustra todos los enclaves que fueron atacados y afectados por la cruenta Guerra Civil
Hay una frase que suelen acuñar mucho los que son muy madrileños y mucho madrileños y dice tal que así: “De Madrid al cielo”. El origen de la expresión es difuso; unos dicen que procede de la época del reinado de Carlos III, monarca que puso especial hincapié en la construcción de un sistema de alcantarillado, en el embellecimiento de edificios públicos y el acondicionamiento y construcción de jardines y fuentes, respectivamente; otros la datan del Siglo de Oro español, donde el dramaturgo Luis Quiñones de Benavente escribió: “Pues el invierno y el verano en Madrid solo son buenos, desde la cuna a Madrid, y desde Madrid al Cielo”. Sin embargo, poca gente sabe qué ha caído “del cielo a Madrid”: más allá de elementos climatológicos, no muchos saben que en el periodo de la Guerra Civil precipitaron algo más que cuatro gotas en la capital.
Luis de Sobrón y Enrique Bordes son dos arquitectos profesores en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid que han elaborado/forjado/moldeado un concienzudo trabajo de investigación y plasmación de datos arquitectónicos sobre la capital que ha durado “cerca de dos años” llamado “Madrid Bombardeado: 1936 - 1939”. El estudio se ha traducido en un plano que recoge una amplia mayoría de edificios, enclaves y construcciones afectados por las bombas lanzadas en su amplia mayoría por el bando sublevado. “La manera de expresarse de un arquitecto, nuestro lenguaje, es el del plano, el del dibujo... Pero detrás hay mucha documentación y este es el resultado”, explica Enrique. La motivación principal del proyecto nace en, precisamente, la procedencia de ambos profesionales: “Es una buena manera de decir que tenemos una deuda con Madrid [...] Se conocen mucho los bombardeos de Guernica, Barcelona o Alicante pero apenas se sabe que el primer bombardeo moderno sobre una capital europea se produjo aquí”, comenta el mismo.
Este proceso de recabar información se ha apoyado, fundamentalmente, en “tres patas” sobre las que escarbar y que “son un buen ejemplo de la representación civil en respuesta a la guerra; en primer lugar, los archivos de los bomberos, que son el sistema inmunitario de la ciudad, que cuida y protege los edificios; en segundo lugar, los arquitectos, que documentaron los procesos de desescombro hasta los apeos para consolidar estructuras dañadas; y tercero, los fotógrafos, que ilustraron todo lo que veían y actuaron como testigos de esta realidad”, argumenta Enrique. Así, gracias a estos tres grupúsculos y a no parar de hozar en bases de datos y archivos varios, el trabajo fue tomando forma y acabó convirtiéndose en el plano que es hoy.
“La zona más afectada podría ser la de Argüelles por su proximidad a Ciudad Universitaria, que estaba en primer línea del frente”, indica Luis sobre los enclaves más atacados durante el periodo comprendido entre 1936 y 1939. “Sin embargo, también hay sectores bombardeados que no tuvieron tanto que ver con el frente, como pueden ser la plaza del Sol o la zona de la calle Alameda: prácticamente todo el término municipal estuvo en peligro; hubo zonas menos afectadas, pero estar en Madrid en la época significaba que podía caer una bomba en tu casa”, apoya Enrique. Muchos de los puntos más emblemáticos de la capital también fueron víctimas de las bombas: el Museo del Traje, el cuartel del Ejército de Tierra, el Museo del Prado, la Casa de Campo o la fachada oriental del Palacio Real, “que quedó acribillada: estaba siendo protegido por unas tropas y siendo atacadas por otras”, detalla Luis. Incluso hoy en día, “en el número 4 de la Calle Mayor”, por ejemplo, se puede apreciar restos de metralla en el zócalo de la entrada al portal.
Sobre si estos ataques supusieron un ejemplo para situaciones venideras (Segunda Guerra Mundial, especialmente), Luis dibuja que “fue más un ensayo: los ejércitos alemanes e italianos estaban en un proceso de rearme desarrollando armas con tecnología puntera y estaban muy interesados en conocer el funcionamiento de estos artilugios. Ambos Gobiernos vieron una oportunidad en España de ver los resultados de estas nuevas tácticas”, cuenta Luis. Así, aunque los ataques causaron múltiples desperfectos y costaron vidas humanas, fue más una especie de escenario sobre el que luego desempeñar la función principal que una obra por sí misma. “La diferencia entre los bombardeos en España y la Segunda Guerra Mundial es cuantitativa, no cualitativa: en el fondo es lo mismo, pero en la Mundial se contó con muchos más aviones y con bombas más potentes”, reafirma el mismo.
Hoy en día, el revisionismo histórico está más en el ojo del huracán que nunca; después de ochenta años de la masacre parece que, a día de hoy, muchos episodios aún arquean cejas, amargan paladares: levanta ampollas entre ciertos sectores de la población, al fin y al cabo. Pero ellos no tienen miedo: “esto es más una vacuna para no repetir estos acontecimientos que una provocación: el tiempo de pedir responsabilidades ya pasó y ahora se trata de conocer los hechos”, defiende Enrique. “Los dos provenimos de las dos Españas; la familia de Luis perdió una casa y la mía estaba disparando. No hay ninguna búsqueda de confrontar, sino de conocer: es necesario pasar página, pero primero hay que escribirlas y luego leerlas. Si las tenemos en blanco dificílmente vamos a poder pasarlas”, reafirma el mismo. “Es un error pensar que conocer la historia divide; a lo mejor es más bien al revés, que el hecho de no haber asumido la Guerra Civil nos impide ver con la misma naturalidad el Siglo de Oro español, por ejemplo. Pero para hablar de la historia con naturalidad primero hay que conocerla”, apoya Luis.
Algo de verdad se puede destapar de esa afirmación: ya lo dijo el Papa, que “un país no podía sonreír al futuro teniendo sus muertos escondidos”. Salvando muchísimo las distancias entre un asunto y otro (uno es de especial gravedad y trascendencia a nivel nacional; esto es una minuciosa labor documental cuya labor es ilustrar y que no escuece: al menos, no debería), es cierto que no se puede mirar hacia el futuro sin antes conocer el pasado para no volver a cometer los mismos errores. Porque errar es humano, pero perdonar es divino: no hay mejor conciliación que estar en paz con la sociedad, y este tipo de trabajos son la mejor manera de buscarla.
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