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El negocio paralelo del punto limpio

Su modus operandi es siempre el mismo: cuando llega algún ciudadano con sus objetos para reciclar le paran y se los solicitan, provocando que los ciudadanos den media vuelta sin entrar.
Su modus operandi es siempre el mismo: cuando llega algún ciudadano con sus objetos para reciclar le paran y se los solicitan, provocando que los ciudadanos den media vuelta sin entrar.larazon

Ciudadanos de etnia gitana se apostan en estos enclaves del reciclaje para hacerse con metales que revenden al peso.

Numerosos distritos de la capital cuentan con un punto limpio en sus calles al que sus vecinos pueden acudir de forma gratuita a depositar residuos de diversa índole que ya no vayan a utilizar y que debido a su tamaño no los puedan tirar en los contenedores habituales (neveras, lavadoras, microondas...). Pues bien, desde hace algún tiempo un negocio paralelo se ha instalado en estos puntos de reciclaje, y es que la picaresca madrileña nunca dejará de sorprendernos. El «business» consiste en lo siguiente: en la puerta de algunos puntos limpios de la capital se sitúan hombres, de etnia gitana en la mayoría de las ocasiones, de un edad que va desde los 20 hasta los 50 años, en algunos casos más, no tienen un horario fijo, cada uno trabaja por su cuenta y pasa en la puerta de cada punto el tiempo que estiman necesario, y ¿para qué? se preguntarán. Pues para «cazar» a la gente antes de que tire su electrodoméstico y poder venderlo ellos posteriormente como chatarra.

«De alguna manera hay que ganarse la vida» comentó Fran, un joven de 27 años, casado, con dos hijos y parado de larga duración que no recibe «ningún tipo de ayuda» y que ha visto en este negocio una salida para sobrellevar su día a día. Él concretamente se pone en el punto limpio del distrito de San Blas-Canillejas, el que «es el más cercano» a su casa. Fran no tiene una rutina fija pero todos los días, durante más o menos tiempo, acude al punto limpio. «No me tiro el día entero aquí, pero sí echo bastantes horas con algún compañero que me ayuda a meter las cosas en el coche», declaró el joven. Al preguntarle por qué decidió ponerse en la puerta del «punto limpio» contesta de manera clara. «Es algo seguro, siempre viene gente a tirar cosas». No crean que el «trabajo» de Fran y sus compañeros es fácil: hay que tener en cuenta que ellos tienen que ganarse a la gente y convencerla de que en vez de tirar su microondas o su lavadora al punto limpio se lo den a ellos, por lo que su simpatía y don de gentes juegan un importante papel en su negocio. Fran reconoce que desde hace algunos meses «el ritmo de gente ha parado, ha pegado bastante bajón la cosa». Aunque, como es lógico, en este negocio no existen ningún tipo de convenio, sí que existe unas reglas claras que todos respetan, tal y como cuenta una de las trabajadoras de uno de los puntos limpios. «Tienen una jerarquía, el que lleva más tiempo tiene prioridad a la hora de coger un cliente; a veces llegan a juntarse tres o cuatro furgonetas en un solo día». A estos trabajadores no les queda más remedio que ver cómo estos jóvenes se «camelan» a las personas que van al punto limpio y cómo éstas, seguramente con la única intención de ayudar, finalmente les dan la mercancía que lleven en ese momento. Este es el caso de Quique, quien entregó tres televisores a un joven gitano que se encontraba en un punto limpio cercano a su casa y aseguraba que «el chico era majo y nosotros le ayudamos dándole parte de lo que llevábamos».

Fran y sus compañeros recogen todo tipo de material: hierro, cobre, aluminio... y con lo que obtienen en una jornada de trabajo sacan «cinco euros, a veces diez; depende de cómo se de el día». Una cifra que se queda algo pequeña si pensamos que el dinero conseguido con la venta de esos residuos hay que dividirlo entre dos y que para llevar a cabo este tipo de actividad necesitan llevar un coche grande o una furgoneta, cuyo gasto en gasolina supera con creces la ganancia, según aseguran ellos, lo que hace sospechar que quizás la cifra que obtienen con la venta de estos residuos sea mayor. El lugar donde todo lo recogido se convierte en dinero son las fundiciones o algunas plantas de tratamiento y reciclaje distribuidas por la Comunidad.

Por ejemplo, una nevera pesa alrededor de 100 kilogramos, el precio actual del kilo de electrodoméstico de línea blanca es de 0,05 euros, por lo que por un frigorífico, Fran y sus amigos del punto limpio se pueden sacar cinco euros. Las cosas cambian cuando hablamos de cobre. Es uno de los materiales por los que más dinero se paga. Puede encontrarse en muchos electrodomésticos y, probablemente, es el principal motivo por el que personas como Fran se pasan horas en las puertas de un punto limpio, ya que se puede llegar a pagar hasta 7,50 euros por kilo.

En el otro lado de la barrera se encuentran los trabajadores del punto limpio, que conviven día a día con esta situación y que, tal y como relató a este diario una de las empleadas, no pueden hacer nada. «No es nada ilegal, es como si tú le das una nevera o cualquier otra cosa a algún amigo tuyo; no molestan a nadie, ellos hacen su trabajo y nosotros el nuestro». No obstante, es obvio que los trabajadores municipales obtienen muchos menos electrodomésticos de estos puntos de recogida habitual, lo que supone pérdidas para las arcas públicas. Según Leonardo Díaz, gerente de Recilec, en 2014 «perdimos entre 150.000 y 400.000 euros». En estas pérdidas –además de el tipo que está en la puerta y al que finalmente se lo damos–, hay que sumar los robos que se producen en los puntos limpios.

No obstente, este tipo de residuos, llamados R. A. E. E. (Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos) sólo pueden depositarse en pequeñas cantidades en estos puntos, según la web municipal, que dice que se reogen lavadoras, lavavajillas, cocinas etc.: tres unidades. Frigoríficos congeladores y acondicionadores de aire: una unidad. Y otros residuos electrónicos como pantallas C.P.U. de ordenadores etc.: una unidad.

Sacar dinero

De todas formas, no está reñido ser un «ciudadano ejemplar» y tener una gran conciencia ecológica con ganar dinero. Y es que, al igual que los aparatos que ya no necesitamos se pueden dejar en los puntos limpios o «donarlos» a estas personas que se apostan en las puertas de los mismos, también se puede ganar dinero vendiéndolos directamente a empresas o particulares que se dedican al negocio de la reutilización de residuos. Así, el ordenador viejo, los viejos móviles o aquellas radiografías que guardamos (de ellas se obtiene plata) y que ya no sirven no pueden ayudar a tener unos ingresos adicionales.

Una simple consulta desde un buscador de internet escribiendo «vendo ordenador» o «dónde vender metal y chatarra» nos dirigirá a la empresa o particular que estamos buscando.

Se puede vender aceite usado de cocina (para empresas de biodiesel), metal de los electrodomésticos, móviles en desuso... Por ejemplo, hay empresas que recogen a domicilio aceite usado y dan unos 0,12 euros por litro. Eso sí, exigen una cantidad mínima de litros para ir a recoger. También se pueden vender lámparas de metal. Los componentes se pueden vender al peso y su valor depende del material que se pueda extraer de ellas. Es decir, del precio de cada metal en el mercado.