Ayuntamiento de Madrid
El legado de los ex alcaldes
Álvarez del Manzano introdujo los polémicos apoyabrazos y Gallardón, la innovación en el paisaje urbano
Aunque el ex alcalde José María Álvarez del Manzano siempre será recordado por plantar los famosos «chirimbolos» en las aceras de Madrid, en cuanto a los bancos apenas se entretuvo en poner más que reposabrazos en algunos modelos para impedir que fuesen utilizados para dormir por las personas sin hogar. Sin embargo, su sucesor, Alberto Ruiz-Gallardón, sí que se puso manos a la obra no sólo en transformar la ciudad con obras colosales, sino también en revolucionar la imagen de Madrid, si bien con un gusto excesivo por las grandes plazas de hormigón, modernizando su mobiliario urbano.
De hecho y aunque los pliegos del concurso de ideas para el nuevo banco presentados por el Área de Desarrollo Sostenible aseguran que el Ayuntamiento tan sólo dispone de dos documentos de referencia sobre el mobiliario urbano que datan de 1985 y 2002 –Ordenanza General sobre Mobiliario Urbano y Normalización de Elementos Constructivos para Obras de Urbanización–, Gallardón impulsó al menos dos normativas para ordenar los elementos que se instalan en Madrid.
El primero de ellos es el Plan de Calidad del Paisaje Urbano en el que se delimitaban nueve unidades de paisaje homogéneas de la capital y se establecían 128 directrices y 50 recomendaciones para el diseño de todos los elementos y obras a realizar en la ciudad. También concretaban en ocho programas y 14 campos de intervención distintos aspectos a mejorar entre los que se incluían la configuración exterior de los edificios, el diseño de la urbanización de calles, mobiliario urbano, espacios verdes, iluminación y arte público, entre otros. Muchos de los cuales se desarrollarían en la nueva Ordenanza de Publicidad Exterior.
Asimismo, en 2011 el Área de Gobierno de Obras y Espacios Públicos aprobó un documento de Condiciones y Criterios Generales Estéticos de Diseño del Mobiliario Urbano de la Ciudad de Madrid en el que dividía la ciudad en tres zonas y especificaba las formas y materiales que debían tener los bancos, papeleras, farolas, etc., de cada una de ellas. Así, en las zonas 1 y 2 –que abarcan el interior de la cerca de Felipe II, los parques y jardines históricos, así como el Eje Prado-Castellana entre Atocha y San Juan de la Cruz y las colonias históricas y cascos antiguos de los distritos– se indica que la piedra que se puede utilizar debe tener presencia histórica manifiesta en ese entorno, prohibiendo mármoles o piedras pulidas.
Además, el objetivo del alcalde fue implicar a todas las Áreas de Gobierno para unificar el desarrollo de sus competencias a la hora de transformas las calles de Madrid por un motivo u otro. Además, implicó al Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, a la Escuela de Arquitectura, a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y a la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos, entre otros, para llegar a un consenso sobre el paisaje urbano.
Su sucesora, Ana Botella, con un presupuesto mucho más ajustado después de la crisis económica, no lanzó nuevas ideas sobre el mobiliario urbano. En cambio, fue duramente criticada por continuar con el modelo de bancos «antimendigos» que se aplicó también en el nuevo contrato de marquesinas de autobuses de la EMT, que incluían separadores en los asientos que impiden que nadie se tumbe.
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